El legado de la guadaña de caronte, pte 4
IV
-Bien –dijo Rais, la primera lección de Instinto habÃa comenzado, daban la clase en la Sala de Armas-, debes cerrar los ojos e imaginarte un gran Sol, con una Ventana al lado.
-Ya.
-¡No hables! Ahora hay que volver a empezar.
El chaval se calló y espero a que su maestro hablase.
-Ahora que tienes el Sol, imagÃnate a ti al lado.
Esperó un rato.
-Ahora intenta coger una parte del Sol.
Esperó otro rato.
-Lanza ese cachito por la ventana.
Ethan lo hizo y Caronte agudizó el oÃdo.
-No pasa nada… -dijo Ethan desanimado
-Si, solo que la feromonas del bambú evitan que ocurra nada. ¿Vamos fuera?
-¿Fuera del edificio? –preguntó Ethan.
-No, recuerda que estas muerto. Hasta que no busques un buen disfraz, no podrás salir a matar. Vayamos a… la sala de practicas. Nunca se sabe cual puede ser tu Instinto. Desde ahora practicarás en esa sala.
Rais salió de la habitación y cuando volvieron a la biurificación escogió la derecha. Siguieron caminando y llegaron a una sala que estaba hecha de piedra. Piedra lisa y pulida como la de los pasillos. Era tan grande como la Sala de Armas.
-Entremos.
Los dos entraron en la habitación y Rais se puso en frente de Ethan.
-Haz lo mismo que antes.
Ethan cerró los ojos. Se imaginó el sol, la ventana y a el mismo. Luego cogió una pizca de su Sol y lo tiró por la ventana. Abrió los ojos. No habÃa pasado nada.
-No ha pasado nada –dijo él.
Sin embargo Rais no hizo nada, bueno, si que hizo algo. Fue abriendo más los ojos muy lentamente y abrió la boca igual de lento.
-C… -pasó un rato- I… -iba muy lento- E… R… R… A…
El chico lo entendió, volvió a su imaginación y vio que e Sol habÃa descendido de tamaño, y por la ventana corrÃa un reguero de fuego del Sol. Cerró la ventana y abrió los ojos.
-Tú… -dijo muy rápido Rais-, ¡Puedes ralentizar el tiempo!
Ethan abrió mucho los ojos.
-¿En serio?
-Si, pero tienes que aprender a cerrar y abrir la ventana sin imaginártela. El Sol se recarga, pero no al instante, justo cuando el Sol empieza a despuntar.
-SÃ… vale –dijo el chico aún sorprendido por su poder.
-Bueno, pues te dejo intentando descubrir tu poder del arma.
Rais salió y cerró la puerta de metal con un sonoro estruendo.
-Waho, ralentizar el tiempo… –se dijo a si mismo.
Y se puso a pensar cual podÃa ser su habilidad del arma. Desde que habÃa cogido las dagas ocultas, las llevaba puestas.
Vio una palanca al lado de la puerta y la pulsó por curiosidad. Sin embargo se dio un susto cuando muñecos de paja con dianas empezaron a salir y a moverse por la habitación. Ahora Ethan entendÃa por qué se llamaba sala de prácticas.
Ethan comenzó a practicar con sus armas. Degollar y clavar eran buenas formas de matar, pero al rato se cansó y comenzó a parar el tiempo para matarles de formas más imaginativas, como partirles el cuello o destrozarles las costillas.
-Lo has descubierto –dijo Krasa que acababa de pasar a la habitación.
-Si –dijo él todo sudado- ¡Cuidado!
Krasa vio como la puerta se cerraba y se preparó para el estruendo de metal contra metal. Sin embargo nada ocurrió, la puerta se cerró fuertemente y no se escuchó ningún sonido.
-¿Es tu Instinto? –preguntó Ethan.
-No… el mÃo es detectar el calor.
-Pues entonces Rais está aquà cerca invisible.
-No, su calor está lejos de nosotros, está en su habitación.
-¿Se ha colado alguien? –dijo Ethan con miedo.
La chica negó.
-Ethan, es el poder del arma. EnvÃa una onda que hace que hace que el movimiento vibratorio de os cuerpos se paralice.
-¿Eh?
-Si, es como… bueno, el sonido va por ondas. Y lo que hace tú arma es enviar otra onda que choca contra las del sonido y hace que vuelvan por donde han venido.
