Secuestro

Me llamo Juan y mi hermano, Francisco. Mi padre, Luis es político y trabaja en el gobierno.
Un día como otro cualquiera, iba yo con mi hermano al colegio en autobús, ya que mi padre madruga mucho, mi cumpleaños había sido hace dos días, y nos pasó lo peor del mundo: ¡NOS RAPTARON!
Cuando faltaban pocos minutos para llegar al colegio, derrapó una furgoneta, se abrió la puerta corredera y nos apuntaron dos tíos con pistolas y pasamontañas.
En esa milésima de segundo, Fran me dijo: ¡Corre, Juan!
Le obedecí, pero me frené al verle tumbado en el suelo con un disparo en la pierna. En ese momento, nos metieron en la furgoneta, nos taparon la cara con una bolsa y nos llevaron a un sitio del que no teníamos ni idea de dónde podíamos estar. Pasaron días y días, casi perdimos la noción del tiempo.
Estábamos en el campo con una manguera que nos dieron los secuestradores. Aprovechamos para beber y limpiar la herida de Fran. En ese momento, nos dieron una paliza e hicieron un vídeo con nosotros mostrando nuestras heridas profundas. Hablaban en árabe, y pedían a nuestros padres cuatro millones de euros.
A los dos días éramos famosos, salía la gente hablando de nosotros en la radio. Yo intentaba tener un poco de sentido del humor, pero a Fran no le hacía tanta gracia.
Os describiré su herida: tan grande como una pelota de tenis, tenía trozos del asfalto de la carretera del colegio. Era un poco amarilla, rodeada de un color verde y rojo. Recuerdo que el olor de la herida infectada era como el un gato podrido y atropellado.
Él no hablaba, sólo pensaba constantemente que tendrían que amputárselo. En ese momento, me acordé de mi regalo de cumpleaños: un reloj que parecía muy humilde, pero tenía una cualidad: GPS que mandaba ondas de ubicación a mi padre. Se lo expliqué a mi hermano, sonrió y me dijo: “estamos salvados”.
Esa noche intenté dormir porque sabía que esa noche iba a ocurrir algo importante pero Fran estuvo toda la noche con mi reloj.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, comentan en la radio que han encontrado la ubicación de los niños gracias a su reloj. Sin mediar palabra, nos metieron otra vez en el maletero de un coche. En ese momento pensé que nos matarían, pasados unos minutos, el coche pegó un frenazo y se abrieron las puertas del maletero: me arrancaron el reloj en la muñeca y casi muero de la paliza que me dieron, hasta el punto de que me dieron con la culata del arma en la cabeza y me dejo inconsciente, sólo pude estrechar y agarrar la mano de Fran.
Me desperté en el Hospital con mi hermano en la otra cama, con mi padre dormido agarrado a mis pies y la enfermera me dijo el día y la hora que era. Llevaba tres días inconsciente. No entendía nada, ¿como me habían rescatado ya sin reloj?
Cuando desperté a mi padre, mi hermano se despertó de los gritos de alegría de él. Mi hermano me lo explicó todo: la noche en la que estuvo mirando el reloj abrió y sacó el chip de la ubicación y se lo escondió. Yo le pregunté: ¿dónde lo escondiste? Y él me respondió con la mirada: se lo incrustó en la herida de la bala.
Me quedé de piedra, pero cuando vi que llevaba una pierna de metal rompió a llorar. Mi padre me consoló con unos de sus cientos de abrazos y besos que me daba por minuto. Esto que os he contado me pasó hace diez años y ese es el tema con el que quiero hacer una película. Espero que con los beneficios que obtenga pueda ayudar a los niños del mundo que haya que amputarles las piernas.



Comentarios
juanca - hace más de 11 años
me parece una historia muy buena
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