Cibercorresponsales

Bruma, capítulo 21.

Publicado por rocio_dreamcatcher el 02/08/2014 · Categorías: Creación, mi novela, LJDH, OMG!, capítulo importante!, valentía, impactante, Escribir, Sacrificio, R.I.P, Bruma, Metáfora

Capítulo 21. Los vencedores.

Pongo los ojos en blanco, y me acerco más a la pantalla, poniéndome de rodillas en el asiento. Agarro la mano de Finnick con fuerza.

No decimos ni una sola palabra, pero nos entendemos a la perfección. Es ahora o nunca.

Katniss llega a la cornucopia cuando Cato ya está arriba, y a Peeta le faltan aún unos catorce metros. Oh, claro, está cojo. Si Katniss quiere que nos traguemos lo de su romance tendrá que actuar un poco mejor. Al final, ella le ayuda a subir. Cato está medio atragantándose en la cima. Susurra que suena a pregunta. Creo que es que si los mutos podrán trepar.

- Es increíble… ¿te has fijado?- oigo susurrar a alguien por detrás, creo que es Voltios-. Son los tributos caídos… en forma de mutos. Es impresionante. Y terrorífico.

Fijo la atención y me doy cuenta de que tiene razón. Son los tributos. Hay uno pelirrojo como la Comadreja, otro rubio con ojos verdes, que sería Glimmer; uno pequeño y oscuro como Rue, y también hay uno que identificaría como Aaron. Oh, dios mío. ¿Cómo el capitolio habrá conseguido trasplantar el ADN de los tributos ya muertos a esas mutaciones?

Poco más tarde, Katniss se da cuenta de ello. Su cara de desesperación lo resume todo.

- Son ellos…- musita.

Cato todavía no se ha puesto en pie, aunque respira con más calma y pronto estará lo bastante recuperado para atacarles. Katniss y Peeta matan a los mutos como pueden, pero cuando Katniss lo tiene todo más o menos bajo control y se dispone a atacar a Cato, se encuentra con una sorpresa.

Cato está delante de ella, casi al borde del cuerno, y tiene a Peeta agarrado con una llave por el cuello, ahogándolo. Peeta araña el brazo de Cato, pero sin fuerzas, porque no sabe si es más importante respirar o intentar cortar la sangre que le sale del agujero que una de las criaturas le ha abierto en la pantorrilla.

Apunta con una de sus últimas dos flechas a la cabeza de Cato.

--Dispárame y él se cae conmigo --dice Cato, riéndose-. Vamos, hazlo. De todos modos, ¡yo ya estoy muerto! Solo sirvo para una cosa… dar gloria a mi distrito…- las lágrimas se mezclan con la sangre sucia de su cara-. ¡Venga! Perderemos los dos y ganarás tú. ¿No es eso lo que querías?

Tiene razón, si lo derriba y cae sobre los mutos, Peeta morirá con él. Están en tablas: no puede disparar a Cato sin matar también a Peeta; él no puede matar a Peeta sin ganarse una flecha de Katniss en el cerebro.

- Su frustración… ¿es por Clove, verdad?- inquiero a Finnick.

- El amor… o mejor dicho, la pérdida es algo muy duro, Johanna. Lo sabes mejor que yo. Todos nos hemos vuelto locos por amor alguna vez. Tú lo hiciste, no eras del todo consciente de tu persona después de la muerte de Josh. En cierto modo, eres parecida a él. Lo único que querías era vengar la muerte de Josh, y él la de Clove- contesta.

A Peeta se le ponen los labios azules; si Katniss no hace algo pronto, morirá ahogado y entonces Cato usará su cadáver como arma contra ella.

Como si se tratase de un último esfuerzo, Peeta levanta los dedos, que chorrean sangre, hacia el brazo de Cato. En vez de intentar liberarse, desvía el índice y dibuja una equis en el dorso de la mano de Cato. El otro se da cuenta de lo que significa un segundo después que yo, lo sé por la forma en que pierde la sonrisa.

