Días de Sal y Fuego: Undécimo capítulo
📘 Capítulo 11: Secretos enterrados
Los días después del beso fueron extraños.
Elías y yo nos buscábamos más, con menos miedo. Las excusas se acababan. Ahora era él quien me esperaba por las noches en la terraza, quien me pasaba notas por debajo de la puerta, quien me rozaba la mano en la mesa con intención.
Pero algo estaba raro.
Leo estaba nervioso. Mi madre también. Había murmullos entre ellos. Conversaciones a media voz. Silencios incómodos cuando uno de nosotros entraba en la habitación.
Y un día, todo estalló.
Yo estaba buscando una toalla en el armario del pasillo cuando encontré una carpeta. La abrí sin querer. No debí hacerlo.
Pero lo hice.
Adentro había documentos. Cartas. Fotos antiguas.
Y una frase que me heló la sangre:
> “Informe de paternidad. Posible vínculo biológico entre: Elías Romero y Aitana Sánchez.”
No entendí nada. Me faltaba el aire. Volví a leer. Una, dos, tres veces.
¿Qué significaba eso?
¿Posible vínculo biológico?
¿Y por qué estaba oculto?
Corrí a la habitación. Mis manos temblaban. El corazón me latía como si quisiera salirse. Golpeé la puerta del despacho. Mamá abrió con cara de susto.
—¿Qué es esto? —le dije, mostrándole los papeles.
Ella palideció.
—Aitana… no era para que lo vieras así.
—¿Así cómo? ¿Enterarme que Elías puede ser mi hermano por accidente?
—No es seguro —dijo ella, como si eso ayudara—. Fue una posibilidad. Un error del pasado. Algo que quedó… enterrado.
—¡¿Y nunca pensaste contármelo?! ¿Después de meterme en una casa con él, vivir juntos, convivir, sentir...?
Mi voz se quebró.
Mi madre me miró con los ojos llenos de culpa.
—Lo hicimos por protegerte.
Me alejé de ella. No quería escuchar más.
Salí corriendo de la casa. Busqué a Elías. Lo encontré en la moto, a punto de salir.
Le tiré los papeles sin decir nada. Él los leyó. Despacio. Sus manos también temblaban.
—¿Esto es verdad? —murmuró.
—No lo sé. Pero lo ocultaron. Nos lo ocultaron.
Nos miramos. Y por primera vez… no sabíamos qué éramos.
Pareja. Hermanos. Nada. Todo.
Solo sabíamos que el suelo se había roto.
Y nosotros estábamos cayendo.



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