"Escandia"
Aquí os dejo con mi última historia escrita con ayuda de mi hermano (Ayikro). Espero que os guste ;)
Entré y vi a mi madre tirada en el suelo llena de sangre. A su lado estaba mi peluche y una nota que decía: "Me dijo que fuese a Escandia, todo el mundo me decía que no existía, pero la sangre que aquí ves es prueba de lo contrario."
Había fotografías de mi antiguo hogar. Me sumergí en mis más profundos recuerdos, cuando Micky aún existía.
Tan solo tenía cuatro años cuando mis padres se separaron. Mi padre se fue a vivir a Irlanda lo cual me hizo saber muy bien lo que era y es la distancia.
Mi madre, en su ausencia me regaló un Feenec, un pequeño zorrito al que llamé Micky.

En el colegio sacaba buenas notas, pero eso no quiere decir que ese sitio fuese de agrado para mí. Yo era bajita, tímida y callada. A veces todo el mundo se reía sin haber una razón lógica, era horrible e incómodo. Siempre estaba deseando volver a casa con Micky, para poder jugar con él y pasármelo en grande era genial. Pese a todo pasé unos años estupendos con mi familia.
A mis doce años Micky murió por una enfermedad rara, una noche se escapó, cuando volvió estaba cubierto de sangre moribundo. A mi madre la transladaron de trabajo hasta Barcelona lo cual nos hizo tener que mudarnos a una casa nueva. Este año fue cuando entré en el instituto, donde conocí a una persona muy especial llamada Robert. Él me regaló un peluche de nuestro videojuego favorito, Escandia, acompañado de un colgante. Nunca había tenido un amigo así, podía contarle cualquier cosa, siempre me ayudaba, nos divertíamos con todo, era perfecto. Un día Robert desapareció, ya no iba a clase, nadie sabia nada de él, excepto sus padres. Ellos me dijeron que un día no regresó del instituto, pero que había dejado una nota escrita en la nevera que decía: "Es importante, volveré lo antes posible." Pero pasaron cinco años y el seguía sin aparecer.
Aquella mañana del 2091, era mi primer día de clase en la universidad, entró un chico nuevo, era paralítico pero le habían puesto brazos y piernas de metal. Se acercó a mí, me cogió de la mano y me llevó al baño.
Él: -¡Alice soy yo!
Yo: -¿Cómo que yo? Lo siento pero yo a tí no te conozco de nada.
Él: -Soy Robert, este colgante, te le regalé yo, junto al peluche de Escandia.
Yo: -No entiendo nada, ¿dónde has estado?¿qué te ha pasado?
Él: -Antes de que me fuese de casa me llamaron. Me dijeron que había un sitio llamado Escandia, que era una recreación de nuestro videojuego. Pero era mentira, me llevaron a un sitio donde te hacían ser sus esclavos a cambio de volver con vida a tu casa, pero sin saber cuando. Sí, lo sé, me dejaron sin extremidades pero al menos pude volver a verte. Alice, no sabes cuánto te eché de menos, me pasaba horas llorando sin saber qué hacer, te necesito en mi vida. No podía hablarte, ni verte tan solo soñarte. Alice te quiero.
En ese momento me quedé sin palabras y le di el abrazo más grande del mundo.
A los veinticuatro años me independicé y me fui a vivir con Robert. Como de costumbre él se fue a trabajar, mientras tanto decidí llamar a mi madre. Después de cinco intentos de hablar con ella, cogí el coche y fui a su casa. La puerta estaba abierta. Allí estaba mi madre, junto a mi peluche.



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