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La voz de los libros

El orfanato de los corazones olvidados

Publicado por nayeli el 02/04/2016 · Categorías: Pensamientos

Holi, os voy a dejar un relato corto que he presentado a un concurso (a ver si hay suerte) y me gustaría que me dijérais vuestra opinión y qué habéis entendido. Os va a tocar reflexionar bastante, pues hasta ahora tan solo una persona ha conseguido comprender el significado que está escondido tras sus palabras. Un abrazo y espero que lo disfrutéis.

 

El orfanato de los corazones olvidados

Nací un día cálido y con el olor a tinta impregnado en la piel. Allí, en la gran sala donde desperté por primera vez, había varios hombres que se ocupaban de traer a la vida a otros como yo. Sé que nunca llegué a llorar, mis pulmones parecían estar trazados con maestría sobre mi pecho y mis lacrimales perfectamente dibujados en mis ojos, no obstante, las lágrimas no llegaron a difuminar mi rostro, sé que mamá no me lo habría perdonado jamás. Ella también me contó que estuve en su vientre casi un año y medio, decía que le gustaba hablar conmigo cuando se sentía sola, aunque yo apenas le respondiera.

Desde aquel fatídico día, noté cómo la esperanza y la ilusión hacían crecer la sonrisa de mamá al mirarme. Me gustaba que se sintiera orgullosa de mí; sin embargo, dichoso el día en el que ella me trajo al mundo, pues pasé años arrepintiéndome de que me hubieran creado con tanto amor y cariño. Porque siendo sincero, excepto a sus ojos, para el resto del mundo parecía ser invisible, aunque mamá se empeñara en quitarme esa idea de la cabeza.

Por supuesto, durante los primeros años de vida no me di cuenta de este hecho, pero un día ella decidió llevarme como regalo de sexto cumpleaños a lo que llamaba “El orfanato de los corazones olvidados”. Cuando entramos, solo podía oír un ensordecedor silencio, al principio molesto, pero más tarde consiguió calmar mis nerviosos latidos. Allí había personas dispersas por el gran tablero de ajedrez en el que parecían jugar, aunque yo solo le presté atención a los peones, aquellos que apenas podían alcanzar las baldas superiores para curiosear. Además, me fijé en la multitud de niños que reposaban sobre las estanterías, todos ellos de diferentes colores y tumbados en posición fetal, dormitando. Le pregunté a mi madre quiénes eran ellos y qué hacían allí.

—Son los latidos encerrados de aquellos que quisieron jugar con la inmortalidad— me respondió.

No entendí nada de lo que ella me había dicho, pero sabía que nunca olvidaría sus palabras, pues habían causado un extraño efecto en mí. Así que, movido por un sentimiento inexplicable, comencé a explorar aquel lugar, decidido a encontrar el corazón más olvidado de todos para poder rescatarlo.

Pasamos la tarde entera allí, aunque me parecieron apenas segundos. Cuando tonos rojizos y anaranjados comenzaron a desteñir el cielo, nos vimos obligados a volver a casa, pues el extraño orfanato cerraba.

Entonces la noche hizo estremecer al día, derritiéndolo, dejando paso a la oscura tinta que cubría el cielo. Cuando entré en las frías sábanas y reposé mi cabeza sobre la almohada, supe que aquella noche el sueño no llegaría, tenía muchos pensamientos descolocados. Mamá se dio cuenta de mi preocupación, ella sabía leerme demasiado bien, así que le tuve que contar por qué me encontraba así. Y es que aquel día había intentado hablar con todos aquellos niños que dormían, pero ninguno me respondió. Algunos entreabrieron los ojos pero los volvieron a cerrar enseguida, parecían consumidos por el sueño. Otros sí que me miraron más despiertos, pero con el ceño fruncido y algo de desprecio. Me sentí invisible, nadie parecía querer saber de mí, ninguno hizo nada más allá de echarme un vistazo indiscreto. Esto me provocó un malestar y varias preguntas que aún no conseguía ordenar en mi mente o no me sentía lo suficientemente valiente como para formularlas.

—Puede que estuvieran enfermos —musitó ella.

—¿Enfermos de qué, mamá?

—El polvo hace que los corazones se ralenticen.

Me besó la frente y me arropó. Vi cómo abandonó mi cuarto y oí cómo se encerraba en el suyo una noche más. Intenté conciliar al sueño, pero la pesadilla no hizo más que despertarme.

Mi hermano llegó tres años después, al saber de su nacimiento, sentí lástima por él, ya que no le deseaba la vida que hasta ahora yo había tenido, sumida en el aburrimiento y la indiferencia de los demás, que cada vez era más notable, sobre todo ahora que era más mayor y me daba cuenta de más cosas. Sin embargo, al mes de nacer, todos parecían tener en boca el nombre de mi hermano. Durante el primero año recibimos numerosas visitas de gente que no había visto nunca, venían a adorar al pequeño de la casa y luego pasaban largas horas hablando con mi madre en el salón, pero nunca supe sobre qué, pues no nos dejaban entrar. Fue un año en el que el olvido y el rechazo parecieron devorarme lentamente y cuando quise darme cuenta, había cumplido los nueve años. Aquel día mamá no me llevó al orfanato de los corazones olvidados.

