Tormentas de Otoño: Duodécimo capítulo
📘 Capítulo 12: Tormentas de Otoño
El frío había llegado antes de tiempo.
Las hojas cubrían las aceras. Todo olía a despedidas.
Elías y yo estábamos mejor. Más fuertes. Más unidos.
Habíamos aprendido a mirar nuestras cicatrices sin miedo.
Y a decir te quiero sin tener que gritarlo.
Pero algo se sentía… a punto de cambiar.
Esa tarde fuimos a la estación de tren. No por nosotros, sino por Leo. Tenía una reunión fuera de la ciudad, y por primera vez, nos pidió que lo acompañáramos.
El viaje fue silencioso. Tranquilo. Casi irreal.
Hasta que sonó el teléfono de Elías.
Él contestó. Y al segundo, su cara cambió.
—¿Qué pasa? —le pregunté, notando cómo se tensaba.
Colgó. Tragó saliva. Me miró.
Y en su voz, el otoño estalló otra vez.
—Era Álvaro. Han encontrado a mi madre.
No dije nada. No pude.
Elías se quedó quieto, como si no creyera lo que acababa de oír.
—Está en una clínica. Lleva años con problemas mentales. Se escapó de todo. Incluso de sí misma. Y… y ahora quiere verme.
—¿Y tú… quieres verla?
Él dudó. Bajó la mirada.
—No lo sé. Tengo miedo de que ya no sea ella. De no ser yo. De… que me vuelva a romper.
Le tomé la mano.
—No estás solo esta vez.
Esa noche, al volver a casa, Elías no durmió. Se quedó despierto, escribiendo una carta. Tal vez para ella. Tal vez para él.
Yo me senté a su lado, le acaricié el pelo, y supe que el invierno iba a ser duro.
Muy duro.
Pero también supe algo más:
Que cuando dos almas se encuentran en medio de la tormenta, ya nada las separa.
Ni el miedo.
Ni el pasado.
Ni el frío.



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