Telaraña
Una negra araña asomó por debajo de la puerta. No se dio cuenta de cómo la oscura masa crecía y crecía, moviéndose hacia donde ella se encontraba hasta que una de las arañas trepó a su mano, acariciándola con sus largas patas. La reacción fue inmediata. Se le erizó la piel y un grito de horror salió de su boca. Trece minutos más tarde, todo lo que ella podía ver era oscuridad. Diminutas patas sobre su piel que le producían escalofríos. Cerró los ojos con fuerza para tratar de ignorar cómo paseaban por sus labios, sus párpados y sus mejillas. Prefería no imaginarse a todos esos seres peludos de ocho extremidades sobre su cuerpo, tejiendo un terrible plan para acabar con ella.
Las arañas desaparecieron pasados trece minutos, para dar lugar a otra claustrofóbica sensación. Apenas podía moverse, la gente la empujaba de un lado a otro. Perdió el equilibrio en numerosas ocasiones, pero no cayó al suelo. La multitud la ahogaba. Comenzó a notar cómo la cabeza le daba vueltas y le faltaba el aire. La música taladraba sus oídos y nadie oyó cómo pedía ayuda cuando se golpeó la nariz contra el suelo. Le pisaron una mano y recibió unas cuantas patadas en el estómago. Supo que estaba sangrando por el sabor amargo que le llegó a los labios.
Trece minutos después, el silencio fue el que comenzó a hacerle daño en los oídos. Al rato, un eco de voces llegó hasta ella y se dio cuenta de que estaba en una cola, esperando quién sabe qué. Cuando la enfermera pronunció su nombre, quiso quedarse donde estaba, pero sus piernas avanzaron solas. El olor a alcohol la despertó de su aturdimiento, apenas le dio tiempo a reaccionar. La aguja se clavó en su piel y observó cómo la sangre rellenaba los tubos. Comenzó con un profundo pinchazo en la sien, las formas empezaron a perder nitidez hasta convertirse en figuras borrosas que susurraban su nombre y la oscuridad amenazó con arrastrarla hasta el vacío.
Trece minutos más tarde, pareció despertar del hechizo. Gotas de sudor surcaban su frente y sus manos temblaban. Suspiró, aunque adiviné incertidumbre en su rostro descompuesto. Ella no se había percatado de mi presencia, pero yo había estado presente durante todo el proceso. Aun así, no estaba satisfecho, así que hice lo que pensé que tenía que hacer.
No tengo rostro, pero en él mis víctimas pueden leer aquello que más les aterroriza, así que no culpo los llorosos ojos de la muchacha cuando me miró, su pálido rostro o sus temblorosos labios.
—¿Así que escribes sobre tus miedos para intentar superarlos?
Leí las ganas de huir en sus ojos, el terror la estaba devorando por dentro. Sonreí, aunque ella no pudo verlo. Tardó un largo minuto en responder, pero finalmente, asintió.
—Y bien, ¿lo has conseguido?
Sé que mi profunda y espectral voz la había impresionado y le había quitado el habla, era lo más normal. Lo que me sorprendió fue que siguiera allí, sin apartar la vista de mí. Podía estar paralizada por el miedo, pero creo que había algo más: curiosidad. Ella asintió de nuevo.
—¿Segura? No te noto muy convencida.
Entornó los ojos y su temblor cesó. Esta vez, la respuesta fue casi inmediata.
—Sí.
Trece segundos más tarde, yo había desaparecido.
Nayeli.




Comentarios
un hipster alocado - hace más de 10 años
El hecho de que sepas describir tan bien los sentimientos es algo que me abruma bastante. Ya sabes lo fan que soy tuyo, pero es que lo clavas.
corcheita44 - hace más de 10 años
Adoro esta obra de Ludovico, nunca la habría imaginado sobre un texto como este, pero el efecto es realmente increíble. Me encanta.
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