La cara B de Madrid.
Centro de Madrid, mapa borroso por culpa de la fotografía hecha con el móvil. No tiene la suficiente nitidez como para terminar de entender la dirección a la que se dirigen. Pero, para qué engañarse, lo prefieren así, al fin y al cabo, el rumbo no es lo importante, sino el enfoque. Perderse entre las calles hará que la gran ciudad sea un poco más divertida, y quizás consigan encontrarle más encanto. Perderse está hecho para los que no tienen prisa, para los buscadores de tesoros, para los que viven la vida desde dentro. Deciden poner el McDonald de la Gran Vía, como punto de partida. Donde volverían a comer unas horas más tarde. Cómo jugando con el azar, derecha o izquierda, terminan en Fuencarral. Conocen a un hombre, no sé su nombre, pero es de esas personas que te cruzas por razones, que te regalan amor sin saberlo, que creces con el corazón de un desconocido en diez minutos, o en quince. Vagan un rato más, y preguntan un par de veces por hipótesis de lo que creen que están buscando.
Calle del Barco, y cruzar una plaza para llegar a Corredera de San Pablo. Y de repente, La Antigua, y sensación de estar en París. Pisan el suelo negruzco dónde seguramente Chaplin improvisaría un poco. Dónde un artista ensimismado podría conectar un segundo con el mundo exterior, y llegar a nosotros cómo si realmente nosotros mismos supiéramos hacerlo. Jazz, y subir escaleras de los años 20 en la ciudad de las luces. Sueñan con ponerse esa camisa del fondo , y admiran cada trocito de la tienda, cada detalle lleno de arte, y sine-cera. Terminan comprando uno de los productos más baratos, que como si fuera destino pone : We love whales, and we love. El mismo love quizás de los 60 que vemos en la matrícula de esa estantería vainilla. Y el reloj abrazado por madera vieja, que nos para el tiempo, y nos hace volar entre las paredes llenas de poesía, de cofres dónde esconder todas las servilletas que escriben los capítulos de antaño, y viajan por el pasado.
El mismo con el que vuelven a tropezar cómo con el ritmo de la Bso de Amelie, en el otro extremo del barrio. Greek and shop. ¿Y un, eso será comida griega? La camarera las mira, y afirma sonriente . No se lo creen, una de las cosas que tienen pendientes desde hace unos años y varias hojas amarillas de retos para toda la vida, es, comer comida griega. Entran, y Belén empieza como loca a leerle e intentar traducir alguna cosilla de todos los botes, ¡incluso hay nocilla griega! , bueno ,qué, ¿nos atrevemos? Pedimos una pita con queso feta, con salsa TZATZIKI, y que si salsas rusas o libanesas, pero, se deleitan en cada mordisco. Un poco de bougatsa, y luego besan a la nieve en los postres navideños típicos de esa increíble cultura. Que además, se realza en la columnas con estilo corintio que rodean el rincón, donde más tarde, añaden unas tarjetas moradas y azules a una especie de árbol de propósitos del 2014. (¡Que le den al McDonald, esto es comida de verdad!)
Belén no puede evitarlo, y Bea se ríe de las caras que pone, cuando, consigue hablar con un hombre que sabe hablar griego moderno, y le dice, ¡dime algo por favor! Y le suelta un, "isi polea ogea" (que quizás se escriba ισι πολεα ογεα) , y le dice, significa, qué estás preciosa. Sonrisas, y de vuelta al París que han descubierto.
Si es que, la cara B siempre puede llegar a sorprendernos. Entre el nº 53, 31, y dudar, consiguen llegar a "La Realidad", y nunca mejor dicho. Porque si alguien se precia de estar enamorado del arte, y ese lado inexplicable del día a día, se encuentra allí. No diré mucho más que:
"To see a World in a Grain of Sand
And a Heaven in a Wild Flower,
Hold Infinity in the palm of your hand
And Eternity in an hour" (William Blake)
El escenario del fondo, con lo sofás granates, y dos sillas diminutas separadas por mesas que son tableros de ajedrez, es suficiente, para seguir bajando esa calle, y enamorarte de teatros pequeños, de puertas rojas o azules, de Gorilas, de lugares dónde el café es más inspiración que bebida. Dónde termina siendo el acompañante de una librería, jarrón, galleta italiana momento de película en blanco y negro, y bolígrafo con el cuál viajar entre Ferrara, Cerdeña (II) , Milán (II), Livorno, Génova, y un poco de Apueia.
Teatro Lara (C/Corredera de San Pablo)
Librería Antioquia (C/Corredera de San Pablo)
Terminar en la plaza de las lunas, y descubrir qué definitivamente, Madrid es romántico, y esconde mucho de bohemios, y todo lo que son sombras, ahora parecen más bien tomar formas e iluminar.
Disfrazarnos de inglesas, y que cuele, y sentirnos orgullosas, y soltar un F*** them who didn't believe in us. And with such a pain, and support, llegar al arco del triunfo, y volver de París, de comer en Grecia, merendar en Italia, en una sola calle, dónde terminar viendo la luna, en la cara B de Madrid. En un sitio más dónde inspirarse y soñar, y encajar un poco de más piezas.
Mi profesor de historia siempre dice que hay varias caras, resulta que también es escritor, y hoy ha hablado sobre ello en su blog. De ahí el título, y la verdad, encontrar la cara B de esta ciudad ha sido increíble, pero sigo preguntándome dónde se ha escondido mi cara A, porque sigo sin encontrarla.
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