Tormentas de Otoño: Tercer capítulo
📘 Capítulo 3: Nosotros contra todos
Pasé la noche con él.
No pasó nada más allá de abrazarnos como si fuéramos refugio. Dormimos juntos, en silencio, con la respiración sincronizada y el corazón latiendo como si no hubiera pasado ni un segundo desde la última vez.
Al despertar, Elías me miró con los ojos rojos pero vivos.
Como si, por fin, hubiera vuelto a ser él.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —me preguntó.
—Lo que queramos. Pero esta vez… sin escondernos.
Él dudó.
—¿Y si los demás no lo aceptan?
—Entonces será nosotros contra todos.
Una sonrisa apareció en su rostro. Esa sonrisa rota que solo yo conocía. La que escondía miedo, deseo y ternura al mismo tiempo.
—Estás loca —susurró.
—Por ti. Siempre.
Volvimos juntos el lunes.
De la mano.
Sin mentiras.
Sin máscaras.
Mamá casi se desmaya cuando nos vio entrar juntos. Leo se quedó sin palabras.
Y luego llegaron las preguntas. Las miradas. Las dudas.
Pero yo solo dije una cosa:
—No somos hermanos. Nunca lo fuimos. Lo comprobaron. Y no pienso volver a esconder lo que siento.
Mi madre lloró. Leo se fue de la sala.
Pero Elías… Elías me tomó la mano y no la soltó ni un segundo.
En el instituto, los rumores no tardaron en llegar.
“¿No eran hermanastros?”
“¿No vivían juntos en verano?”
“Eso es raro…”
“Eso es sucio.”
Y dolía. Claro que dolía.
Pero más dolía pensar en vivir sin él.
Una tarde, en el patio, nos sentamos juntos. Las miradas nos quemaban. Algunos cuchicheaban. Otros directamente se burlaban.
Pero Elías se puso de pie y gritó:
—Sí. Estamos juntos. Y no, no somos hermanos. ¿Algún problema?
Silencio total.
Y luego… nada.
Nadie se atrevió a decir más.
Él volvió a sentarse, me miró y sonrió.
—¿Ves? A veces solo hay que gritarlo.
—¿Y si mañana vuelven?
—Entonces gritamos más fuerte.
Y supe, en ese instante, que aunque el mundo se pusiera en nuestra contra, yo estaba dispuesta a gritar con él.
Porque algunos amores no se esconden.
Se pelean. Se protegen. Se viven.



Comentarios