Sin embargo, llega tarde por un segundo, porque, para entonces, Katniss ya he atravesado la mano con la flecha. Grita y suelta a Peeta, que se lanza sobre él. Cato se resbala sobre el cuerno lleno de sangre y acaba en el llano.

Oímos el golpe, el aire al salirle del cuerpo con el impacto y el ruido del ataque de las criaturas. Aunque no miro, sí oigo los gruñidos, los ladridos, y los aullidos de humanos y animales mientras Cato se enfrenta a la manada. No entiendo cómo puede seguir vivo hasta que recuerdo la armadura que lo protege de los tobillos al cuello y me doy cuenta de que esta noche podría ser muy larga. Cato debe de tener también un cuchillo, una espada o lo que sea, algo más escondido en la ropa, porque, de vez en cuando, se oye el último lamento de un muto o el sonido de metal contra metal que produce la hoja al dar en el cuerno dorado. El combate se mueve alrededor de la Cornucopia y sé que Cato está intentando la única maniobra que podría salvarle la vida: volver al extremo puntiagudo del cuerno y unirse a los del 12 de nuevo. Sin embargo, al final, a pesar de lo notables que resultan su fuerza y sus habilidades, son demasiados para él.

No sé cuánto tiempo ha pasado, puede que una hora, cuando Cato cae al suelo y oímos cómo lo arrastran los mutos al interior de la Cornucopia. «Ahora lo rematarán», pienso, pero no se oye ningún cañonazo.

Katniss intenta hacerle un torniquete a Peeta con la última flecha que le queda. Él está desangrándose poco a poco, y el torniquete mal puesto va a hacer que Peeta pierda la pierna, si no es la vida entera.

Las horas pasan lentamente, y Cato no muere. Esta es la parte más emocionante de los Juegos, ningún telespectador podrá despegarse de la pantalla. Pero desde el punto de vista de los que hemos estado ahí, o de los mismos Katniss y Peeta, es horrible.

Peeta empieza a adormecerse y, cuando cabecea, Katniss se pone a chillar su nombre cada vez más alto, porque, si se muere sabe que se volverá completamente loca. O puede que sea puro teatro. No sé, pero por un momento, me he creído que Katniss sí que siente algo por él.

El tiempo pasa, y de vez en cuando pido un café, o una pastilla de cafeína, para mantenerme despierta. A veces ni presto atención a la pantalla, sólo converso con Finnick. Echo alguna que otra cabezada, pero estoy muy despierta al amanecer.

Katniss saca la flecha del “torniquete” de Peeta. Tarda unos segundos en encontrar a Cato en la penumbra, en la sangre. Después, el desollado pedazo de carne que antes era el tributo del distrito 2 emite un sonido. Creo que las palabras que intenta decir son por favor.

La compasión y no la venganza es lo que guía la flecha de Katniss su cabeza.

--¿Le has dado? – susurra Peeta. El cañonazo le responde--. Entonces, hemos ganado, Katniss --añade, sin emoción.

--Bien por nosotros –consigue ella decir.

Esperan a que llegue el aerodeslizador para llevarse los restos de Cato, a que suenen las trompetas de la victoria, pero nada.

--¡Eh! --grita Peeta al aire--. ¿Qué está pasando? --La única respuesta es el parloteo de los pájaros al despertarse.

Bajan de la cornucopia para alejarse de Cato, a lo mejor es que se tienen que apartar del cadáver, aunque conmigo no fue así.

--¿A qué están esperando? --pregunta Peeta débilmente.

Entre la pérdida del torniquete y el esfuerzo que les había supuesto llegar al lago, se le había abierto la herida.

--No lo sé.

Katniss encuentra rápidamente la flecha que rebotó en la armadura de Cato; servirá tan bien como la otra flecha para reforzar el torniquete. Cuando va a cogerla, la voz de Claudius Templesmith retumba en el estadio.

--Saludos, finalistas de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre. La última modificación de las normas se ha revocado. Después de examinar con más detenimiento el reglamento, se ha llegado a la conclusión de que sólo puede permitirse un ganador. Buena suerte y que la suerte esté siempre de vuestra parte.

