Una historia sin más. (5)
5. Un momento divertido
Cuando terminé de comer, me preparé rápido y salí hacia casa de Marta. Quería saber que tal estaba y seguramente, como otras veces, saldríamos a tomar el aire y quizá un helado para que se calmase y fuera una buena tarde.
Vivía bastante cerca, en una calle para abajo todo recto. Por desgracia esta calle estaba de obras y tuve que dar un rodeo. “malditas obras... Siempre en un mal momento...”.
Dando el rodeo por un par de calles más a la derecha, fui viendo los comercios que solía ver cuando íbamos mi madre y yo al mercadillo, cuando yo era un enano con no más de cinco años. Todo parecía estar igual.
“Parece mentira que después de estos años todo siga igual que siempre”
Esa frase tenía que escribirla. No se me ocurrían muchas frases del estilo, por eso siempre las apuntaba, me encantaba pensar en ellas, me relajaba al leerlas o escucharlas.
De pronto me di cuenta que me había saltado sin fijarme un pequeño cartel verde colgado de un escaparate que tenía las cortinas bajadas. Este local era nuevo y parecía cerrado. Retrocedí un par de pasos y me dispuse a leer el cartel a ver si ponía de que se trataba este nuevo comercio.
“Clínica Ped-ware ”
Este era el título del cartel, luego había números y fechas u horas. Supuse que era un servicio que se cobraba por horas y esos eran los precios.
Quería llegar cuanto antes a ver a Marta así que no me entretuve demasiado. No sabía que era este nuevo sitio pero ya lo averiguaría.
Llegué al portal de Marta. Me gustaba este edificio, era relativamente nuevo pero el arquitecto se había basado en el estilo neoclásico y había hecho columnas decorativas parecidas a las romana o griegas y todo estaba hecho en mármol, me resultaba precioso a la vista con ese brillo y resplandor blanquecino.
Llamé al telefonillo y me lo cogió la madre de Marta.
-¿Si? ¿Quién es?
-Hola, soy yo, Alex.
-¡Ah! Hola Alex, venga sube.
Entré corriendo antes de que se bloqueara la puerta de nuevo y subí las escaleras hasta el octavo piso, donde se encontraba marta esperándome apoyada en el marco de la puerta, mirando al techo relajada. Normalmente en estas visitas la suelo ver mirando al suelo y triste pero esta vez parecía no se... hasta aliviada me atrevería a decir.
De fondo se oía una de nuestras canciones favoritas, de la Oreja de Van Gohg. Podía escuchar la letra claramente y al reconocerla no pude evitar sonreír.
Marta se acercó a mi, nos dimos dos besos sin decir nada, no hacía falta, y me invitó a entrar en su casa. Vivía en un piso pequeño, pero ella y sus padres estaban bien organizados y no tenían problemas de espacio.
Entramos en su habitación la cual tenía completamente desordenada como de costumbre y pude ver que todo seguía como la última vez que vine a verla, salvo por un pequeño detalle. Dos pequeños altavoces colocados en las esquinas superiores contrarias a la puerta.
-¿Te gustan? Ha sido un regalo de mis padres por las notas.- Me dijo imitando la voz de la cantante que seguía sonando.
-Si, suenan muy bien
-Eso es porque te encanta esta canción, ¿Me equivoco?
-Cierto, me encanta casi tanto como a ti.
Se deslizó rápidamente hacia la puerta y la cerró. Después se giró hacia su mesa y empezó a buscar algo en el ordenador, una canción supuse.
-¿Qué canción buscas?
-Ahora lo verás, es una sorpresa. ¿Te acuerdas de que hace poco empecé clases de canto?
-¿Es que te has grabado cantando algo?- no pude aguantar una risa tonta.
-Si, y no te rías- Mientras me lo decía con una sonrisa en la cara me dio un golpe cariñoso en el brazo.- Escúchala antes por lo menos.
Empezó a sonar una canción que me resultaba familiar. Era “Que puedo pedir” pero no sonaba la letra. De pronto Marta me cogió de las manos y empezó a bailar y a cantar.
“No me hables de amor,
deja que expulse hoy mi rencor,
tu fuiste una vez,
alguien que quise y también odié...”
Siguió cantando y bailando intentando animarme a hacer lo mismo y al final caí y empecé a cantar y a bailar. Pasamos unos minutos geniales y divertidos al acabar nos abrazamos.
-Cantas de maravilla Marta, en serio, animas a cualquiera con esa dulce voz.
-Gracias cariño, ¿salimos afuera?
-¿Contigo?, por supuesto.
-¿Y con quién sino, tonto?- Me miro de reojo mientras se ponía una chaqueta y se rió en silencio.
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Espero que os guste! aunque no lo parecca cuesta tener ideas y seguir escribiendo! Os espero como siempre en los comentarios!
Un saludo calamares! :D



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