Cibercorresponsales

La chica de las hachas, capítulo 6

Publicado por rocio_dreamcatcher el 04/12/2013 · Categorías: Curiosidades, Pensamientos, Creación, Libros, Cine, Sobre mí, Cultura, mi novela, LJDH, actuar, diversion, La chica de las hachas, capítulo importante!, sarcasmo everywhere, erudición, impactante

Capítulo 6: ¿Yo, Johanna Mason, una niña de rosa? Ahí os habéis pasado

Cojo una bata para taparme mientras viene. Tengo que esperar bastante más de cinco minutos, pero al final mi estilista se presenta. Y vaya estilista.

Es una chica que mide más de metro ochenta. Se ha alargado la cara y engrosado los labios, y muchas más cosas que le hacen tener un aspecto totalmente anti-natural. Sus ojos son de un marrón muy claro, y su pelo… creo que se la ha teñido tantas veces que se ha quedado sin él, porque está claro que lleva una peluca.

- Hola, encantada de conocerte, Johanna- dice con su voz de pito- mi nombre es Afrodita, y voy a ser tu estilista.

“Pues para ser la diosa de la belleza no eres demasiado atractiva” pienso.

- ¿Qué piensa… quiero decir, de qué forma va a prepararme?- digo al final.

- ¡Voy a transformarte! Eres una chica mona, pero esas ojeras… tu distrito es el 7, pues habrá que hacer algo relacionado con los árboles. ¿Pero cómo alguien con tanta adorabilidad como tú puede vestirse de un simple árbol? Lo que tú necesitas es un vestido rosa palo que te llegue por las rodillas y…

- Espera… ¿Rosa?- exclamo porque, básicamente, el vestirme de rosa siempre ha sido algo imposible para mí. Si me puse el vestido en la cosecha fue porque no quería desilusionar a mi madre, pero si no… no de broma.

- Claro, querida. Una niña de rosa gana muchos patrocinadores. Caerán todos rendidos a tus pies- sonrió, o lo que se puede hacer con la boca tan deformada como la tiene.

- Pero es que…- intento protestar. Pero luego recuerdo que debo hacerme la buena, la indefensa… y que por ahora no lo llevo muy bien. Un vestido rosa ayudaría. Resignada, acepto, y ella se pone a trabajar. A transformarme.

Me echa polvos por toda la cara, y luego me obliga a cerrar los ojos. Siento un cosquilleo en las pestañas y luego en los párpados. No estoy nada familiarizada con el maquillaje, así que no puedo decir lo que me está haciendo. Solo sé que, cuando me miro al espejo, no soy yo. No me reconozco. Mis pestañas son mucho más largas, y tengo sombras rosas alrededor de los ojos.

- ¡Perfecto!- se emociona Afrodita-. Ahora, el vestido. Ya verás, te va a encantar.

Y lo odio. Es un  vestido de palabra de honor rosa palo (según Afrodita), con encaje para marcar más aún los pechos y encaje para las caderas. Además, la parte de abajo tiene muchas capas, y es muy molesto. Al menos los zapatos no tienen tacón, eso es lo único bueno. Y el peinado que me hace, bueno, como solo me peina cuidadosamente tampoco está mal. Bien, pues ya estoy preparada. Preparada para que Panem me vea. Para que me califique. Mis futuros patrocinadores me van a ver por primera vez.

Salgo hacia una puerta y Fellow está al lado del carro. Naturalmente, somos los séptimos en salir. El va muy repeinado, con un traje azul marino. Chica rosa, chico azul. Viva la lógica.

- Vamos, Johanna- me dice, subiendo al carro- los del 1 están a punto de salir.

Desde lejos se oye la voz de Caesar, que este año tiene el pelo naranja: “¡Bienvenidos a los septuagésimo primeros Juegos del Hambre! ¡Qué emoción! ¡Hoy es la primera noche donde los patrocinadores verán a los tributos! ¡Se nota el ambiente! Venga, que empieza, que empieza”

Los del 1 salen. Van ambos de blanco y dorado, representando los productos de lujo que confeccionan. Los del 2 van, por el contrario, de negro. Tienen altas plumas y están muy pintados. La chica del 4 lleva un vestido de diferentes tonos de azul, simbolizando la marea; el chico un traje de pescador. Los del 5, los del 6… Y salimos nosotros. Vamos saludando a la multitud, que nos grita y nos tira flores. Recuerdo sonreír inocentemente, aunque les odie. No me da tiempo a mirar a los demás tributos, salvo a los del 12. Van también de negro, con unos cascos de minero y las mayas con puntitos grises y bancos que simbolizan las cenizas. Es noche cerrada, solo estamos iluminados por la luz de las antorchas.

Nos bajamos de los carros, aunque no sabemos a dónde ir. Los profesionales (uno y dos) ya se han agrupado, obviamente. Cuando me empiezo a temer que vaya a tener que hablar con Fellow, somos interrumpidos por la voz de Caesar.

- ¡Señoras y señores, qué espectáculo! No sé vosotros, pero no tengo ni idea de qué esperarme de esta combinación. Desde el miedo de los del distrito 2- veo que sonríen- hasta la dulzura de la del 7- no, no, se refiere a mí- hay tantos tipos de tributos este año que… ¡Madre mía, esto promete!

Sigue hablando, pero ya todos nos vamos entrando en el edificio. Voy a meterme en el ascensor cuando los del 4 me paran de golpe y me llevan con ellos, un poco alejados.

- Puedes haber engañado a todo Panem, pero ni nosotros ni nuestro mentor nos creemos lo de tu “inocencia”. Tenemos una propuesta para ti. Ven a nuestro compartimento esta noche a las dos y media de la madrugada- dice la chica.

Asiento con la cabeza, sin saber muy bien por qué. Pero dudo que esto pase en todos los Juegos.