Todo lo que había estado dándole vueltas hasta ahora cobra sentido de repente. Claro. El capitolio no hace favores gratis, lo sé mejor que nadie. Nunca ha tenido intención de mantenerles vivos, claro que no. sólo querían hacer el mejor de todos los finales.

Al fin y al cabo, es un programa de tv.

Haymitch suelta un grito de pura frustración y su pone a soltar maldiciones y a despotricar contra el capitolio. Algunos mentores le acompañan, pero sé que los agentes de la paz les sacarán de aquí en poco tiempo si no se calman, así que les grito que se callen un momento.

--Si te paras a pensarlo, no es tan sorprendente --dice Peeta en voz baja, a miles de kilómetros.

Y ahora se ve cómo Peeta tira sus armas al lago, mientras que Katniss carga el arco contra él. Cuando esta se da cuenta de lo que acaba de hacer su compañero, se frena al momento, avergonzada.

--No –le dice Peeta--, hazlo.

--No puedo. No lo voy a hacer.

--Hazlo, antes de que envíen otra vez a esos animales o a otra cosa. No quiero morir como Cato.

--Pues dispárame –responde ella, furiosa, devolviéndole las armas con un empujón--. ¡Dispárame, vete a casa y vive con ello!

--Sabes que no puedo --dice él, tirando las armas--. Vale, de todos modos yo seré el primero en morir.

Se inclina y se arranca la venda de la pierna, eliminando la última barrera entre su sangre y la tierra.

--¡No, no puedes suicidarte!

--Katniss, es lo que quiero.

--No vas a dejarme sola –insiste, y una vez más, es como si la cordura de Katniss fuera directamente proporcional a la vida de Peeta. Y tiene que ser muy buena actriz para hacerme creer eso, porque sé en la situación que está. Josh también dio la vida por salvarme. Sin embargo, una parte de mí murió allí, con él.

--Escucha. Los dos sabemos que necesitan a su vencedor. Sólo puede ser uno de nosotros. Por favor, acéptalo, hazlo por mí.

Entonces se ilumina la cara de Katniss. Se lleva las manos al saquito del cinturón y lo desengancha. Peeta lo ve y la coge la muñeca. ¿Iba a por las bayas?

--No, no te dejaré.

--Confía en mí –susurra ella. Abre el saquito y le echa un puñado de bayas en la mano; después coge unas cuantas para ella--. ¿A la de tres?

--A la de tres --responde Peeta, inclinándose para darle un beso Se ponen de pie, espalda contra espalda, cogidos con fuerza de la otra mano--. Enséñalas, quiero que todos lo vean.

Claro. Necesitan un vencedor. Pero ellos no se lo van a dar. Es increíble cómo, a pesar del pánico y la desesperación, Katniss puede tener la mente tan fría como para desafiar al Capitolio ahí. La cuestión es, ¿la harán caso? Sea como sea, estos juegos no tendrán un solo ganador.

- ¿Juntos?- pregunta Katniss.

- Juntos.

--Uno. --Quizá se equivoque--. Dos. --Quizá no les importe que mueran los dos--. ¡Tres!

Es demasiado tarde para cambiar de idea. Se llevan la mano a los labios y le echan un último vistazo al mundo, mientras todo Panem le está mirando. Justo cuando las bayas entran en su boca, las trompetas empiezan a sonar.

La voz frenética de Claudius Templesmith grita sobre ellos:

--¡Parad! ¡Parad! Damas y caballeros, me llena de orgullo presentarles a los vencedores de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre: ¡Katniss Everdeen y Peeta Mellark! ¡Les presento a... los tributos del Distrito 12!

No nos molestamos en demostrar nuestro júbilo en la sala, aunque dentro de mí, sé que desafiar al capitolio así, ponerles en ridículo, tendrá consecuencias.

Querían darle el mejor final a sus Juegos. Lo han conseguido, y han puesto en jaque al presidente Snow. Lo malo es que ahora es a él a quien le toca mover ficha. Y no tendrá piedad.