Uno. Cae. [Warwick 1414]
[¡EH, EH! ¡Que este no es el primer capítulo! Por un pequeño error, lo subí antes que el prólogo, pero aquí tenéis el link para no liaros. Paz y amor<3]
Lo peor de visitar museos ha sido, es y será tener que seguir únicamente el recorrido que marcan los guías. Quedarse siempre con esas ganas de saber qué hay en esos pasillos y habitaciones que no están en el itinerario, por simples que sean. Pero es aún peor cuando el museo es un castillo con el triple de habitaciones cerradas y la visita al museo es en realidad un viaje de estudios con un recorrido más cerrado si cabe. Warwick, el castillo de moda en Inglaterra, cumple 1100 años. Conseguí convencer a mi profesora de historia, Adela, de acompañarnos en el viaje para que se incluyera el castillo en el recorrido.
De todas formas, disfruto con las supuestas salas más importantes del castillo de Warwick. A saber cuándo vuelvo a un lugar en el que se respire tanta historia como en este. Creo que soy la única de la clase que se está interesando realmente por lo que nos cuenta la guía, mientras que el resto se dedica a hacerse fotos sentados en el trono y posando con armaduras. Pobres tronos, pobres armaduras.
Llega un momento en que me quedo sola, escuchando atentamente a la guía del lugar. Me habla de las más destacables familias que ocuparon el puesto de los condes de Warwick en un lento y vocalizado inglés, para que los extranjeros le entendamos bien. Me gustaría decirle “Tranquila, mi madre es británica, te entiendo perfectamente”; pero considero un delito interrumpir su relato.
-Antes de su exilio durante la Guerra de los Cien Años, la familia Bramlett gobernó durante seis generaciones el castillo y las vastas tierras que lo rodean –señala un trono de madera tallada, sencillo pero imponente-. Aquí se sentó durante más de veinte años lord Reginald; acompañado de su esposa, lady Rowena. Sus ocho hijos mantuvieron el legado de su casa por…
Le interrumpe Adela, dando palmadas para que le prestemos atención. No sabe inglés, así que simplemente se ha dedicado a observar toda la sala hasta que se ha cansado.
-¡Chicos, hora del almuerzo! Vamos a salir al jardín, venga. ¿No queréis ver el río? ¡Incluso podéis alquilar una barca!
Sí, nos trata como a niños de primaria incluso en primero de bachiller, pero sabía que mi profesor de inglés no querría ir al castillo sin excusa, así que no tenía más remedio. Resoplo. Me interesaba mucho la historia de esta familia. Con un poco de suerte, podré volver luego. Me despido de la guía con una sonrisa y sigo afuera a los demás.
Mi madre ha metido todas mis cosas en una mochila impermeable, preocupada por si se moja con las continuas lluvias en Gran Bretaña. Cabe decir que mi madre lleva veinte años sin volver a su país y que hace un espléndido día soleado. Tengo un bocadillo de pan integral en una bolsita de plástico cerrada herméticamente, junto con un montón de guarrerías ricas en chocolate. No le sienta bien tener solo una hija: me sigue preparando para las excursiones como si tuviera siete años y fuera de excursión a la granja-escuela. Nuri, mi mejor amiga, se desliza a mi lado, con una lata de Dr. Pepper en la mano y la marca violácea bajo sus ojos que ha dejado el hecho de pasarnos toda la noche jugando a las cartas con la clase.
-Panda, ¿has visto a Eva? La veo muy cerquita de Adri, no sé…-Señala al susodicho, el cual tiene la mirada perdida en el suelo, de vez en cuando pasándose la mano por el borde de la capucha de sus sudadera de Batman. No parece cómodo hablando con Eva, quien está haciendo su mayor esfuerzo por ser graciosa.
No soporto a esa tía. Y Adri no parece hacerlo tampoco. Está deseando buscar una excusa para salir de allí cuando Cris le salva. Le veo comentarle algo a Eva y hacer que esta saque su iPhone de última generación rápidamente y se ponga a buscar algo con insistencia, mientras corre hacia sus amigas. Cris choca los cinco con Adri y se dirige hacia nosotras riéndose. Maldito Cris que le cae bien a todo el mundo.
-Mi madre, qué bueno está Adri. No sé cómo puede ser tan tímido con esa carita. Pero en fin, para vosotras –se deja caer en la pared, junto a nosotras, y apoya la cabeza en el regazo de Nuri.
Lo mejor de Cris es que a primera vista parece el estereotipo de chico gay, una locaza que ama el mundo de la moda, pero ni de lejos se acerca a ello. En realidad simplemente sabe ser un buen actor.
-Y que lo digas –contestamos las dos a la vez. Parece una ventaja que para un chico en condiciones en la clase que tenemos no sea el típico guaperas chulito, sino un verdadero friki; pero es muy difícil entablar una conversación con él. Forma parte de esa clase de personas a las que dan ganas de sacudir para que reaccionen. Pero aun así resulta adorable.