-Sigo sin entender.
-Que hace que no oigas nada. Es normal que no lo entiendas, la mayorÃa de la población no sabe los descubrimientos de los asesinos
-Ahhhhh.
El sonido del mecanismo que ponÃa en funcionamiento los monigotes era un zumbido muy leve y muy relajador. Sin embargo el zumbido paró y aun asà los monigotes siguieron moviéndose. Ethan sonrió.
-Maravilloso –comentó el chico- ¿Puedes bajar la palanca?
La chica lo hizo y os monigotes se escondieron en rajas que habÃa en el suelo.
-Rais me ha dicho que ya sabes cual es tu Instinto.
-Si, puedo ralentizar el tiempo.
-¿En serio? –preguntó la chica- Pues pudiendo hacer eso y que nada se oiga, vas a ser un asesino estupendo.
-Ya, pero si mi Sol se gasta… ¿Sólo se gasta con el Instinto o también si hago lo del sonido?
-Solo con el Instinto.
-Bien, eso mola. ¿Cuándo podremos ir a matar a alguien?
-Cuando te acabes de entrenar.
-Bien, pues enciende la palanca.
-No, pelearás contra mÃ. Ah, y hay una cosa que debes saber sobre las ilusiones, si estás seguro de que no son ciertas desparecen, pero si crees que son de verdad, se hacen reales. Asique quizás tengas que luchar contra muchas yo a la vez.
-Os puedo matar a todas en cuestión de segundos para ti.
-Quizás sà –dijo Caronte abriendo la puerta-, pero… ¿Podrás matarla si es invisible?
-Oh, venga ¿Contra los dos? No voy a poder.
-Busca lo que puedes hacer con tu Instinto y con tu poder. Mi Instinto es crear carreras  invisibles. ¿Sabes? A veces los poderes pueden invertirse –y le giñó un ojo. Luego desaparecieron la chica y el maestro.
El chico no preguntó que significaba eso porque sabÃa que no iba a tener respuesta.
-Que remedio –dijo mientras aparecÃan tres krasas y ralentizaba el tiempo.
Las mató a todas volvió el tiempo normal. Luego escuchó por si oÃa algún sonido como un paso y al no escuchar nada, se puso a rondar la habitación a ver si tocaba un bulto invisible. De repente lo hizo, y clavó un cuchillo al bulto, sin embargo era otra ilusión, pues desapareció al instante.
La voz de Caronte resonó muy fuerte.
-ESTAMOS CERCA DE TI.
Y luego más bajito.
-Nos tienes al lado.
En ese momento Ethan entendió lo que le habÃa dicho su maestro, podÃa bajar el sonido, pero también podÃa subirlo. El chico sonrió y ralentizó el tiempo para salir de allà rápidamente. Luego invocó el poder del arma, pero de una forma contraria a antes, deseando que se escuchara algo. El tiempo volvió a la normalidad y unos pasos y un bum-bum se escucharon a su derecha. El chico, haciendo caso omiso de las cinco Krasas, sacó su hoja oculta del brazalete y lo lanzó a donde creÃa que provenÃa el sonido.
La daga se quedó quieta en medio de la habitación y su maestro y compañera se hicieron visibles, Rais tenÃa el cuchillo a unos centÃmetros del corazón.
-¿Cómo sabÃas que éramos reales y no unas ilusiones? –preguntó Krasa.
-No me puedo creer algo que no he visto, he oÃdo pisadas y las ilusiones no son corpóreas y a una ilusión no le late el corazón.
-Uf, tienes un poder de arma muy bueno –dijo Rais-, has escuchado asta mis latidos. ¿Por eso lanzaste a mi corazón?
-SI –dijo Ethan mintiendo.
-Pues creo que ya puedes matar. Tu primer objetivo lo harás con Krasa, como la mayorÃa de ellos. Tienes que matar al barón Decé, vamos todos a la sala principal y os daré detalles. Por cierto, es de la casa de los Alarden.
Ethan sonrió. Aquello, aunque no se le permitÃa creer asÃ, era justicia divina.



Comentarios
rocio_dreamcatcher - hace más de 12 años
Es perfecto
luisc - hace más de 12 años
oye no me sonrojes! jajajajaja
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