Ballotelli, nuestro grupo. SEPDLPIII (Jose)
Mi nombre es Mario Ballotelli, nací en Lionel Town, una pequeña ciudad situada al sur de Jamaica. Vivía en un buen barrio, ya que la situación económica de mi familia me lo permitía. Desde pequeño tuve un gran admiración por el atletismo, por ello, cuando cumplí cinco años, edad minima para comenzar prácticas deportivas de este tipo, comencé a tallarme en los cien metros lisos. Jamaica, tierra de velocistas. Comencé mis experiencias escolares en la escuela de mi barrio. Era buen estudiante, aunque la idea de algún día trabajar sentado n una silla y bajo cuatro paredes no me hacia especialmente ilusión, necesitaba algo mas enérgico, algo mas vivo, aunque en esos momentos no tenia claro cual era mi objetivo. Posteriormente, la educación no obligatoria, la lleve a cabo en la Universidad de Portland, Estados Unidos. Esto jamás hubiera sido posible sin el esfuerzo de mi padre, y su marcado ascenso en el ámbito laboral. Estuve en esta ciudad Estadounidense nada más y nada menos que cuatro años, hasta que termine derecho. Incumpliendo los deseos de niño, acepte la oferta de trabajo de un bufete de abogados de Nueva York. La verdad es que dicho así suena demasiado para un chico recién salido de la universidad, yo también lo pensaba, pero creo que mi ocho con siete de media era la principal causa de este buen comienzo en mi vida laboral. Durante dos años estuve trabajando en dicho lugar. Me hice especialmente amigo de un becario de raza blanca, Chuck Norris. Al principio Chuck y yo no conectábamos muy bien, pero poco a poco una pequeño sentimiento, relacionado a la amistad, ¿eh? Comenzó a unirnos poco a poco. A pesar de todo lo que me ligaba a Nueva York y a mi nueva mi vida, me faltaba algo… Decidí volver a mis orígenes, es decir, regrese a Jamaica, mi tierra. Creía que la reacción de mi padre al verme entrar por la puerta de casa seria sacarme de nuevo de ella de una bofetada, o dos si hacían falta, ya que no le había confesado a ningún miembro de la familia mi retorno. La reacción de mi padre al verme fue invitarme a sentarme a su lado. Avance con miedo, con el cuerpo en tensión por si había en algún momento dado, que defenderme un poco. Para mi sorpresa, mi padre únicamente me dio palmaditas en la espalda y repetía constantemente “espero que sepas lo que haces...” Como consecuencia de esto, comencé a trabajar en un pequeño chiringuito de la playa. Un buen día, probablemente el mejor de mi vida, les conocí a ellos, estaban apoyados en una pared, fumando un “cigarrillo”… Y aquí estoy, en Ámsterdam, Holanda. Somos cuatro, solo cuatro, y con nosotros nos bastamos. Puedo decir que conocí a los hermanos que nunca tuve y junto a ellos, fundamos el “Ganjah´s Coffee”. Ahora si, he cumplido mi sueño desde niño, ahora si, puedo gritar bien alto, “¡Soy feliz!”.



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