Cibercorresponsales

¿Dónde ha quedado el arte? ¿Mi último post?

Publicado por corcheita44 el 24/01/2018 · Categorías: Pensamientos, Donde vivo, Cosas de clase, Creación, Sobre Cibercorresponsales, Música, Sobre mí, Cosas que me gustan, Conservatorio, Reflexiones

¿Dónde ha quedado el arte? ¿Dónde ha quedado la emoción? ¿Dónde la pincelada de una lágrima, la gracia de las palabras bien ordenadas, la dulzura de una melodía bien cantada, el movimiento de una estatua con suavidad tallada?

Y cuántas fechas, y ecuaciones, y declinaciones y pronombres, y conceptos y definiciones.

¿Y si la tinta de un bolígrafo dibujase una curva y no una recta, y si mi voz cantase un poema y no veinte temas, y si mi cuerpo bailase sobre el asiento, y si pudiese reflejar  mis sentimientos?

Nos enseñan a ser médicos, policías, maestros. Nos enseñan a cuidar nuestro cuerpo, nuestra casaca, nos enseñan a querer encontrar el secreto para la vida eterna, para mantenernos siempre jóvenes y productivos. Nos enseñan a cuidar nuestra materia, ¿y quién recuerda que hay que saber curar el alma? Que hay que saber cuidarla y enseñarla, apaciguarla y serenarla, saber cuándo y cómo desbocarla. ¿Nos enseñan a vivir? ¿Nos enseñan a ser personas?

Los animales también memorizan, algunos incluso saben sumar y llevar a cabo razonamientos, ¿en qué nos diferenciamos, pues, de una rata o un chimpancé?

Ah, ya sé. En aquello en lo que a la gente ya poco le interesa, en aquello en lo que a la gente ya poco le conviene.

¿Dónde ha quedado el arte?

Voy a ser sincera tal y como lo veo. Vivimos en una sociedad en la cual se busca realizar durante la educación escolar actividades recreativas que fomenten la interacción, la socialización y la creatividad.  Vivimos en una sociedad en la que la introversión es una enfermedad según la OMS. Vivimos en una sociedad en la que el teatro es una actividad extraescolar, la danza una manera de moverte cuando sales de fiesta, la música un hobby, la escultura una actividad de antaño consistente en hacer figuritas con una piedra -piedra que, como he podido escuchar mientras la sangre se vertía desde mis oídos, me encuentro en mi jardín-, la poesía no es cosa de jóvenes y el dibujo y la pintura son meras distracciones para evadirse una tarde en la que, ni puedes salir, ni tienes tecnología a mano. Vivimos en una sociedad en la que los propios docentes nos preguntan si de verdad merece la pena estudiar en un conservatorio, si no es preferible contratar a un profesor que te enseñe a tocar cuatro canciones al piano o a arañar las cuerdas de una guitarra. Una sociedad en la que, siendo un alumno brillante, la gente te mirará con lástima y pensará que desaprovechas tu vida si dices: “Mi profesión será violinista” “Pero, ¿profesor?” “No. Violinista, músico profesional. Llevo diez años estudiando esta carrera, ahora quiero ir más lejos, ahora quiero estudiar otros cuatro o cinco años más y así poder lograr ser eso, violinista, músico profesional”.

Y si nos diesen un papel en blanco y escribiésemos, pudiéramos decir que ese es nuestro texto, que esa es nuestra obra, ¿no sería una experiencia gratificante? Y si trazásemos figuras, líneas, formas en un sinsentido y cuando levantásemos el pincel mirásemos el resultado, ¿no entenderíamos de una vez cómo nos sentimos? ¿No podría ser ese nuestro espejo, en lugar de tener que mirarnos siempre en un libro de texto?

El arte.

Está tan infravalorado, olvidado, alejado del humano…

¿Dónde ha quedado el arte?

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No sé si este será mi último post, no me queda     mucho para alcanzar la mayoría de edad. Me parece una lástima el hecho de que este último  curso de Bachillerato se limite a estudiar, estudiar, estudiar, estudiar... Y no pueda aprovechar para escribir. De todas formas, esto no es un adiós. Cibercorresponsales siempre ha estado en algún rinconcito de mi memoria todos estos años. Y siempre lo estará. He cambiado tanto, y Cibercorresponsales también. Y alguna vez ya dije aquí, en esta maravillosa plataforma, que los cambios me daban miedo. Sin embargo, poco a poco he ido aprendiendo y ahora... ahora ya no los temo tanto, ahora ya no me pregunto tanto acerca de cómo será el futuro sino que, más bien, me preocupo por saber si he podido dejar bien zanjado el pasado. Que he sabido cerrarlo y que no me queda nada por hacer, porque eso es lo que más miedo me da. Dejarme algo sin completar. No dudaré en pasarme por aquí de vez en cuando, no me gustaría perder el contacto con este mágico lugar.

Muchas gracias por todo a todos los que formaron, forman y formarán parte de esta gran familia a la que llegué con doce años y de la que me despido -como escritora- a mis casi dieciocho. Gracias.