Guantes

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Escalas ascendentes y descendentes de manera natural. Siento cómo mis dedos recorren los dientes del piano, cómo los acarician, cómo dejan que cada tecla muerda la yema hasta conseguir el sonido deseado. Siento como intento conseguir el efecto deseado, siento como intento alcanzar la resonancia entre los dos acordes mas bellos. Los sostenidos y bemoles cruzan mi mente y son abrazados al igual que las otras notas, aparecen y desaparecen en el momento justo e indicando. Hasta que llegas tú.
Las escalas se pierden, Chopin se me escapa, los tercetos se hacen octavas, los dedos se retuercen de manera antinatural para intentar conseguir la misma melodÃa. La música de mi vida comienza a ser dispar, empiezan a aparecer acontratiempos, empiezan a aparecer disonancias claras, surge la belleza de lo imperfecto, tomo las riendas de lo extraño; aparecen fortes y luego pianissimo no hay sentido en el frenesà de mi piano. no hay sentido pero mis dedos sieguen tocando las notas, haciendo que las cuerdas se tensen para que los martillos golpeen las finas hebras que producen el sonido. El piano de caoba comienza a decirme como tocar y me canso, no puedo llevar el ritmo del piano. Me caigo. Son las teclas las que me arropan y comienzan a hacer música con mi cuerpo, música tranquila, música bonita, música para descansar, para cansare, para no poder respirar, para dormir. Y duermo.
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Pero despierto, despierto, levanto, me agarro, salgo, corro, huyo, salto, me atrapan, me deshago y consigo zafarme. Tomo control del piano, se que es mÃo, el no me dirige, el no és el que toca la música. Me siento y comienzo a tocar. Pero los dedos no se deslizan, las notas no acuden a mi. Ya entiendo por qué. Miro al suelo, efectivamente, los guantes están ahÃ. Me miro las manos
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