Cibercorresponsales

Había sido su primer beso y aún estaba a la espera de algo.
Pasó mucho tiempo soñando cómo sería ese momento mágico del que todos hablaban, pero ella no sintió nada. Tal vez los demás fueran unos simples mentirosos que pretendían engordar su mente con falsas ilusiones. ¿La habrían tomado por ingenua?
Esperó ese aleteo vaporoso acariciando su piel o nubes de algodón dentro de su cabeza. Esperó sentirse adormecida y viva al mismo tiempo. Sin embargo, no hubo nada que la sorprendiera. Más bien notó como si una fina tela húmeda le cubriera la cabeza, privándole de cualquier sensación.

Ella quería sentirse querida, él también. Puede que solo fueran dos almas uniéndose a la fuerza, dos piezas de distintos puzzles que jamás encajarían. Tal vez se habían precipitado demasiado.

Aún podía notar su rostro atrapado tras la húmeda tela, que la hacía sentir angustiada y perdida. Rozó sus labios con la yema de los dedos, anhelando algo que ni ella misma comprendía. Buscó en vano ilusiones perdidas y rotas, que ahora cortaban. Estaba llena de sentimientos vacíos.

Ella le sentía allí, a su lado, pidiéndole otro beso que se negaba a darle.
La tela oprimía cada vez más su rostro y le dificultaba la respiración. Cerró los ojos mientras gotas cargadas de amargura y dolor quemaban sus mejillas. Estaba tan confundida... ¿era esto el sentimiento del que todos hablaban? ¿ese sentimiento que ciega nuestras mentes y abre nuestras corazones? No lo sabía. Así que hizo lo único de lo que estaba segura: le dijo que se fuera.

Después de eso, no pudo dejar de plantearse una y otra vez la misma pregunta:

¿Conseguiría alguien quitarle aquella húmeda tela del rostro?

Nayeli.