El amor salva vidas
Aquella niña tan hermosa que salió a correr nada más saludarla. Y él corriendo tras ella hasta que se preguntaba a sí mismo: ¿Pero… qué me pasa, que voy detrás de una desconocida?
No la alcanzó, pero vio que entraba en una casa destrozada. Se marchó con la intriga de saber quién era.
Habló con sus padres, y le dijeron que la olvidara, pero aun así esa noche no pudo dormir.
Al día siguiente, se la encontró de nuevo, pero ella no le vio. Aprovechó para seguir sus pasos, y minutos después se paró delante de una puerta. Ella pedía comida al hombre que le abrió la puerta. Cuando se marchaba con las manos vacías, el chico aprovechó y se acercó a ella, preguntándole por qué había huido ayer.
Con miedo, ella respondió:
-Salí corriendo porque cuando era pequeña mataron a mi madre pegándole una paliza varios jóvenes.
El chico se disculpó por haberla asustado. Era evidente que se gustaban el uno al otro.
El chico fue valiente y preguntó: ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Natalia, ¿y tú?
-Cristian…
-Encantada de conocerte…
Estuvieron toda la tarde hablando. Cristian le dijo a Natalia que su padre era empresario y que tenía mucho dinero y que podría ayudar a su padre.
Al llegar a casa, Cristian estuvo toda la noche insistiendo a su padre para que contratara al padre de Natalia de empleado en su empresa, pero su padre no quería dar una oportunidad a un desconocido y, que, como dijo su padres, sería un vagabundo. Pero Cristian no se rindió y acabó convenciendo a su padre.
Al día siguiente, el padre de Cristian fue a conocerlo. Se quedó paralizado nada más ver al padre de Natalia: bastaron dos o tres preguntas y se fundieron en un abrazo: se reconocieron de inmediato: habían sido de pequeños compañeros de clase.
El padre de Cristian se decidió y le dio una oportunidad. Le empezó pagando más para que pudiera salir del agujero en el que estaba.
Y gracias a aquel joven, una familia pobre empezó a ser una familia normal. Cristian y Natalia quedaron como algo más que amigos.
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