La chica de las hachas, capítulo 5
Capítulo 5: Fingir que me cae bien todo el mundo va a ser más difícil de lo que esperaba
Una multitud de gente nos saludaba. Bueno, gente. Ese tipo de gente que te hace pensar que la humanidad se está convirtiendo en loros descerebrados de colorines.
Pienso en ponerles mi mayor cara de asco, pero recuerdo que debo hacerme la indefensa. De mono que, con toda mi fuerza de voluntad, saco una sonrisita inocente. Fellow viene y me llama, dice que tenemos que salir. Les lanzo un besito a los Capitolianos y me separo de la ventana.
- ¿Johanna Mason sonriendo a la gente del capitolio? ¿Lanzándoles besitos? ¿Pero qué…?- empieza.
- NI LO MENCIONES. Lo hago para ganar patrocinadores. Si tuvieras dos dedos de frente también lo harías.
- Vale- dije, aguantándose la risa.
Me dispongo a pegarle una colleja cuando Blanca grita que nos demos prisa. Se la doy y, muy dignamente, camino. Salimos por una puerta que no da al público, y nos metemos en un edificio. Donna llega un par de minutos después.
- ¿Se puede saber dónde te habías metido?- le espeta Blanca.
- Estaba… ya sabes, arreglándome. Deberías aprender de eso.
- En fin… venga chicos, ahora os presentaremos a los demás tributos. Luego tendrá lugar la presentación oficial, ya sabéis. Eso será esta noche, pero ahora vamos a nuestra casa hasta Los Juegos. Allí os contaré todo. Vamos.
Vamos al ascensor, y coincidimos con unos tributos. Pulsamos el botón de la planta siete, y ellos la del cuatro. Pero yo sé perfectamente quienes son… por su mentor, Finnick Odair. Es la primera vez que le veo en persona, y no puedo evitar mirarle… durante todo el tiempo.
Es bastante alto, con el pelo rubio despeinado y los ojos verde mar. Su piel es morena, a causa de que vive en la costa. Y… está muy bueno. Si estuviera en el distrito 7 le estaría mirando hasta que notara su presencia, pero en el capitolio no puedo hacer eso. Tengo que hacerme la buena. Aparto la mirada, aunque es ahora él el que me mira. Pero, ¿Qué más da? ¿Acaso él va a decir algo a alguien? Solo es un mentor, y de otro distrito. Así que le miro. Me sonríe, y luego el ascensor se abre. Ya hemos llegado a la planta 4, así que se baja, quiero decir, se bajan.
- Finnick Odair- afirma Fellow-. No me esperaba menos.
- No hace falta que nos confirmes que estás enamoradísimo de él, Fellow- ironizo.
- ¡Johanna!- grita Blanca, pero de forma que solo nosotros la oímos- Comentarios como esos pueden significar tu muerte. Y miradas de esas también. Contente un poco, guapa. Que estamos en el Capitolio.
De algún modo sé que tiene razón. Llegamos a la planta 7 y abrimos una planta. Y nos encontramos con, bueno, una habitación del capitolio. Que Donna conoce bien.
- Habitaciones propias, todo tipo de comida, televisión, sofás con cojines… ¡Todo lo que podáis imaginar, y más! Todo menos postre. Pero bah, ¿para qué sirve eso? No os cabría de todas formas- Donna está entusiasmada, tanto que dejo de escucharla.
- Id a vuestras habitaciones y poneos la ropa más ligera que haya. No da tiempo a presentaros los tributos ahora, ya los veréis luego. Dentro de exactamente una hora tendréis que prepararos para la presentación de tributos. Y, Johanna… espérate lo peor.
Me dirijo a mi habitación… y no es lo peor. Me gusta. Una habitación propia (antes la compartía con mis dos hermanos) con cama doble y multitud espejos… Me gusta mucho. Me tumbo durante un rato, y es bastante cómoda.
Me pongo un vestido blanco con el que todo se te transparenta, pero es cómodo y ligero. Voy hacia el salón y Fellow me mira.
- Sí… así no destacas nada.
- La ironía la puedo usar solo yo. Y es ligero, ¿no? Pues ya está.
Bajamos a la planta baja, esta vez sin cruzarnos con nadie. Vamos por un pasillo estrecho, que luego se abre en varias habitaciones grandes. Hay veinticuatro, una para cada tributo. Me meto en la mía.
Al poco rato llegan tres personas, vestidas… como la gente se viste en el capitolio. Sus nombres eran Faustina, Abyade y Heraclio. Los nombres más fáciles y nada extravagantes del mundo.
Después de depilarme, hacerme la manicura y quitarme imperfecciones de la cara en lo que me han parecido horas, me dicen que dentro de cinco minutos pasa mi estilista. Ahora es cuando debo esperarme lo peor.




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