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Welcome to the black parade.

Línea de Sucesión IV

Publicado por stark el 18/11/2014 · Categorías: Creación, Fanfiction

Capítulo anterior.

7 de agosto de 2004. 02:24 AM.

Cuando llega la noche me dedico a leer. Desde que aprendí a hacerlo cogí la costumbre y me volví incapaz de dormir sin haber leído antes. Después de cenar se nos permite quedarnos en el salón a hacer lo que queramos e irnos a dormir cuando tengamos sueño. En el Madre Teresa cenábamos a las 20:00 y después nos mandaban a nuestras literas. Aquí, procuro quedarme jugando a la consola con Matt hasta que estoy demasiado cansada. La hora de dormir es el peor momento del día. Cuando me cuesta hablar sin bostezar y siento que se me cierran los ojos, me voy a mi habitación y leo hasta el fatídico momento en que me quedo dormida. Hace unos años, cerrar la puerta con cerrojo entraba en mi rutina, pero con el tiempo se dieron cuenta de que no servía para nada.

Estoy en las páginas finales de La importancia de llamarse Ernesto cuando me pierdo en las palabras. No me da tiempo a terminar, así que lo cierro con un marcapáginas, lo dejo en mi mesita, apago la luz y, como siempre, me ordeno a mí misma que no me levante. Como siempre, no me haré caso. Después, por desgracia, me duermo.

No suena el despertador por megafonía. Esta mañana no hay música clásica. Herr Gustaff se encarga de pasar a despertarnos uno por uno. Cuando llega a mí, grita.

— ¡Cleo!  No hay electricidad. ¿Tienes algo que ver…?

Mierda. Otra vez. Pues claro que tengo algo que ver. Me levanto de un salto y voy hacia la puerta descalza. Solo uso zapatos cuando salgo del edificio principal.

 

—Cuando nos hemos dado cuenta de que no funcionaba ningún interruptor he ido a ver el panel de control, y estaban todos subidos. Los generadores estaban perfectamente. Hacía viento suficiente para los molinos. No había ningún cable roto. ¿Qué has hecho?

—Ay, dios… Lo peor es que no lo sé, como siempre. Si me dejáis un rato por allí creo que puedo arreglarlo. Y llamad a Matt.

El antiguo miembro del Comité Olímpico Internacional se echa a reír.

—Matt lleva allí desde las ocho de la mañana. Mr. Ericsson está con él. Están algo cabreados contigo –me mira con una sonrisa que asusta bastante. A menudo la gente se ríe de las tenebrosas sonrisas de nuestro profesor.

Estoy preocupada. Ninguno de los dos ha sabido arreglar lo que quiera que haya pasado en el suministro eléctrico. A veces me planteo pedir que me aten a la cama.

Cuando llego a la sala desde la que se controlan los suministros de luz, agua y calefacción, Matt se echa a reír como un loco. Mr. Ericsson me mira serio, cruzado de brazos.

— ¡Por favor, mirad esos pelos! ¡Parece un maldito león! –sigue riendo, tirado en el suelo y secándose las lagrimillas-. ¿Qué es eso de tu pijama? ¿Un osito?

Pongo los ojos en blanco. Es incorregible. El resto de los presentes finge que no le oye. Voy hasta el profesor, quien me hace observar un cuadro lleno de interruptores con etiquetas, de las cuales tengo que buscar al menos la mitad en el diccionario. ¿Qué narices es un diferencial?

—A ver, Cleo. Voy a desatornillar la caja y comprobaremos si has tocado los cables.

¿Desatornillar la caja y trastear con cables? Esto es peor que esa vez que me metí a la capilla del  Madre Teresa y puse todas las cruces del revés. Las monjas creían que era obra del diablo. Nos hicieron pasar el día rezando.

Matt, que ya se había tranquilizado y estaba ayudando a Mr. Ericsson, ríe de nuevo. Los cables están arrancados de sus sitios y atados en un bonito lazo. Lo miro sin comprender. ¿En serio yo he hecho eso?

—Definitivamente, debería dormir en una celda de aislamiento.

Mr. Ericsson se echa a reír junto a Matt.

—No aguantarías ni una hora allí. Harías otra de las tuyas al estilo McGyver.

No entiendo por qué se ríen de mis catástrofes nocturnas. En realidad les entiendo, resulta gracioso que mis únicas fechorías sean estando dormida. Pero no tiene gracia que destroce mis libros, que le pinte la cara a los retratos de la clase de arte, que eche sal en la piscina ni que deje el orfanato entero sin electricidad. Lo mejor de todo es que nunca me han regañado por hacerlo. Miss Levine se echa a reír al ver los cuadros por la mañana y me felicita por “mejorarlos”. Herr Gustaff, con una de sus extrañas sonrisas, dice que con una piscina salada nos sentimos como en el mar. Sin embargo, cuando veo esos bigotes, cuernos, florecitas y ojos espirales hechos con rotulador sobre obras de arte no puedo evitar odiarme. No sé qué hay en mi cabeza para convertirme en una persona malvada mientras duermo.