-Y, ¿qué le has dicho a la víbora? –le pregunto, con la boca llena de la mezcla de sándwich vegetal especial de mi madre.
Cris se echa a reír.
-Ay, cariño, qué le voy a decir. Le he dicho que había salido la colección de verano de Zara y que había unas blusas de muerte. Y me ha contestado que si quería acompañarle de compras porque necesitaba a alguien que le dijera cómo le quedaba –después de esto, se echa a reír–. ¡Yo, que no tengo ni idea! Tengo la impresión de que le da morbo que le mire.
Después de unos cuantos halagos a nuestra querida Eva, acabamos los tres tirados en el césped, riendo a pleno pulmón. Es realmente patética. Después de un rato, me tumbo boca abajo y miro hacia donde Adri da sorbos a un zumo, hablando con su amigo Ulises, seguramente de algún videojuego. De repente, me pega un vuelco el corazón cuando él se me queda mirando, aparentemente inexpresivo. Desvío la vista hacia el suelo, tapándome la cara por encima con las mangas largas de mi sudadera.
-Eres tontita, eh –Nuri se cruza de brazos y me mira con reproche-. ¡Tienes que hablar con él, si no, no vas a llegar a nada! No lo entiendo, con lo abierta que eres con todo el mundo y lo tímida que te vuelves cuando te habla.
-Pero… jo, es que siempre me da corte cuando un chico que me gusta me habla demasiado rato, y si añadimos que él es más tímido que yo, pues…
Cris, sin mediar palabra, me agarra de mi capucha con orejas de oso panda (irónico, ¿no?) y tira con facilidad hacia arriba. Me da la vuelta y coloca en su sitio el gorro que llevo hoy, amarillo y con un pompón, y algunos mechones de pelo oscuro que se enredan en las patillas de las gafas.
-Venga, nena, que estás preciosa. Diles que si saben algo de la nueva conferencia de Nintendo.
-¿Qué conferencia?
-Yo qué sé, siempre estás hablando de eso, diles cualquier tontería del juego que sea, que no te puedes pasar el Pokémon o lo que sea.
Asiento, aunque no demasiado convencida. Camino hacia el borde del lago, rodeado por un suelo de piedra sencillo y mucho verde, césped y árboles sencillos por todas partes. Adri y Ulises siguen allí sentados, mirando el móvil de uno de los dos. Repaso mentalmente mis palabras. Le preguntaré si se ha descargado las últimas demos que salieron para 3DS, a ver si coincidimos en alguna. He hecho bien en llevar mi consola en la mochila. Cuando me acerco lo suficiente como para mantener con él contacto visual, pero no demasiado como para que se sienta acorralado, le saludo.
-¡Hey, chicos! ¿Os habéis descargado las demos ya? ¡Estoy deseando tener dinero para comprar los juegos!
Levantan la cabeza del móvil. Ulises me mira de arriba abajo, y prefiero no saber en qué piensa. Es un chico realmente majo, pero su principal defecto es que es un incorregible salido. Por el contrario, Adri se está rascando la nuca, alternando la vista entre el río y yo.
-Ah, pues… bueno, no tenía memoria, así que solo pude descargar un par.
-¡Yo las tengo descargadas! ¿Te has traído la consola aquí? –es lo malo de estar con su amigo. Al final es él quien acaba prestándome más atención.
-Sí, la llevo en la mochila, ¿os hace una partida al Smash?
-Ah, sí, ese me ha gustado mucho, venga –Adri se da la vuelta y rebusca en su mochila.
Mientras, avanzo hacia él. Aprovecho que no me ve para fijarme mejor en él. Sus rizos de color cobre, entre un rubio rojizo y un castaño muy claro, se sacuden de un lado a otro, rebeldes. Me tiene atontada, lo odio. Doy un par de pasos hacia ellos, con mi particular forma de andar: dando saltitos, pasando mi peso de una pierna a otra. Pero soy horriblemente patosa y nunca miro al suelo. Hay unas rocas en la orilla del río, con las que pego un traspiés y caigo hacia atrás. Suelto una exclamación, y lo último que veo es a Adri girado de nuevo.
-¡Pandora! –Él y su manía de llamarme por mi nombre, cuando el resto de la gente me llama Panda. ¿Por qué lo hace como si fuera un profesor, o como mis padres cuando se enfadan?
Hago un último esfuerzo por apoyarme en el suelo, aunque mi caída es inminente. La verdad, tardo más de lo que creía en llegar al suelo.
Y entonces me doy cuenta de que lo que hay a mis pies no es suelo.
Es el río Avon, en cuyas orillas comíamos. Voy a hacer el mayor ridículo de mi vida.
Pero, cuando lo pienso, ya es tarde. El impacto de mi cuerpo contra el agua me hace chillar, por la impresión y por el frío repentino. Caigo hacia abajo, impulsada por mi propio peso, y algo muy duro me golpea en la parte trasera de la cabeza.
Después, soy incapaz de ver nada más.



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