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Mi pequeña Felicidad

Publicado por metal maiden el 12/04/2011 · Categorías: Sentimientos, Pensamientos

En mi clase del colegio éramos casi treinta niños que nos conocíamos desde que teníamos seis añitos y, aunque nos llevábamos bastante bien, siempre había alguna que otra pequeña disputa jugando a polis y ladrones o al escondite. Teníamos cinco horas de clase separadas por un recreo al llegar a la tercera hora y cuando tocaba el timbre de la quinta salíamos corriendo para irnos a casa. Recuerdo que por el camino había un quiosco dónde nos regalaban a mi compañera y a mí dos regalices. Después nos despedíamos y hasta el día siguiente.

Entonces me gustaba mucho todo lo referente al colegio; mi sitio, las manualidades, mis compañeros, las vistas desde la ventana, la pizarra, los dibujos que adornaban la clase o el simple hecho de tener que ir al “cole”. Otra cosa que me gustaba mucho es que solían mandarnos hacer redacciones en las que teníamos que contar lo bien que nos lo habíamos pasado durante las vacaciones, que haríamos para las próximas, como eran nuestras casa o que nos gustaría ser de mayor.

Estas redacciones no solían ocupar mucho más que una carilla de mi pequeño cuaderno y aún así, recuerdo cuanto me costaba siempre decidirme por dónde empezar, cómo seguir y cómo terminar. A pesar del tamaño o lo larga que fuesen aquellas redacciones la señorita solía sacar de entre todas las de la clase una que era muy bonita o estaba muy bien escrita y tras decir porque estaba tan bien hacía que él que la había escrito la leyese en voz alta frente a todo el resto de la clase. Hasta que un día me tocó a mí.

Mis compañeros no decían nada excepto las quejas habituales sin embargo, yo siempre creí que a ellos también les gustaba, por eso cuando la señorita mandó aquella redacción nadie hizo nada fuera de lo normal ni se quejó especialmente sino que con murmullos y risas empezaron a hacerla.

Yo tendría unos once años y sería un día como otro cualquiera. La señorita apuntó el tema a redactar con esa letra que siempre intenté imitar; llena de letras muy redondas y similares entre sí, todas en perfecta armonía. El letrero decía: “Los héroes”. Entonces, mis compañeros empezaron a escribir cuáles eran los suyos, de vez en cuando se podía oír el nombre de algún superhéroe como spiderman o el trabajo de un bombero. Esos comentarios fueron los que me decidieron a comenzar.

Mi redacción desechaba que los bomberos fueran héroes, ni siquiera los protagonistas de las películas o que los personajes de ficción de Marvel fueran a rescatarme algún día. En cambio, señalaba que los héroes deberían de ser los padres, declaraba que todos los niños eran un tormento (yo me incluía entre todos los niños), que los padres nos soportaban día a día, noche tras noche y que además nos querían tanto tenían que ser unos héroes por pura lógica.

Actualmente, mi redacción hubiera variado bastante ya que mi opinión como adolescente varía ligeramente, pero aquel día era esa y aquello que escribí encantó a mi señorita. Le entregamos la redacción al final de la clase y al día siguiente las devolvió llena de correcciones rojas. Cuando terminó, llamó la atención en voz alta sobre lo bonita que era mi redacción y lo bien escrita que estaba y además quiso que la leyese en voz alta.

Que mi señorita me reconociese lo bien y lo bonita que era mi redacción me gustó mucho y era una cosa de la que estuve orgullosa durante mucho tiempo. Fui feliz. En ese momento no me dí cuenta de lo que significaba ser feliz, simplemente me gustaba serlo; uno se siente bien siendo feliz.

Los años pasan y te das cuentas de muchas cosas relacionadas con la felicidad, como que a la gente que te quiere le hace feliz que tú lo seas. Si esto fuera así todo sería una cadena en la que poco a poco todo el mundo sería cada vez más feliz sin embargo, no es así.

La felicidad es un sentimiento tan complicado como todos lo demás porque aunque sean llamados sentimientos el amor, el odio o la tristeza no tienen apenas nada en común. Son estados afectivos de ánimo producidos por causas que lo impresionan vivamente pero, eso es todo. Se pueden entrelazar entre sí y lo que podría ser bueno termina provocando tristeza y es que al fin y al cabo los sentimientos nadie los puede comprender.

Un famoso escritor y filósofo citó en el siglo XVIII: “Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una”. Voltaire pensaba que todos buscamos la felicidad a lo largo de nuestra vida y encaminamos todas nuestras decisiones diarias a encontrarla. Sin embargo, como este francés indicaba en la anterior cita, nadie sabe dónde se encuentra nuestra felicidad; lo cual dificulta su posesión.

A la vez, entiendo que este recuerdo para mi seguramente me haya hecho más feliz que a otros por el simple hecho de que para mi el colegio y el reconocimiento de mis profesores me parecía un hecho de suma importancia. Esto podría llevarnos a considerar que entonces la felicidad consiste más en las cosas que están a nuestro alcance que aquellas que deseamos y nos cuesta alcanzar, es decir, la felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.