MUJER DE LAS MIL BATALLAS
He perdido. Sí, he perdido el tiempo, el rumbo, el norte, el sur. Lo he perdido todo. He perdido la fragancia, el malestar, las nubes volando y hasta los comentas surfeando. He perdido lo más importante, lo que me hacía diferente, la ilusión, el nuevo amanecer, el estar y no estar, el ser o no ser. Lo he perdido todo.
He perdido mi aliento, ese saber estar que me caracterizaba, esa buena gente que yo era, el pagar a todos, el pagar a uno, el comer despacio, el comer deprisa, el llevar cascos puesto, el llevar la música a todo volumen y hasta romperme la camisa. Una camisa que ya no tengo, una música que se encuentra desordenada, el pagar ya no puedo, y el comer sólo lo hago por indiferencia, indiferencia que a veces me juega mala pasada.
Un partido en el que ya no soy delantero, en el que el balón me asusta, en el que el terreno se encuentra mojado y en el que la gente ya no vitorea. He perdido la estación, el tren y ¿Por qué no? He perdido el mapa de mi vida.
Una brújula que ya no se mueve, que se encuentra parada, parada a expensa de un caminante que la mueva, que haga una caminata por derecho. Un derecho del que hoy soy libre. Soy libre como la marea, como el viento, como los pájaros o como esa persona que un día me dio la mano antes de caerme.
Y sí, lo reconozco. Me caí, pero volví a levantarme. Tuve algo que en ese momento hay que tener, tuve ganas de vivir. Vivir una vida que, a lo mejor, no me correspondía. Pero que en ese momento si lo hizo, me dio la vitalidad suficiente para seguir luchando, para seguir amarrando la canoa de la que me caí. Y me mojé, y aún sigo mojado.
Mojado sí. Pero estoy tan mojado que ya no siento las piernas, ni nada de mi cuerpo. Y me pienso el por qué me he visto así, por qué no he tenido la valentía de ponerme una coraza y buscar los vientos, buscar un nuevo día. Y siempre llego a la misma conclusión, mi coraje, mi destreza, mis ganas, mi ilusión se perdieron.
Se perdieron aquel día que me dijeron que tenía una cosa, una cosa mala. Pero era tan mala, que mi vida ya no estaba. Estaba fuera de control, la cabina se había perdido. Ya no estaba. No tenía los mandos para parar y, tomar las riendas de algo que iba a suceder.
Como no lo tenía lo busqué. Sí lo busqué. El cáncer no me iba a consumir. Lo tenía tan claro que hasta las piruletas me sabían a miel. Me sabían a poco, era todo tan pequeño que ahora, era yo el protagonista de mi propia vida.
Ahora sí, ahora soy el superman que siempre quise ser. Ahora soy tan fuerte que hasta el avión lo puedo manejar sin manos. Ahora es mi momento, nada ha podido conmigo, ni podrá, claro.
Tan claro que hoy es mi día, pero es que mañana también lo es. Y a partir de hoy sacaré mi bandera; la bandera de color rosa, de color verde, de color esperanza y hasta de color aceituna. La sacaré, la enseñaré a todo aquel que la necesite, y sabré en ese momento que soy el rey de este mundo. Soy tan alto que hasta la bandera me queda pequeña.
Una bandera que guardaré por siempre, y en la que escribiré por nunca jamás me rendiré. Jamás me rendiré y nunca le diré a la vida que no puedo. Tiene que haber un motor y ese motor, si, eres tú.
Eres tú que estás ahí enseñándome que hay que pelear, que hay que luchar y que jamás de los jamases hay que dejar de pedalear. Porque la bicicleta no es estática, se mueve y se mueve a veces tanto que te puedes caer. Pero hoy ya no. Hoy no se va a caer porque le ha amarrado con algo muy duro, con algo muy fuerte, con algo que me hace revivir, la he amarrado con el corazón.
Esta historia es irreal, gracias a dios, pero ten en cuenta que gracias a tu fortaleza he podido escribirla y recrearme en algo, en lo que tú eres la principal protagonista. No se te olvide nunca que eres la protagonista de mis esfuerzos, de mi bandolera, de mi caja vacía, y hasta de mi caja llena. No se te olvide nunca que me tienes aquí rendido antes tus pies, unos pies que hoy, se encuentran tan alto, tan alto que es difícil de poder mirarlo sin extender el cuello. Porque sí, porque eres tan grande, tan grande como persona que ni un volcán podría florecer tanto como tú lo haces cada día. Cómo eres capaz de enseñarle a la vida que escribir el diario sin aventuras no tiene gracia y que tú, con tu superación y alegría, vas llenado hueco a hueco cada día.
GRACIAS. GRACIAS POR ESTAR AHÍ. LA VIDA NECESITA A MÁS PERSONAS COMO TÚ.
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