SKY. Capítulo 4
Oigo unos pasos tras la puerta.
Respiro hondo.
Ahora se oye cómo levantan el pestillo, y el crujido de la madera se clava en mis oídos.
Me sorprende bastante la persona que se encuentra detrás de la puerta, aunque después de la pequeña descripción que me han hecho sobre él, se podría decir que en cierto modo me lo esperaba.
Sir. Leeroy me sonríe abiertamente y me hace un ademán con la mano para que entre.
—Bienvenida a mi pequeña morada, Sky —dice con una voz demasiado atractiva.
Medito sus palabras. Doy un paso hacia atrás para observar la "pequeña" morada. Niego con la cabeza y sonrío.
Él ríe a carcajadas, parece leerme el pensamiento.
—¿Qué estás esperando? Obedece sus órdenes, desde ahora eres oficialmente su sirvienta —me regaña el jefe.
Asiento. Subo los escalones de mármol y entro.
Todo está en la penumbra. Oigo la puerta cerrarse lentamente. Me giro y veo los penetrantes ojos marrones de Sir. Leeroy. Me inspeccionan de arriba abajo con suma concentración. Después dice algo entre dientes y afirma.
Estamos solos y no sé cómo reaccionar. ¿Por qué me ha mirado de esa manera? La ira hierve en mi cuerpo. No puedo decirle nada o me despedirán. No quiero estropear las cosas antes de empezar.
Por supuesto, a mí también me ha dado tiempo a observale. Su rostro es joven, tiene una barba bien afeitada, ojos marrones claros y pelo castaño. Es más o menos de mi estatura. Juraría que tras esa bata un tanto extraña, de dibujos indescifrables de tonos granates y azul marino hay unos trabajados músculos, sus pies lucen zapatos negros elegantes y puedo averiguar unos pantalones de pijama, o eso me parece a mí.
Tras un silencio eterno e incómodo él decide hablar.
—Ven por aquí —dice simplemente.
Su voz es muy dulce.
Entonces, cuando da el primer paso, algo que no me esperaba ocurre.
Un pequeño farolillo colgado de la pared se ilumina y me deja vislumbrar la extravagante decoración de un pasillo al que no alcanzo a ver su final. Seguimos caminando hacia una negrura que se me hace eterna.
No puedo retirar la mirada de los muebles y cuadros que cubren las paredes, y las curiosas alfombras bajo mis pies. Todo ello parece estar es una hermosa armonía de colorido y, a pesar de ser una decoración un tanto estrafalaria no me disgusta, y casi lo prefiero, porque muy pronto tendré que limpiar el polvo que se oculte tras ellos, y seguramente sea mucho.
Llegamos hasta una bonita escalera de madera. Ascendemos y encuentro varios corredores.
Esta casa es como un laberinto que esconde secretos en cada uno de sus más inhóspitos rincones. Creo que mi cabeza no puede asimilar todos los lugares por donde paso. Simplemente, dejo que este extravagante personaje me guíe. Recorremos pasillos y subimos escaleras.
La verdad es que lo único que no está en consonancia con toda la decoración que me rodea es una pared desnuda, pintada de un color azul pastel. Se encontraba al final de uno de los muchos pasillos que he visto y me parece un tanto extraña su presencia. Es como si toda esa armonía de colores se rompiera con esa pared desprovista de decoración. Me pregunto el porqué de su presencia, pero ahora no hay tiempo para averiguarlo, la he dejado muy atrás y ni siquiera sé dónde está.
Aparto la idea que me ha asaltado y continúo andando. Aunque sé que por mucho que quiera, esa disonancia me va a dar más de un quebradero de cabeza.




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