Con el tiempo las visitas disminuyeron hasta convertirse en ausencia, la casa comenzó a volverse vacía y silenciosa. No supe si debía alegrarme o sentirme triste. Mi hermano había cumplido los cuatro años, y yo había aprendido a sentirme solo. Por aquel entonces mamá se encerró durante largas noches en su cuarto, a veces me despertaban sus sollozos amortiguados, sus pasos inquietos pero cargados de cansancio y estrés, y sus palabras murmuradas que en ocasiones daban lugar a largos silencios que me tranquilizaban. Por las mañanas, mi despertador solía ser el crujido de los muelles de la cama al recoger su debilitado cuerpo. Dormía hasta la hora de comer y yo hacía un intento de cocinar, pero ella apenas tenía apetito. Nunca nos dejó entrar en su habitación, decía que no era lugar para niños, que el monstruo del caos nos acabaría engullendo, lo cual hacía estremecer a mi pequeño hermano, pero yo ya no creía en ese tipo de cosas, aun así, era consciente de que un ser terrible y mucho más real estaba comenzando a cavar las ojeras en los ojos de mi madre, aunque ya parecía casi imposible escapar de la rutina y el estrés.

Los cambios vinieron al año y medio después en forma de carta. Era mi cumpleaños, y mamá seguía durmiendo tras una noche agotadora, yo ya había aprendido a cocinar y mientras vigilaba la lasaña en el horno, oí la voz del pequeño anunciarme que había correo para nosotros. Esperamos a la hora de la comida para darle la carta a nuestra madre, y en el momento en el que ella comenzó a leer su contenido, pareció rejuvenecer todos los años que habían ido balanceándose en su rostro, creando las primeras arrugas. Entonces la vi sonreírme como años atrás, cuando yo apenas tenía unos días de vida. Comió deprisa y con apetito, no dijo nada pero yo sabía que en su mente se agitaban las palabras, lo adiviné en su inquietud y en sus ojos luminosos.

—Esta tarde iremos allí —nos dijo cuando terminó de comer.

Y aunque ella no había dicho a dónde, yo sabía perfectamente cuál sería nuestro destino.

El orfanato de los corazones olvidados apenas había envejecido y no sé si eso fue lo que me desilusionó, pues pensaba encontrar cambios donde no los había. Sin embargo, mi mente se centró en otro hecho que nos ocupó la mayor parte de la tarde. Mi madre nos llevó a una sala donde no había estado nunca, allí había muchas personas sentadas en una fila de sillas, parecían esperar a que alguien ocupara la gran mesa que se encontraba delante de todos ellos, y para mi sorpresa, fuimos nosotros los que ocupamos aquel lugar.

Durante las siguientes horas experimenté un cúmulo de sentimientos que me acompañarían por siempre, todos hablaban sobre mí, se interesaban en saber quién era más allá de mi nombre. Pude paladear por primera vez en mis quince años de vida cómo se sentía ser el centro de atención. Alguien mencionó en algún momento a mi hermano, pero siempre acababan preguntándole a mi madre sobre cómo habían sido los meses en los que yo había estado en su vientre. Aquel día volvieron las sensaciones que aún recuerdo de mi nacimiento y experimenté cómo era dejar de ser invisible.

El cielo se había vuelvo rojizo y yo ya estaba algo cansado, pero satisfecho, cuando la palabra cedida se convirtió en un murmullo de voces que terminó por abandonar la sala. Entonces mamá comenzó a reírse con ganas, como si estuviera destilando todos sus nervios y fuera capaz de aniquilar de una vez por todas al estrés. Nos abrazó, repitiéndonos una y otra vez que se sentía muy orgullosa de nosotros. Después nos llevó a la gran sala que con impaciencia anhelaba volver a visitar.

Sentimientos que había intentado enterrar años atrás volvieron a llenar de tierra mi garganta, pues mi vista se posó sobre cada uno de los estantes y vi a los mismos niños dormidos allí. Sin embargo, cuando nosotros entramos, la sala entera comenzó a despertarse, parecía que había llegado la primavera. Observé cómo aquellos que antes no alcanzaban las baldas, ahora jugaban con los niños de los estantes más altos. Incluso alguno llegó a acercarse a mí, curioseándome con unos dedos delicados y tímidos. No obstante, la mayor de las sorpresas vino después. Había comenzado a integrarme entre aquellas animadas flores que pululaban por la sala, cuando me encontré conmigo, literalmente. Enfrente tenía a una copia de mí mismo, y eso me creó una gran confusión. Él parecía estar igual de perplejo que yo, pero por suerte, mamá estaba por allí cerca.

—¿Quién es él? —le pregunté lleno de curiosidad— ¿Y por qué somos iguales?

—Es tu hermano —me contestó con dulzura— Pronto tendrás muchos más.

Me sentí como la primera vez que vinimos y no logré entender lo que ella me había explicado; sin embargo, cuando él y yo nos volvimos a mirar, aquellas palabras que sabía que jamás se me olvidarían, parecieron cobrar sentido en mi corazón, aunque fuera de papel.

—¿Quiénes son todos esos niños de las estanterías? —me preguntó él con timidez.

—Son los latidos encerrados de aquellos que quisieron jugar con la inmortalidad —respondí, seguro de haber comprendido por fin quiénes seríamos por el resto de la eternidad.

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Nayeli.

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Comentarios

  1. spidrmancoy

    spidrmancoy - hace más de 9 años

    Jaja, seguro que te va muy bien en el concurso, me ha encantado tu relato y tienes mucha maestría al escribir, me he metido en la historia de lleno :D Enhorabuena.

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