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Ya sé lo que significa amor

Publicado por corcheita44 el 18/09/2015 · Categorías: Cosas de clase, Creación, Sobre mí, Amistad, amor, Diversión a lo grande, Escuela, Cosas que me gustan, Cuentos, Historias

Esto es un cuento que escribí para un trabajo de lengua del año pasado. Tenía que empezar o terminar con: Ya sé lo que significa amor. Espero que os guste :)

Por las noches no puedo dormir, no paro de pensar en cómo habría sido mi vida si no estuviese aquí, en una casa de acogida para niños sin hogar. Aquí nadie habla, nadie juega, nadie ríe. Mi nombre es Tom y vivo en un edificio construido sobre viejos cimientos, un internado famoso por su longevidad y por las siniestras leyendas que lo categorizan desde que se fundó aquí, en medio de un extenso hayedo que puebla toda la comarca. Los niños tienen total libertad para salir por el día, pero el toque de queda hay que respetarlo. Este es el lugar en el que muchos vivimos, pero al que solo unos pocos llaman hogar.

Miro a través del cristal de la ventana de mi cuarto, y vislumbro entre las hayas a una pareja de adolescentes que juegan entre los árboles, corren, se abrazan. De pronto, llegan más chicos y chicas y veo que sonríen. ¿Cómo se hace eso? Yo no he sonreído nunca. Yo nunca he querido a nadie y nadie me ha querido a mí, por eso estoy aquí. Yo quiero saber lo que es amar, quiero experimentar la alegría y el dolor que produce sentir algo hacia alguien. Quiero que me quieran, amar y ser correspondido. Camino cabizbajo entre los lúgubres pasillos y me dirijo hacia la puerta de salida, he decidido ir a la escuela. Quiero aprender, que me enseñen lo que es amor, y en las escuelas se aprende de todo. He oído que hay muchas materias y seguro que alguna tiene que ver con este sentimiento. Bajo por el hayedo hasta salir al pueblo. Me dirijo hacia el enorme edificio al que van todos los niños y entro junto a ellos. Están hablando, saltando, riendo. Algunos van de la mano, otros se abrazan al verse o se dan suaves palmadas en la espalda, pero todos son felices. ¿Es esto amor? Yo solo he experimentado el odio y no me gusta. Fue hace mucho tiempo, y desde entonces no he vuelto ha sentir nada. La profesora me presenta a la clase y me ofrece sentarme. Yo hago caso y camino tímidamente y cabizbajo por el estrecho pasillo que dejan las mesas hasta el fondo del aula. Veinticinco pares de ojos me observan, curiosos y extrañados. ¿Por qué? Atendí en las diversas materias pero ninguna pareció enfocarse en el tema que tanto me interesaba. Después del recreo comienza la tutoría. Los niños levantan ordenadamente la mano para realizar preguntas a la profesora, que responde con gran sabiduría, y yo decido que es hora de intervenir, pues me parece que la profesora es la fuente de todo conocimiento.

-Señorita –digo cortésmente- tengo una pregunta.

-Adelante, Tom –responde amablemente la tutora.

-¿Qué es el amor?

La señorita me mira extrañada, oigo algunas risitas por lo bajo. De nuevo, veinticinco pares de ojos posan su mirada en mí.

-Es… es un sentimiento –responde al fin la profesora, intentando buscar las palabras exactas. –Según el diccionario: “Es un sentimiento de afecto, cariño y solidaridad que una persona siente hacia otra y que manifiesta generalmente en desear su compañía, alegrarse con lo que considera bueno para ella y sufrir con lo que considera malo”. Según Ambrose Bierce: “Es una locura transitoria”. Paulo Coelho en “El Zahir” dice: “El amor es una fuerza no domesticable. Cuando lo controlamos, nos destruye. Cuando intentamos encerrarla, nos vuelve sus esclavos. Cuando intentamos entenderla, nos deja con una sensación de desorientación y confusión.”  Stendahl dice en su tratado del amor de 1822: “El amor es como una fiebre que va y viene independientemente de la voluntad.” Y para ti, Tom, ¿qué es el amor para ti?

