" Que ya no nos recordaremos. "
Las heridas envenenaron las ganas de reencontrarme contigo, calle frente a calle. Sin embargo los sentimientos están borrosos en la esquina de la estantería, entre un par de libros de poesía. Los árboles está vez están desnudos, y tú y yo raramente vestidos. Abrazados en la cama. Pero, callados como muertos. Quietos. De vez en cuando te atreves a acariciarme, pero es cómo si hubieras perdido el mapa de mi cuerpo, cómo si las huellas para recordar el camino las hubiera borrado el tiempo, y te miro, esperando que encuentras la salida al laberinto de silencios, y me hables. Quizás así me preguntes por haber besado los labios del octubre. Al mago de las cartas que tú dejaste de mandarme. Así descubra entre anécdotas, qué hace menos de treinta horas y dos, no te he olvidado, que le hacías el amor a otra. Y eso cause la pieza del dominó que me envalentone a susurrarte, el olvido llama a mi puerta. Cómo confesándome. Y que un par de lágrimas cayesen desde azoteas marrones, cómo diciendo, no quiero abrirle, pero. Te separarás más de mi en el colchón, y bajarás la mirada. Y yo intentaré explicarte cómo aporrea la madera cada vez que abro un buzón vacío. Cómo le escucho cuando tus palabras en la pantalla ya no dicen nada. Cuando te veo en el París que construimos a base de sueños y cigarrillos y ahora sólo queda el humo en la carretera de los restos que tuvimos. Colillas llenas de historias, de desayunos al amanecer, café en la esquina y poesía; de estar en cuadros históricos dónde disfrazándonos nos terminamos conociendo. De leernos el pensamiento en caladas, de gemidos en porterías, en noches estrelladas. Dónde casi enamorarnos extravagante cómo si Van Gogh nos estuviera pintando y señalando los despertares entre tus sábanas. De paseos a las tantas que se han convertido en doce y media y a casa, doce y media y abrazos en el portal que encubren ganas. Espera, no me mires así, cómo si fuera yo la que lo acabara entre líneas, cuando tú dices te quiero y la quiero, en la misma. Y yo digo casi imperceptible, y yo sólo a ti. ¿Qué has dicho? Nada. Una lágrima se escapa a sabiendas de la reprimenda, y te suelto de repente, no quiero volver a verte. Me miras desconcertado. Apagas el cigarrillo, e intentas llegar a mis labios, y te vuelvo a decir, que no, que no me quieras si vas a hacerlo de esa manera, con esa manía tuya de arrastrarme a brazos que abrazan a otra. Unos, que encima, no se han molestado en un, no te preocupes. No mandé sobres vacíos o al menos, no quería, ignoraste cada trozo del roto de mi ya desganado jarrón, que no me diste la oportunidad si quiera de empaquetarlos y esperar respuestas. Y ahora que decidiste dejar Londres por unos días, vienes, y me pintas palabras que sólo tu y yo sabemos, que Ámbar relata en los labios que más tarde besas, quedándonos cómo suspendidos, cómo la niebla que rodean las farolas, cómo el frío que nos aprieta. Para más tarde, hablarme de ella. Y echarme de los contextos dónde antaño aparecía cómo la parisina de tu vida, y yo aquí, esperando encontrarte en el metro del folio, y viajar a otros capítulos en el subterráneo del bolígrafo dónde embaucas a mis lágrimas. Pero, no, culpa al tiempo, a sus caprichos, a los tuyos o míos, que pasar por el parque sabrá agrio por muchos inviernos que pasemos juntos. Que ya no es suficiente con qué enmascares mis heridas con roces, que el calor de nuestro cuerpos, no quita el hielo de dentro. Que rompiste el billete a mis pesadillas, y viajé sola, y encima te fuiste al andén de otra. Es hora de abrirle, ¿no crees? Entiéndelo, las armas de la poesía han caído en el cansancio, ya no me engaña cómo a finales de septiembre. Ha dejado de jugar con mis manos a mis manos a firmar pactos con recuerdos, con ese pasado fantasma para que se las ingeniera y se disfrazara de presente en el diciembre que vinieras. Y ahora sólo somos dos personas que se echan de menos en dos metros cuadrados. Que se sienten lejos haciendo el amor, que se intercambian victorias de palabras dónde ninguno gana, que se quieren sin saber hacerse feliz. Ahora los cigarrillos se acaban antes, ahora quieres a otra sin olvidarme. Ahora lloro, y te abrazo cómo aferrándome a tu olor y al quererte. Me alejo, me dices un hasta mañana, y te digo, no, mejor que nos despidamos, que cerremos las puertas medio abiertas, que dejemos los juegos de tú me llenas, y lo sabes, con un par de rimas que ni tu cabeza sabe recordar, y afrontemos el hecho de acostumbrarnos a buzones vacíos. A que en el dos mil catorce, hagan dos mil y una carta que nunca mandaremos, que ya no nos recordaremos. Y está vez no me giro cuando me despido de ti. Y está vez ya no necesito escribir o precedir lo que en unos meses nos vayamos a decir. Sólo, abro la puerta. Tú sales, silencio, silencio, silencio, y el olvido entra.

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Escrito por Belén Molina Calvo. Por favor, si quieres usar parte o el total de este texto, ponte en contacto conmigo. Es un escrito muy personal, y te lo agradecería muchísimo.



Comentarios
atenea - hace más de 11 años
Bely. Considerarías dedicarme el primer libro quee escribas?No tengo palabras. He vivido el texto a cada línea.
bely. - hace más de 11 años
Jo, muchisimas gracias Atenea de verdad, no sabes todo lo que significa, si consigo escribirlo ¡por supuesto que lo consideraría! Es más tenía yo un par de proyectos que me gustaría compartir contigo, haber si tengo un rato y hablamos.
larisa - hace más de 11 años
Bely escribes precioso, opino lo mismo que Atenea lo he vivido.
- hace más de 11 años
Tienes un don,y me entusiasma que compartas el arte de la poesia con nosotros,si sigues asi llegaras lejos.
exactamente - hace más de 11 años
Te das cuenta de que un post es increible cuando hay más metáforas que frases, definitivamente te tengo que ver en política ^^
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