El silencio de Lara Cap-3
Capítulo 3: El pequeño viaje hacia la cuidad de las palabras.
En el rincón secreto del patio, donde las sombras de los árboles tejían patrones en el suelo, Lara y Sofía compartían el silencio. Las hojas crujían bajo sus pies, un eco suave de sus corazones latiendo al mismo tono. Lara sostenía su cuaderno, las páginas llenas de palabras que anhelaban ser habladas.
Sofía miraba a Lara con una mezcla de esperanza y paciencia. “Hoy,” dijo suavemente, “vamos a intentar algo diferente.” Sacó una pequeña caja de madera de su mochila y la abrió con cuidado. Dentro, había una sola mariposa, sus alas de un azul profundo como el cielo al anochecer.
“Esta mariposa representa tu palabra,” explicó Sofía. “Vamos a liberarla juntas, y cuando lo hagamos, intenta decir su nombre.”
Lara asintió, su corazón latiendo con fuerza. Sofía levantó la tapa de la caja y la mariposa comenzó a aletear, indecisa al principio, pero luego, con un vuelo decidido, se elevó hacia el cielo. Lara levantó la vista, siguiendo su trayectoria con los ojos.
“Ahora,” susurró Sofía.
Lara abrió la boca, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Entonces, con un hilo de voz que parecía llevar todo su ser, pronunció:
“Azul.”
La palabra flotó en el aire, frágil y valiente, antes de disolverse en el susurro de las hojas. Sofía sonrió ampliamente, sus ojos brillando con lágrimas de alegría.
“Lo hiciste, Lara. Has encontrado una palabra.”
Aunque solo había sido una palabra, para Lara fue un triunfo monumental. Una palabra que era el comienzo de muchas más por venir. Una palabra que era un paso hacia la libertad.
Juntas, se sentaron en silencio, contemplando el espacio donde la mariposa había desaparecido. Lara sabía que el camino por delante aún era largo, pero ahora tenía esperanza. Una palabra había sido liberada, y con ella, una parte de su alma.
El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. En el rincón secreto del patio, Lara y Sofía se encontraban sentadas en silencio, una al lado de la otra, compartiendo más que palabras; compartían un vínculo que iba más allá del lenguaje.
Sofía rompió el silencio con una voz suave, “Lara, ¿recuerdas la historia que te conté sobre la torre y el dragón?” Lara asintió, recordando la historia de valentía y amistad que Sofía había compartido con ella. “En esa historia, la princesa encontró su voz cuando se enfrentó al dragón. No porque tuviera que gritar, sino porque encontró algo por lo que valía la pena hablar.”
Lara reflexionó sobre esas palabras. Sabía que dentro de ella había una fuerza, una voz que quería salir, pero necesitaba encontrar su propio dragón, su propia razón para hablar.
“Quizás,” continuó Sofía, “no necesitas buscar las palabras. Tal vez solo necesitas encontrar el momento adecuado para que ellas te encuentren a ti.”
La idea resonó en Lara. Cerró los ojos, dejando que el cálido abrazo del atardecer la envolviera. Imaginó sus palabras como mariposas, no encerradas en una caja, sino libres, revoloteando a su alrededor, esperando el momento perfecto para posarse en sus labios.
Y entonces, sin previo aviso, el momento llegó. Un grupo de niños más pequeños entró corriendo al patio, uno de ellos tropezó y cayó. Lara abrió los ojos y, sin pensarlo, se levantó y corrió hacia el niño. Se agachó a su lado, y con una voz clara y firme, dijo:
“Tranquilo.”
Fue una sola palabra, pero resonó en el patio como una campana. Sofía se quedó boquiabierta, la sorpresa y el orgullo inundando su rostro. Lara ayudó al niño a levantarse, y aunque no dijo nada más, su acción habló por ella.
Esa noche, Lara escribió en su diario, no solo sobre el niño y la palabra que había encontrado, sino también sobre cómo se sintió al decirla. Por primera vez, no escribió sobre la frustración o el miedo, sino sobre la esperanza y la determinación.
Los días siguientes, Lara comenzó a notar cambios en sí misma. No hablaba aún, pero había algo diferente en su mirada, en su postura, en su sonrisa. Sofía lo notó también y sabía que el cambio era inminente.
Un día, mientras caminaban juntas después de la escuela, Lara se detuvo. Miró a Sofía y, con una sonrisa temblorosa, dijo:
“Amiga.”
Era una palabra simple, pero cargada de significado. Sofía abrazó a Lara, las dos amigas compartiendo un momento de pura alegría.
Con cada palabra que Lara encontraba, su mundo se expandía. Las mariposas en su pecho ya no revoloteaban en círculos; ahora volaban en espirales ascendentes, buscando el cielo.
Y así, Lara continuó su viaje, un viaje que ya no era solo de silencio a palabras, sino de descubrimiento y crecimiento. Un viaje que la llevó a entender que su voz siempre había estado allí, esperando el momento adecuado para ser liberada. Y con Sofía a su lado, Lara sabía que ese momento llegaría, una palabra a la vez.



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