"La subida es un segundo y el bajón una milésima"
Llevaba tiempo fijándome en aquel árbol, un ascenso rápido y sencillo desde aquel banco en el que estaba sentado. Rodeado de un paisaje simple y cotidiano. A mi alrededor tan solo veía un edificio, un parque y una carretera, nada más. Tampoco necesitaba de mucho ya que me bastaba con aquella majestuosidad que tenia delante. Ramas no muy gruesas pero fuertes, una altura considerable, pocas hojas pero, pese a todo, lucía un aspecto casi místico.Una fuerte necesidad, una necesidad impetuosa por subir a algo tan simple como un árbol. Me quedé unos largos cinco minutos recostado en aquel banco, con la cabeza apoyada en la mochila de la escuela de la que acababa de volver, mirando aquel regalo que tenía ante mis ojos.
La gente pasaba y solo se fijaba en mi, un chaval descansando en un banco, algo bastante normal, pero nadie reparaba en aquella divinidad. poco a poco me di cuenta de lo poco que se valoran las cosas cotidianas, lo fácil que es ponernos excusas y lo que nos cuesta ponernos retos. Ya está, no podía más, me estaba gritando un suave "sube, sube, sube...".Retumbaba por mi cabeza, pese a ser mudo era una llamada clara, constante y ensordecedora. Y cedí, sin más, sin poder resistirme más a esas ganas de poner en marcha mi cuerpo y trepar por aquellos sitios en los que nadie ve nunca nada, pero, sin embargo, siempre están ahí, exponiéndome a un riesgo que, prácticamente, solo dependía de mi.
Me incorpore lentamente, me puse en pié en el blanco respaldo del banco y de un pequeño salto me encaramé al tronco dividido en tres. Ya tenía experiencia en trepar árboles así y esto me ayudó en la ascensión del reto que me acababa de poner. Entrelacé los dedos de las manos y coloqué los pies. Con pequeños saltos procedentes de los pies iba avanzando hacia arriba. Poquito a poco, hasta colocarme en una posición erguida. Ya solo me quedaba rodear con una de mis piernas el árbol y asentarla en la pequeña base que se formaba al dividirse el tronco principal en tres "ramas Madre".
Ya estaba de pié, entre aquellas divisiones, solo me quedaba escoger el camino a seguir. ¿Cual de las particiones escogería?. Contemplé solo 2 dando por hecho que la tercera no tenía ninguna rama al alcance de mi mano como para continuar la trepada. Después de unos segundos sumergido en un mar de dudas, conseguí tener clara la ruta que seguiría a partir de ahora. Una rama principal fuerte y gruesa, otras ramas de grosor considerable que aparecían de la Rama Madre y una inclinación perfecta como para lograr un ascenso seguro y sin cabida a voltearme. No tarde más de un parpadeo en agarrarme a la primera rama, el resto del camino seria fácil. Emplearía lo que me habían enseñado en la escuela de escalada, siempre tres puntos de apoyo para conseguir un perfecto equilibrio. Poco a poco iba subiendo, controlando cada pensamiento negativo e intentando que el pánico no se apoderarse de mi. Claro que tenia miedo, el miedo solo te ayuda a tomar las decisiones correctas para proteger tu integridad. Es el pánico el que realmente te pasa factura. El suelo se alejaba a cada paso, a cada movimiento y el cielo se acercaba al mismo ritmo. De repente, sin darme cuenta, había llegado a lo más alto a lo que se podía subir. Me encontraba a un cercano metro de la copa.Miré a mi al rededor, contemplando aquellas privilegiadas vistas, y, sin esperarlo, me sumergí en un mar de pensamientos incontrolables. Llegué a la conclusión de que la fuerza física, la resistencia, la agilidad o cualquier otro factor externo o interno no eran comparables con el poder de la mente. Me di cuenta de que siempre se evalúa la capacidad de alguien para levantar peso, la cantidad de tiempo que puedes estar realizando cierta actividad o tus técnicas de movimiento en cualquier ambiente, pero nunca, nadie, se para a pensar en la importancia de la mente. Alguien potencialmente fuerte hubiese podido trepar este árbol con la misma fluidez con la que yo lo hice, pero, quizá, en la primera rama le hubiese entrado la incertidumbre haciéndole recular o, quizá, estando a la mitad, el pánico le hubiese arrebatado toda capacidad de movimiento y hubiese entrado en un bloqueo mental también conocido como vértigo. Cualquier duda de este tipo te puede hacer caer, ya no físicamente, si no, también, mentalmente.
Con el chasquido de una rama volví a la realidad, el mar de pensamientos se secó en el momento, despejando mi mente y obligándome a concentrarme el lo que acababa de pasar. Una de las ramas a las que estaba agarrado con la mano, había cedido, estaba un poco seca y yo no me había percatado de ese ligero pero, quizá, mortal detalle. Decidí que ya era hora de comenzar el descenso. Llevaba unos quince minutos sin tocar el suelo aunque, si por mi fuese, me pasaría toda la vida sin tocar el suelo.



Comentarios
partysummer - hace más de 9 años
Hay un grupo de música que me gusta mucho que tiene una canción (que puedes encontrar por youtube) que se llama La vida a un palmo. Y tu artículo en cierto modo me la ha recordado. Ya me dirás si te gusta.
el pedricero - hace más de 9 años
@partysummer, la canción me ha gustado bastante aunque no consigo relacionarla con el texto pero supongo que si tu lo has conseguido es porque si que la hay. De todas formas, muchas gracias por utilizar tu tiempo en leer este post :)
meibiparty - hace más de 9 años
...puedes pasarte la vida sin tocar el suelo ;) un gran post...qué bueno tenerte en la red
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