Días de Sal y Fuego: Octavo capítulo
📘 Capítulo 8: Un beso en la tormenta
Todo se acumuló ese día. El silencio. Las miradas que queríamos esconder. Las ganas de tocarnos y no poder. Las sonrisas disimuladas en las comidas, los roces de manos que parecían accidentes, las escapadas al jardín en medio de la madrugada.
Y la tormenta que cayó esa noche fue solo la última pieza.
Todo empezó con una pelea.
Estábamos en la sala con mamá y Leo viendo una película cualquiera. Elías se levantó a mitad, diciendo que se iba a dar una vuelta. Mamá le gritó que no saliera con esa tormenta encima. Leo dijo algo que no entendí… y de pronto Elías explotó.
—¡No eres mi padre! ¡No me digas lo que tengo que hacer!
Se hizo un silencio brutal.
Yo me levanté rápido y fui tras él, sin pensar. Corrí hasta la terraza justo cuando empezó a llover a cántaros.
—¡Elías! —grité, empapándome al instante.
Él giró, furioso, mojado, con los ojos brillando entre rayos. El trueno sonó detrás, como si el universo confirmara el drama.
—¡¿Qué haces aquí?! —me gritó.
—¡No lo sé! ¡Pero no voy a dejar que te vayas así!
Se quedó quieto. Las gotas nos caían como agujas. El pelo pegado a la cara, la ropa chorreando. Nadie hablaba. Solo respirábamos fuerte. Demasiado fuerte.
Y entonces lo dijo.
—No puedo seguir haciendo esto, Aitana.
—¿"Esto"?
—Fingir que no me muero por tocarte. Fingir que no te quiero. Fingir que no te pienso cada segundo del día. ¡No puedo!
Me quedé congelada. Supe que tenía que decir algo. Que tenía que calmarlo. Que tenía que ser lógica.
Pero en vez de eso, corrí hacia él… y lo besé.
Fue un beso como un rayo. Intenso, mojado, tembloroso. Un beso que gritaba todo lo que no podíamos decir en voz alta. Nos abrazamos como si el mundo pudiera romperse en cualquier momento… y tal vez lo estaba haciendo.
—No me dejes —susurré contra sus labios.
—Nunca —respondió él.
Y en medio de la tormenta, bajo un cielo que ardía en rayos, dos corazones se rompier
on un poco más por atreverse a latir juntos.



Comentarios