Azul

Veneno corre por mis venas, neurotoxinas que atacan a mis órganos. ¿Órganos? En realidad eso va en singular, me refiero a mi corazón. Algo se quema, se consume en mi interior; lo entiendo cuando miro donde me duele (¿después de dos años ya tocaba mirar cierto?). Una serpiente que está cambiando de piel es la que me produce el dolor. Realmente no es una tara, bueno, si. Su piel me confunde y me hace dudar, quizás solo sea un pequeño animal que busca no herirse atacando a los demás. Miro a la bestia con cierto cariño, una mirada bonita me dedicó ¿cierto? Ahora sus ojos inyectados en sangre lo único que hacen es que tiemble y que recuerde lo que está pasando y cómo me sentà traicionado. Recuerdo cómo atacaste a todas mis barreras antes que a mi corazón, como me desproviste de cualquier tipo de freno para que tu postre, mi corazón, pudiera ser masticado con tranquilidad, ¿dos años llevas envenenándome cierto? Tanto veneno como piel hay. Mi vista comienza a teñirse de azul veneno; tu eras.... ¿una lagartija? no, no, no. Eras algo mas dañino, ¿que era? Maldita sea, no me acuerdo. Azul. Tu no eras un gusano ¿qué esta pasando?... Parece esto un libro de Kafka mierda, ¿por qué cada vez eres más adorable? Un hámster... Chinchilla... Cachorro... Azul.
Ahà te paras (¿o soy yo el que lo para?), menos mal porque no se cómo reaccionar; solo veo a un pequeño animal intentado jugar conmigo, pero el dolor de la picadura de la serpiente sigue doliendo tanto como antes. Me fijo mejor... no duele; pues claro, ¿cómo iba a doler si es casi un peluche mordiéndome con las encÃas? No duele, el azul se va, recupero mi vista; pero tú, pequeño cachorrillo, sigues ahÃ. Miro detrás de ti.
Veo escamas.



Comentarios
No se pueden incorporar más comentarios a este blog.