Media hora después estamos desayunando como si no hubiera pasado nada. He tenido tiempo para vestirme y peinarme mientras Alisa podía enchufar su exprimidor. Llegar al comedor es algo vergonzoso. Todos saben que he sido yo. Siempre que pasa algo malo durante la noche es por mi culpa. Sabiendo lo que me esperaba, he entrado nerviosa al comedor; y rápidamente tenía a 32 alumnos mirándome sin disimulo. Aquí no existe el disimulo. Nos enseñan a no tener miedo a decir lo que pensamos, ni tampoco a mostrarlo. También nos enseñan a no sentirnos intimidados por comentarios o miradas de esa manera, pero después de miradas así casi todas las semanas, a pesar de acostumbrarme, me empieza a doler. Linda viene hacia mí medio corriendo, sonriente.

— ¡Cleo, Cleo! ¿En serio has sido tú la de la electricidad? ¡Woah! ¡A veces da miedo lo que haces estando sonámbula!

Me esperaba algo así de su impulsividad. Río con nerviosismo, no se me da bien responder a cosas relacionadas con mi sonambulismo.

De nuevo, como cada 24 horas, llega la noche; y, con ella, el momento más difícil del día. Mientras duermo, siempre hay un momento en el que estoy soñando pero no sé si estoy tumbada o en pie. Dicen que a veces hablo en sueños. Me da miedo gritar. Una vez en brazos de Morfeo, aterrizo en mi clase. Caigo sobre una silla al lado de la mesa del profesor, donde está sentado Watari. Pega martillazos en la mesa. Al momento lo entiendo todo. Es un juicio. Yo soy la acusada. Y soy culpable.

—Señorita Helena McLaren –todos parecen conocer allí mi nombre-. ¿Sabe por qué se le acusa?

Sacudo la cabeza. Matt, que está sentado en la última fila, se echa a reír sin parar, burlándose de mí.

— ¡Mentirosa, mentirosa!

—Es usted la presunta culpable de cortar  el suministro eléctrico de Wammy’s House, manipular el funcionamiento del centro, sabotear la piscina, destrozar obras de arte, provocar ansiedad a todas las monjas de un colegio, perjudicar con daños menores a su orfanato y…—No necesito que siga. Sé perfectamente mi mayor crimen. Es el único del que no me arrepiento- Matar a su padre, el teniente de policía Neil McLaren.

Mello sonríe, pero no es esa media sonrisa que me encanta. Es una sonrisa burlona. Near abre los ojos de par en par, incrédulo.

—Ahora dejaremos a su abogada decir unas palaras.

Linda se sube de dos torpes saltos a la tarima y se pone a gritar, como si dijera lo que se le pasara por la cabeza.

— ¡Eh, que no pasa nada! ¡Que no es su culpa, solo es que está loca! Dejadla en paz…—de repente deja de moverse, se queda quieta mirando a Roger, el cual está junto a Watari y baja el tono de voz-. No cuentes con tu abogada. ¡Yo solo quiero pintar!

Matt sigue riéndose, desquiciado.

—Ya que su abogada reniega del caso, pasen a declarar los testigos.

El primero es Mr. Ericsson. El nórdico se cruza de brazos, cabreado.

—Me ha traído los deberes destrozados varias veces en un mes. Me ha hecho desvelarme días y días por los destrozos causados en las instalaciones. ¡Y no entiende las matemáticas!

Me lanza una mirada de odio que nada tiene que ver con sus pacientes y simpáticas expresiones hacia los alumnos. Le sigue Miss Levine, llorando.

—Mis cuadros y dibujos no están seguros con ella. Destroza los mejores haciendo horrorosos pintarrajos sobre ellos. ¿Sabe el esfuerzo que conllevan esas obras de arte?

Linda se la lleva, consolándola. Herr Gustaff, a pesar de haber salado su piscina, no viene. Mejor, pues el disciplinado alemán es el profesor que más intimida de Wammy’s House. Con las comparecencias de Mr. Ericsson y Miss Levine vienen gritos de odio de mis compañeros. Son todos para mí. Quieren mi muerte, no merezco vivir para nada. Estoy loca. Hago mal a todos. Matt se burla. Near está a mis pies, arrodillado, mirando hacia arriba y diciendo que no les escuche. Mello está al otro lado, de pie. Me da a comer de su chocolate, algo que nunca antes había hecho.

Y entonces, me despierto. Lo primero que hago es encender la lámpara de mi mesilla. Suspiro aliviada. Vestida y limpia, salgo al pasillo, en el que me cruzo con Mr. Ericsson y Miss Levine, los cuales mantienen una conversación. Al verme, me saludan alegremente. Vuelvo a suspirar.

Después de desayunar, me dirijo a mi clase, donde me toca una hora de español. Cuando veo las mesas y sillas de revés, mi suspiro se escucha por todo el aula.

 

Capítulo siguiente.

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Comentarios

  1. partyflipa

    partyflipa - hace más de 10 años

    ¡Jajaja! Pobrecita, menudos jaleos monta y sin quererlo. Me he divertido mucho con este capítulo.

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