Miedo a decir adiós
Me Da Miedo Decir Adiós
Me da miedo decir adiós. Esa palabra, tan rotunda, tan definitiva, parece encerrar en sí misma la fragilidad de la existencia, como si en su pronunciación se sellara un ciclo que no puede volver a abrirse. Decir adiós es abrazar la ausencia, es aceptar que lo que una vez estuvo cercano, ya no formará parte de nuestro presente. Y en ese instante, el alma se quiebra, el corazón se vuelve un susurro y todo lo que fuimos juntos se desvanecen en el aire, como una última brisa antes del silencio.
Decir adiós implica reconocer que, en esta vida, los lazos que nos unen son frágiles y, muchas veces, irreparables. Lo que alguna vez fue eterno, lo que pensamos que nunca se disolvería, ahora se presenta ante nosotros como un espejismo que se desvanece en cuanto intentamos alcanzarlo. El miedo no es a la despedida en sí, sino al vacío que deja. Ese vacío que nos recuerda que, aunque queramos sostener lo que amamos, el tiempo y la distancia siguen su curso imparable.
Es curioso cómo, en los momentos previos a la despedida, el corazón se acelera, las palabras se atragantan y los ojos, esos ojos que se han compartido en mil miradas cómplices, se llenan de una tristeza muda, porque las palabras que aún nos quedan nunca parecen ser suficientes. ¿Cómo se puede encapsular en una frase toda una vida de encuentros, de risas, de silencios compartidos? ¿Cómo decir adiós sin que el alma quede suspendida en el limbo de lo no dicho, de lo no vivido?
Me da miedo decir adiós, porque temo que en ese adiós se oculte una promesa rota, una historia inconclusa. Pero también sé que, al igual que el ocaso da paso a la noche y la noche a un nuevo amanecer, el adiós no es el final, sino el principio de otro ciclo. Quizás uno donde, aunque diferentes, seguimos conectados por los hilos invisibles del recuerdo, de lo que fuimos, de lo que aún somos, aunque ya no estemos juntos.
Decir adiós es aprender a soltar, a dejar ir con amor y gratitud, a confiar en que lo que ha sido valió la pena, a pesar de su fugacidad. Y, aunque el miedo siempre estará allí, me atrevo a dar ese paso, porque sé que cada despedida, por dolorosa que sea, abre espacio para nuevos comienzos, para nuevos encuentros, para seguir creciendo.
Me da miedo decir adiós, pero también sé que decirlo es un acto de valentía, de aceptación, de amor. Porque el verdadero adiós no reside en las palabras, sino en lo que dejamos atrás para llevar con nosotros en lo más profundo de nuestro ser.



Comentarios
CIBERNUMAN - hace 10 meses
que reflexion mas bonita, Hacerse mayor es
Andrea Sanmarti - hace 9 meses
¡Hola! Que bonito es leerte, he pasado recientemente por una situación que me hace sentirme súper identificada con tu post. Tienes toda la razón, decir adiós es un acto de valentía y de amor.
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