Cibercorresponsales

Entre niebla ÚLTIMA PARTE

Publicado por ♥iri♥ el 04/06/2012 · Categorías: Creación, Libros

En ese preciso instante siento que hay alguien más conmigo, me giro y suspiro de alivio.

Es mi padre.

Lleva el pelo más corto de lo que recuerdo, la cara alargada que yo he heredado, con una enorme nariz y unos escalofriantes ojos rasgados de color avellana.

–Pero bueno hijo...¿Cómo has llegado hasta aquí?¿Y qué has hecho para que te toque una habitación llena de niebla?

–Ni idea, alguien de ahí arriba lo ha tenido que decidir por alguna razón ¿no?

Mi padre y yo siempre habíamos pesado en que, la religión en sí para muchos, era una forma de distinguirse y parecer original, mientras que nosotros la veíamos como algo mucho más básico. Un poder superior del que muchos depedíamos. Porque la vida es demasiado compleja como para ser un accidente.

–Supongo que ya sé porque me han llamado para hablar contigo.

–¿Te importaría decírmelo?

–Comprendo que no estés en una situación agradable. Pero ándate con cuidado si quieres saber la verdad.

–¿La verdad?

–Tú madre no nos abandonó. O por lo menos no a los dos. Se intentó separar de mi lado llevándote consigo, pero cuándo me enteré de sus planes me fugué con un par de maletas y un niño de pelo rubio y ojos azules.–Suspira para continuar con su historia y acabar con la parte más dura de su visita. – Yo... no tengo excusa, eras lo que más quería en el mundo, no podría haber sobrevivido sin ti. Lo siento mucho – añadió bajando la cabeza – no te quería perder.

¿Y ahora que se suponía que que tenía que hacer?¿Abrazarle y llorar a dúo?¿Enfadarme, y largarme dando un portazo?Aun que lo del portazo queda descartado claro...

Decidí pasar por alto todo para analizarlo más tarde. Comencé a pensar de forma más práctica.

–Y entonces, ¿he venido aquí para averiguar esto?

–No, has venido aquí porque eres incapaz de mirar a los dos lados de la calle antes de cruzar. Pero ya que has acabado de esta forma, han visto lógico intentar mejorar tu vida. Aun que para eso primero tenían que conseguir que siguieses queriendo vivir, que sintieses algo. Porque, por si no te has dado cuenta todavía, tú vida estaba formada por la rutina, haciendo únicamente lo que tenias que hacer. No es que fueses una mala persona, de hecho hubieses ido al cielo seguro, pero eso no te serviría de nada, serias infeliz donde quiera que estuvieses por sentirte culpable al haber desperdiciado la oportunidad de la vida.

–Pero papá... yo siempre he querido vivir, de hecho he sido muy feliz hasta lo de Susana.

–No hijo, no te equivoques, no es que no quisieses vivir, es que lo hacías porque no te quedaba otra, porque tenías un futuro delante de ti que veías con la obligación de seguir, pero que no querías verdaderamente.

Durante unos minutos, tal vez horas, reflexiono sobre estas palabras.

Y la verdad es que tiene razón, vivía porque era lo normal, porque era lo que la gente hacía a mi alrededor. Pero nunca lo quise de verdad. No progresaba en nada, simplemente seguía las oportunidades que encontraba por el camino, sin buscar las que de verdad me harían feliz.

El bufete había llegado gracias a un amigo, pero ese amigo había llegado gracias a Susana, que es lo único que si he perseguido. Y las maletas no las había desecho porque por segunda vez en la vida, había seguido los impulsos que me dictaba el corazón, al pensar que ese no era el lugar en el que quería estar. Porque quería estar con Susana.

Ahora entendía lo de la habitación. Cuándo estas conduciendo en una carretera con mucha niebla, solo ves el camino que tienes delante tuyo, no las oportunidades que podrías conseguir si te arriesgabas a caer del asfalto. Mi vida había estado regida por el miedo a caer, a perderlo todo.Y por eso había preferido no emprender otros caminos que podían acabar mal. Por eso tenía miedo a estar con Susana, sabía que al final iba a acabar mal sí o sí, porque acabaría separándonos hasta la propia muerte. Era mejor vivir como tenía que vivir, sin inseguridades que aunque no me concediesen felicidad, no me la acabarían quitando de golpe porque no me habían otorgado ninguna alegría.

Y como si me hubiesen dado un mazazo en la cabeza, averigüé el secreto de mi vida para poder ser feliz: no ser un cobarde. Tenía que aprender a amar aun sabiendo lo que eso conllevaba, porque si lo esquivaba, no me convertiría en un valiente, solo en una persona que desconocía la verdad para no sufrir. Porque ser valiente no significa ignorar una verdad que te hace padecer, sino conocerla y vivir con ella.

Ahora sabía con toda certeza que no quería morir, todavía me quedaban demasiadas experiencias por vivir: ser padre, casarme... y todo ello con Susana, porque ella era la única pieza de mi vida que necesitaba para sentir la realidad de lo que me rodeaba. Tenía que averiguar lo que la vida me esperaba , por mucho que me costase o por muy duro que fuese. Y sobretodo, tenía que aprender a diferenciar entre lo que me tocaba hacer y lo que me iban marcando mis impulsos, eligiendo siempre no la opción más correcta o más simple, sino la que de verdad quería.

–¿En estos momentos estoy en coma, ¿verdad?–Pregunté a mi padre volviendo a la realidad.

–Así es.

–Por lo que me encuentro entre la vida o la muerte.

–¿Qué elijes?

–La vida.

Con una ráfaga brusca de viento, siento como mis huesos se retuercen de frío, y antes de que todo desaparezca, oigo a mi padre hablar por última vez.

–No sabes lo que espera. Así que, suerte.

Noto pesadez en los párpados, además de una fuerte corriente de aire que va de los dedos de los pies, hasta el ultimo pelo de mi cabeza.

Y de repente todo ha pasado. Me encuentro abriendo los ojos en la habitación del hospital, con un rostro a un par de centímetros del mio.

–Hola – me oigo susurrarle a Susana.

–Hola.

Era la palabra que más añoraba escuchar de su boca.

FIN