Sin vida...

Todas las mañanas, cuando salgo de casa camino al instituto la veo allí, en el mismo sitio siempre, sentada, con los ojos apenas abiertos. Mis amigas y yo pasamos cada día por su lado, riendo, contando lo que hicimos la noche anterior y ella muerta de miedo ni siquiera nos ve pasar. Su rostro pálido, anémico, demacrado está como dormido, como si su mente estuviera en otro sitio. Sus piernas huesudas, casi desnudas, tiemblan sin cesar. Cada mañana la vemos y no la saludamos por miedo.
Ya han pasado tres días desde la última vez que la vi y aún no me puedo sacar de la cabeza la imagen de su rostro, que levantó por primera vez el viernes pasado para dedicarme una mirada. Por su mejilla una lágrima helada se deslizó con suavidad y vi sus blancos dientes por entre sus labios. No puedo imaginar lo difícil que resultaría para ella reír después de tanto sufrimiento.
Esto me ha hecho pensar. Ya está decidido. Nadie podrá hacerme cambiar de opinión. Si fuera yo quien estuviera en su lugar me gustaría que ella hiciera lo mismo por mi. Así que lo haré. Mañana será. Si, está decidido. Y no puedo tener miedo. No tendré miedo.
Son las 8:00 am y mis amigas y yo vamos camino al instituto. A mitad del camino, ahí esta! Como de costumbre apenas se mueve. Está con la cabeza baja y las manos colgando. Me acerco lentamente, ignorando las advertencias que mis amigas me dicen con voz muy baja y claramente aterrada. Ya estoy muy cerca, a unos cuatro pasos de la joven de cabellos oscuros y sonrisa triste. Me siento a su lado y la saludo. No me responde, ni siquiera me mira:
-Hola, me llamo Karla. Nos vemos todas las mañanas, ¿recuerdas? Te he traído algo.....
Y coloqué a su lado la mochila que había preparado la noche anterior con algo de ropa que yo ya no usaba, un bocadillo y un zumo. Y despidiéndome me marché. Mis amigas creen que me he vuelto loca, pero mi corazón sabe que estoy haciendo lo correcto. Ya son las 2:00 pm y me voy a casa. Seguro que la joven ya se habrá ido y se habrá puesto la ropa que le he dado y habrá comido. Paso junto a la esquina en la que siempre está sentada y...... ¿qué es lo que estoy viendo?¿porqué sigue aquí? Me acerco lentamente y me doy cuenta de que está en la misma posición en la que la encontré esta mañana, ¿por qué?
Me consuela saber que ha sido enterrada con la ropa que le dejé esa mañana y que las horas de su sufrimiento han acabado. Me horroriza pensar que su última sonrisa, la única que probablemente dedicó a alguien en mucho tiempo era dirigida a mi y no paro de preguntarme: ¿Hubiera muerto de haberla ayudado antes?
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Muchas personas actualmente viven en condiciones lamentables. No está mal ayudar, al contrario, si está en nuestras manos podemos ofrecerles ayuda, por mínima que sea, y ayudarles a acabar con su sufrimiento.
Dediquemos sonrisas a aquellos que las necesitan.



Comentarios
julialalala - hace más de 11 años
Buf, me ha dejado helada, muy buen post! Me ha gustado mucho, impresiona un montón!
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