Cibercorresponsales

Sueño de Libertad

Publicado por luna vk el 04/06/2011 · Categorías: Creación

Hola, hoy os traigo una historia que escribí hace tiempo sobre un hombre que, en mi opinión, es una de las mejores personas que ha pisado este planeta.

Y ahora que mi vida se cae, y ahora que mis piernas ya no me sostienen solo tengo cinco palabras para el recuerdo.

No diré mi nombre por que este texto es para recordar a un verdadero héroe, un héroe que hace tiempo que murió.

Le conocí en Cuba, país en el que nací, lo primero que note fue que su castellano tenía acento argentino pero, en cuanto clave mis ojos en los suyos lo note, algo que hoy en día sigo sin poder explicar, algo como una fuerza de voluntad increíble, una fuerza interior que me clavo en el suelo. Y allí estaba yo, observando a quien seria mi comandante en la guerrilla de Cuba mientras que el me miraba con los ojos de un líder.

En ese 19 de agosto de 1958 tenia 21 años recién cumplidos, no sabía lo que era la guerra solo tenia claros mis ideales y lo que quería para mi futuro: liberar a Latinoamérica de la dictadura de Batista, pero a el le bastaba, quería jóvenes que supieran que el poder debería estar en manos del pueblo y que la revolución ganaría.

Dos días después de mi llegada partimos a Las Villas donde tuve mi primera experiencia con la muerte. Un grupo de fascistas nos sorprendieron en plena noche, eran menos pero la mayoría de nosotros éramos principiantes por lo que los dos bandos estaban igualados. Espere impaciente a que nuestro comandante se resguardara de la lluvia de metralla como había visto hacer en las películas pero, cual fue mi sorpresa al verle coger un fusil y ponerse en primera fila dando órdenes entre fuego y fuego. Todo paso tan rápido y confuso que entre el bullicio solo podía pensar q lo hacia por un sueño de paz.

Al poco se rindieron y huyeron ¡Mi primera victoria! Estaba eufórico aunque pronto desapareció esa sensación, habían caído tres hombres, los cargamos en un coche y Ernesto hablo:

Dijo que todos los días moría gente y que nos tendríamos que acostumbrar, pero en sus ojos oscuros asomaba una lágrima.

Seguí bajos sus órdenes muchos años mas, muchos después de la victoria contra Batista, era ocho de octubre del sesenta y siete, luchábamos en la Quebrada de Yuro. Ya sabía o que era la muerte pues la había rozado en varias ocasiones al igual que Ernesto que ya era fiel amigo mío y yo adoraba su forma de pensar.

Estaba apuntando a un francotirador que ya había matado a seis de nuestros hombres cuando oí un grito de dolor a mis espaldas, conocía demasiado bien esa voz. Dispare, me cerciore de que había acertado y me di la vuelta.

Tal y como sospechaba era Ernesto que estaba sentado con las piernas cruzadas gritando mi nombre y diciéndome que me acercara. Con voz quebrada dijo así:

-Corre, huye, llévate a los soldados esta lucha esta perdida.

-No le abandonare.

-Hazlo, mi vida ya no vale nada pero luche y tu debes hacer lo mismo, riega la semilla revolucionaria que yo sembré y nunca olvides tus valores, que nadie te los quite pero ahora vete y no mueras.

Le mire con los ojos salidos de las orbitas, tenia razón, eran mil ochocientos soldados yanquis y tenían mejor armamento y preparación.

Sigo sin perdonarme, cada día lamento no haberme quedado y haber muerto con el. Un día mi hijo al verme una vez más dolido por aquello me enseño un escrito que estaba en Internet:

La metralla le rompe las piernas. Sentado, sigue peleando, hasta que le vuelan el fusil de las manos.

Los soldados disputan a manotazos el reloj, la cantimplora, el cinturón, la pipa. Varios oficiales lo interrogan, uno tras otro. El calla y mana sangre. El contralmirante Ugarteche lo insulta y lo amenaza. Ernesto le escupe la cara.

Desde La Paz, llega la orden de liquidar al prisionero. Una ráfaga lo acribilla. Ernesto muere de bala, muere a traición, poco antes de cumplir cuarenta años, exactamente a la misma edad a la que murieron, también de bala, también a traición, Zapata y Sandino.

Y ahora que mi vida se cae, y ahora que mis piernas ya no me sostienen, solo tengo cinco palabras para el recuerdo.

Adiós Che, adiós mi comandante.