Capitulo 4: Con olor a campo
Al día siguiente, me levanté a las doce de la mañana, mis padres se levantaron media hora más tarde y mi abuela Sandy a las once de la mañana, ¡Cómo madrugan los abuelos!. Desayuné zumo de naranja y “bollo preñao”
Después, como siempre voy, primero, a saludar a una amiga de mis abuelos de toda la vida que tiene cuatro perros y muchos gatitos. En su misma casa arriba del todo tiene una terraza, a la altura del campanario de la iglesia, ¡Desde su terraza, casi puedes tocar a las cigüeñas!. Luego me voy hacer compañía un rato a mi tía Isabelle.
A continuación me voy a la biblioteca del pueblo que está al lado de la residencia de mayores, los mayores están cuidados por monjas. Llego a la biblio:
- Hola, puedo pasar.
- Si, Max pero has llegado veinte minutos antes.
- Gracias, ¿me puedes encender el ordenador numero cinco?
- ¿Y la tarea? Que como no lo hagas lo de hoy, llamo a tu madre.
- Luego la hago, Miley.
- Ok, pero solo vas a estar veinte minutos. Luego hacer la tarea.
Me metí lo primerito en la red social ITNEUT y luego me volví a buscar sobre la llave, pero no conseguí nada más. Terminé la tarea.
- Riinggg, ¡El móvil!
- Hola abuela, ¿qué quieres?
- Me ha dicho tu madre que nos vayamos a la piscina de verano.
- ¿Para qué?
- Luego te lo digo.
- Vamos, quedamos dentro de cinco minutos en el paseo de San Raimundo, que está al lado de la biblioteca.
- Vale.
- Hasta luego.
- Xao.
Entonces, me fui al paseo de San Raimundo, ya me estaba esperando mi abuela.
- ¡Tarde... Como siempre!
- Vale... ¡Qué pesada! ¿Para que tenemos que ir a la piscina?
- Me ha dicho tu madre que tenemos que ir a por los bonos del mes, creo que son muy caros.
- Nose, ¡Vamos!
Al final, llegamos veinte minutos después, nos costaron ochenta euros los cuatro bonos del mes. ¡Qué caros!
Por la tarde nos llamó nuestro primo el Manzana, para ir a su huerto que nos iba a dar una cosa. Cuando llegamos al huerto, le ayudamos a regar las plantas y a quitar las malas hierbas. Lo que nos tenia que dar era tomates, pimientos, guindillas, cebollas dulces, cebollas normales, peras y melocotones. Luego nos fuimos a la finca de otro amigo nuestro, la finca seria de unos doscientos noventa metros cuadrados, en los que tenia jabalíes, cerdos, gallinas, cabras y ovejas. Nos dio también melones, sandias, huevos, leche y queso.
Cuando llegamos a casa nos estaba esperando mi madre y mi abuela en la terraza de la casa, al fresco.
- Hola mama, abuela.
- Hola hijo.
- ¿De dónde venís?
- De la finca del Manzana y del Grapa
- Que olor traéis ¡Puag!.
- ¿Qué pasa? Mira cuantas cosas nos han dado.
- Iros directamente a la ducha, ¿no os oléis?
- Pues no.
Después cenamos, y nos fuimos al bar del pueblo sobre las doce de la noche, y me tome un helado. Al final de todo el día me dije a mí mismo:
- Vaya día, creo que aun habiéndome duchado, tengo olor a campo.



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