Días de Sal y Fuego: Cuarto capítulo
📘 Capítulo 4: Noche de fiesta
Ese mismo día, por la tarde, mamá entró a mi habitación con una sonrisa demasiado grande.
—Esta noche hay fiesta en la playa. Leo la organiza cada año con sus amigos. Iremos todos.
—¿"Todos"? —pregunté con una ceja levantada.
—Tú también —dijo como si no tuviera opción—. Te vendrá bien salir, conocer gente…
Quería decirle que lo único que quería era paz, pero su entusiasmo era tan desbordante que terminé asintiendo solo para que se fuera.
Horas más tarde, el jardín estaba iluminado con farolillos y antorchas. La música se escuchaba desde la playa, donde ya había un montón de chicos, la mayoría desconocidos. Gente con sonrisas de revista, copas en la mano y promesas vacías en los labios.
Yo estaba sentada en la arena, con un vestido blanco y una cazadora vaquera, mirando las olas en la oscuridad como si pudieran hablarme.
—¿También odias este tipo de fiestas o solo finges que sí? —dijo una voz detrás de mí.
No tenía que girarme para saber quién era.
Elías.
—¿Y tú? ¿No eres el rey de este tipo de ambiente?
—No. Yo soy el fantasma que se cuela sin ser invitado —respondió, sentándose a mi lado.
Lo miré de reojo. Llevaba una camisa desabrochada sobre una camiseta negra, cadenas plateadas en el cuello y el pelo aún húmedo.
Tenía pinta de no importarle nada… pero eso no era verdad.
—¿Por qué viniste entonces?
—Tal vez por lo mismo que tú —dijo, mirándome—. Para no estar solo.
Silencio.
Las olas rompían suave, la música sonaba lejana, y nuestras respiraciones parecían el único ruido real.
—¿Siempre eres tan borde con todo el mundo o solo conmigo? —me atreví a preguntar.
Él sonrió con una mezcla de burla y tristeza.
—Solo con la gente que me hace sentir cosas.
No supe qué responder. Elías me miró como si pudiera ver más de lo que yo misma entendía. Y justo cuando iba a hablar, alguien gritó desde el grupo:
—¡Elías! ¡Vamos, tío!
Él se puso de pie, pero antes de irse, se acercó a mi oído y susurró:
—No te vayas todavía. Esto acaba de empezar.
Y se alejó hacia el fuego, dejando un olor a sal, humo y peligro flotando en el aire.
Mi corazón latía tan fuerte que me dolía.
No sabía lo que pasaría esa noche.
Pero una cosa estaba clara: Elías no era solo
un chico. Era un incendio que venía directo hacia mí.



Comentarios