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el legado de La Guadaña de Caronte, Final

Publicado por luisc el 29/12/2013 · Categorías: Creación

XVII

 

-Lo siento Rodrick, pero has demostrado que no puedes ser un asesino. Tu espada será devuelta y volverás con tu fam… a tu casa –anunció Rais.

Todos se habían reunido en la Sala de entrenamiento, Rodrick porque se tenía que ir y Krasa y Ethan porque ya podían ser asesinos.

-Lo comprendo, y siento mucho los destrozos.

-Bien, pasado este punto, Krasa y Ethan, ya sois asesinos de verdad y el Gremio os dará una casa segura. No podréis ejercer de maestros hasta que el Gremio lo decida.

-¿Pero y si nosotros hemos decidido vivir juntos? –preguntó Krasa, desde la muerte de los padres de Ethan, ella y él estaban más unidos.

-Lo comentaré al Gremio, pero dad por hecho que os darán una casa más grande para los dos.

Los dos jóvenes se fundieron en un beso.

-Felicidades hermano –dijo Rodrick-, esperemos que yo no sea uno de tus blancos –bromeó.

Todos rieron un rato y al final se despidieron de Rodrick. Le dejaron al final de la montaña.

-Siento mucho lo que te pude hacer con esas criaturas dentro Ethan, y lo mismo digo para vosotros dos. No hice nada aposta.

-Lo sabemos -dijeron los tres a la vez.

-Bueno, pues hasta cuando nos veamos.

-Adiós –dijo Ethan mientras le abrazaba-, espero verte pronto.

Rodrick sonrió y se fue corriendo de vuelta a pueblo.

-Estos chiquillos… –susurró Rais- Bueno, supongo que queréis que os enseñe la casa ¿No?

Ethan y Krasa asintieron y los tres se dirigieron hacia la ciudad.

-Te quiero –dijo Krasa.

Ethan sonrió y la besó muy dulcemente.

-Yo más.

-¡Vamos a ver tortolitos! –Rais se hizo el viejo cascarrabias- ¡Que tenemos que llegar pronto a mi mujer me sacude con la olla!

Los jóvenes rieron y comenzaron a andar.

-¿La casa es bonita? –preguntó Ethan.

-Bastante, tiene dos pisos y está a plena vista, en medio de la ciudad.

-¡¿Pero que forma es esa de esconderse?! – preguntó Ethan.

-La mejor, a plena vista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Epílogo

Habían pasado ya unos cuantos años desde que ya eran oficialmente asesinos cuando alguien llamó a la puerta.

-¡Vete tú, que estoy dando de comer al niño! –gritó Krasa desde el piso de arriba.

-Vale cariño –dijo Ethan mientras andaba a la puerta- ¡Rais! ¡Que sorpresa! –dijo cuando vio a su sonriente maestro en el umbral de la puerta.

-Hola Ethan.

-¿Quieres pasar? –preguntó Ethan.

-¿Quién es cariño?

-Rais Caronte.

-Ahora bajo, dile que se espere un segundo.

-No, no. Gracias, no quiero pasar. Solo quiero entregarte una cosa y ya me voy.

-Si claro, si es así como quieres.

-Si. Toma –Rais le tendió una bolsa-, trátala bien.

De repente su maestro desapareció y Ethan miró el bulto de la bolsa con la boca abierta.

-Ya estoy –comentó Krasa mientras bajaba las escaleras, estaba aún más deslumbrante que con dieciséis años- ¿Dónde está? ¿Se ha ido?

-Si, y me ha dejado una cosa –dijo sin dejar de mirar el bulto de la bolsa.

-¿Qué es? –preguntó la chica.

El joven le enseñó lo que había dentro de la bolsa y Krasa se quedó sin respiración. Lo que había dentro del saco era una guadaña.