Ya somos mayores
Nos Hacemos Mayores
Con el paso del tiempo, la vida, como un río sereno pero constante, nos arrastra suavemente hacia la inevitable verdad de nuestra propia transitoriedad. Nos hacemos mayores, no solo en el físico, sino en el alma. Ya no somos los mismos que un día, llenos de ilusión y de sueños infinitos, mirábamos al futuro con la esperanza desbordada de quienes aún creen que el tiempo es un aliado. Hoy, ese mismo tiempo se ha convertido en un testigo mudo de nuestras ausencias, de los recuerdos que, como hojas caídas, ya no retornan.
Es curioso cómo el envejecimiento no se limita a los años que marcan nuestros cuerpos, sino que también se infiltra en la mirada, en la quietud de las palabras, en las decisiones ya no impulsivas, sino meditadas. Cada arruga es la historia de una batalla ganada o perdida; cada cana, un testimonio de los días que nos han formado, de las risas que compartimos y las lágrimas que, con el paso de los años, aprendemos a ocultar con mayor destreza.
Nos hacemos mayores y, sin embargo, nos encontramos con la paradoja de la juventud eterna en el corazón. Porque, al igual que el buen vino, nuestras emociones maduran, se afinan, y aunque nuestros cuerpos se cansen, el espíritu sigue ardiendo con la pasión de quienes saben que, en el fin de cada etapa, reside una nueva oportunidad para aprender, para sentir, para amar.
Nos hacemos mayores, sí, pero con la gratitud de quienes han vivido lo suficiente como para comprender que cada día, por fugaz que parezca, es un regalo que debemos apreciar con la misma reverencia con la que se contempla un atardecer que ya no volverá. En ese caminar lento y reflexivo, encontramos la belleza en lo simple, la paz en lo callado, la sabiduría en lo vivido.
Así, mientras el tiempo sigue su curso, comprendemos que, al fin y al cabo, ser mayores no significa haber perdido la juventud, sino haber hallado una nueva forma de ser, de amar, de existir.
Autora :Alba Lobo Esteban



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