-No lo sé –digo aún más confuso que antes. –Pero pienso averiguarlo.

Las estaciones suceden y no consigo encontrar respuesta. Sigo yendo a la escuela, pues me agrada tener algo que hacer y que ocupe mi tiempo todas las tardes en la casa de acogida. Hace un par de semanas se me presentó una chica, va a mi clase, pero yo nunca me había fijado en ella. Es pequeña, de piel morena y profundos ojos verde oliva. Lleva su ondulado pelo azabache suelto y el flequillo recogido en una elaborada y pequeña trencita. Es la única persona que se ha acercado a mí en todo este tiempo. Vino para saludarme y compartir un trozo de su almuerzo. Estuvo hablando todo el rato, no paraba de parlotear sobre su vida, sus gustos y divertidas anécdotas. Yo me limitaba a escuchar, estaba fascinado con su capacidad para cautivar a las personas con simples palabras. Jamás olvidaré ese día porque, aprendí a sonreír.

Cinco meses después llega una gran noticia. Los padres de la chica que ahora es mi amiga, Loreen, me han ofrecido mudarme con ellos. Ya no tendré que vivir más en esa lúgubre casa. Llega la Navidad y cumplo un mes en mi nuevo hogar. Esto de estar en familia es totalmente nuevo para mí. Los padres de Loreen me quieren como si fuera un hijo, y yo también les quiero a ellos. Sentarse frente al fuego por las noches, acurrucados los unos en los otros y tapados con las mantas me hace pensar en que creo que, por primera vez, soy realmente feliz.

***

Han pasado casi once años desde que conocí a Loreen. Anteayer fue su cumpleaños y me di cuenta de lo mucho que la quería. Cuando vi su sonrisa al descubrir la tarta que le había preparado, una sensación extraña se apoderó de mí. Mariposas en el estómago. Al día siguiente le confesé mi atracción por ella y, ¡cuán inmensa fue su alegría! Saltó a mis brazos llena de felicidad y sentí que nada ni nadie podría separarnos nunca.

***

La luz de la mañana entra por la ventana. Abro los ojos despacio y le veo allí, sentado en nuestra cama, mirándonos. Esos preciosos ojos azules, de mirada vivaz, juguetona y traviesa; y esos rizados cabellos negros que le caen por la frente me sacan una sonrisa. Mi niño de cinco años, Alex. Solo con mirarle me parece que nada es imposible, que nada importa mientras esté con él y con mi esposa, y el simple hecho de ver una sonrisa dibujada en la comisura de sus labios hace que todo en este mundo deje de tener valor, todo excepto él.

***

¿Cuántos años han pasado desde que aquella niña de ojos verdes se acercó a mí en el patio del recreo? Muchos, muchos años. Y ahora, el incansable corazón de esa joven y enérgica muchacha no puede más. La arrugada piel de las manos de Loreen acaricia mi cara. Y su débil voz entrecortada llega a mis oídos como un susurro del viento. Recordamos juntos todas esas risas, esos abrazos y esos besos, esos paseos por el bosque y todos los bailes hasta media noche, los collares de flores, palabras pronunciadas por dos corazones juguetones y enamorados. Ideales y sueños que nunca se cumplieron, y otros que sí, como el día en que Alex llegó a nuestras vidas. El día en que nuestro niño se hizo mayor y abandonó el nido, y el día en el que nos trajo a casa a nuestra querida nieta. Y con una última mirada llena de sentimiento, Loreen sopló suavemente en mi mejilla por última vez.

***

Veo a mi nieta sonriéndome con dulzura tras mi hijo. Mi corazón no da más de sí, pero no me importa. Porque, señorita, ya sé qué significa amor.