Querida Cecile

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Me duele tener que decirte esto, pero eres para mí como la hija que nunca tuve y creo que es mi deber sacarte de tu error.
El gran maestro Danceny me hace llegar cartas en las que me transmite su insatisfacción amorosa, demostrando así, que no muestra un gran interés hacia vos.
En una de sus últimas cartas me hace citar para la próxima semana, al parecer necesita hablar conmigo, auguro malas noticias.
No te prometo nada, haré todo lo posible porque una grandiosa melodía no le haga olvidar su descontento a lo que al amor que siente por ti respecta.
 Sin embargo, por mis informaciones diarias sospecho que no debería estar tan preocupada. En los círculos parisinos se oye que aunque el amor del músico se hubiera disipado, no tendrás el mínimo ataque de celo, ya que mantienes a tu vera un apuesto caballero, el conde de Valmont, conocido por sus innumerables conquistas y destrezas amorosas. 
 Quizá sea el momento de pensar en ti, joven Cecile, y olvidarse del bohemio Sr. Danceny. No te preocupes por el apuesto pianista, yo le haré pagar por todas las ofensas, disfruta del verano cerca de mi adorado vizconde. 
 
 Atentamente, tu “querida tía” 
 Marquesa de Mertuile 



        
        
      
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