Entre niebla 2ª PARTE
Susana...parece un libro antiguo, que trata con delicadeza y como si fuese a convertir en polvo. No leo el titulo pero ya sé que libro es: Drácula. Siempre ha adorado los libros de amores imposibles, y el de el Conde y Mina es su historia favorita.
De repente fija la vista en mi, o eso creo, hasta que se levanta y dando un par de pasos me atraviesa. Rápidamente me recompongo y giro para ver a donde se dirige, y lo que veo no parece creíble.
Soy yo, algo pálido y ojeroso en un cama de hospital. Susana se acerca y me toca un mechón de pelo que se me había colocado sobre la frente. Instintivamente me llevo la mano a mi propio flequillo pero no siento nada. Una sensación extraña se apodera de mi, quiero llorar, reír y gritar que estoy aquí, delante de ella, y que estoy bien, que todo se va a arreglar. Haría todo lo posible por conseguir que esos ojos no se llenasen de lágrimas, pero sé que por mucho que haga, ella no me escuchará, porque estoy profundamente dormido y no sabe si voy a despertar.
Me acerco a la cama. Tal vez querían que viese esta escena antes de entrar definitivamente en el alguno de los dos bandos, pero me cuesta mucho asumir que no voy a volver a verla. Antes de mirar su rostro cierro los ojos para aceptar la cara de preocupación que tendrá cuando los abra, una cara de preocupación sin un ápice de amor, que fue otra de las cosas por las que se alejó de mi lado.
Simplemente dejó de quererme.
Pero cuándo separo lentamente los parpados me sorprendo de lo que veo, tiene una mueca de enfado, sí enfado. Es posible que con algo de ternura y...amor.
De repente susurra:
–Tonto...cuándo te despiertes de esta, te vas a encontrar con una buena.
Y hace algo totalmente fuera de lugar, se acerca a mi cara, me coge las comisuras de los labios y mientras los mueve dice imitando mi voz:
– Si mi señorísima.
Tengo ganas de abrazarla, a pesar de que no sabe lo que pasará conmigo, se aferra a mi vida como si fuera un clavo en un huracán. Y esa mirada...no me esperaba que me siguiese queriendo, en las últimas semanas no hablamos mucho la verdad, pero a mi me dio a entender eso.
En una especie de flash, recuerdo una de las discursiones más frecuentes que tuvimos antes de alejarnos definitivamente:
«–¡No me ves cuándo estoy contigo, no me necesitas porque eres demasiado independiente y no me quieres porque, simplemente, no eres capaz. – Me gritaba ella con la cara atestada de lágrimas.
Y yo, estúpido de mí, no podía más que mirar la puerta adonde se dirigia, y pensar que ese sería el último lugar en el que acabaría viendo a Susana. Porque, por más que lo intentase, era incapaz de decirla la cruda realidad: tenía miedo.
Tenía miedo de seguirla hasta el rellano y sujetarla para poder decirla que la veía a cada momento, que la necesitaba cada instante, y que la quería con todo mi corazón.
Veía a Susana cada instante que pasaba a mi lado. La estudiaba cuándo ella creía que era más interesante para mi leer el periódico que observar su rostro. Algunas noches las pasaba unicamente acechandola mientras dormia, susurrando cosas de las que su maravillosa mente solo me haría partícipe a esas altas horas de la noche. Y cada vez que ella no estaba, solo necesitaba cerrar los ojos para recordar la fina curva de su cuello, su sedoso pelo castaño, y los bondadosos ojos turquesas que me miraban con ternura cada vez que lo necesitaba.
Y eso me aterraba.
La necesitaba porque ella era la respuesta a todas mis preguntas. Porque cada vez que intentaba formar una frase en mi cabeza, su nombre aparecía y encajaba con todos los planes que estaba haciendo.
Y eso me horrorizaba.
Pero lo peor de todo no es que dependiese total y absolutamente de ella, lo peor era que la quería.
Pensareis que soy extraño por decir esto, pero es cierto. Había querido a mi madre y ella se había ido de mi lado, había querido a mi padre y me había abandonado. Y quería a Susana, aún sabiendo que ella también se iría. Por un motivo u otro se apartaría de mi lado. Podría ser de forma involuntaria como le pasó a mi padre, y que una enfermedad me la arrebatara. O que se cansase de mi y prefiriese irse por su propio pie, sin mirar atrás ni pensando en lo que olvidaba con su marcha.»
Mientras el recuerdo de estas dolorosas palabras me consume, no me doy cuenta de que los bordes de mi visión se están volviendo borrosos. Y cuando quiero darme cuenta de lo que ha pasado, ya estoy de nuevo entre la niebla. Esta vez la humedad me llega a los huesos y siento el frío que en un principio tendría que haber sentido...
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Comentarios
jl3911 - hace más de 13 años
Guau, joe que imaginación que tienes¡ Me encanta, pues claro que queremos 3º parte :D
partyflipa - hace más de 13 años
Qué bonita esta escena: "Y hace algo totalmente fuera de lugar, se acerca a mi cara, me coge las comisuras de los labios y mientras los mueve dice imitando mi voz:"
airunosa - hace más de 13 años
Otra, otra, otra!!! (vitoreos) Espero que después lo mandes a publicar que seguro que es un "best seller"!!
♥iri♥ - hace más de 13 años
tampoco os emocioneis!!! jajajaja.....no es un libro, solo un relato un poco largo:D
atenea - hace más de 13 años
Va para novela ya verás. Escribes de cine ^^
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