Cibercorresponsales

Oscura perfección

Publicado por nayeli el 18/05/2014 · Categorías: Amor, Creación

El calor le acaricia la cara. Sus ágiles brazos se mueven al ritmo de una bella melodía que nunca alcanzó a escuchar entera. Su corazón late despacio, sereno; protegido con una coraza infranqueable.

Cuan delicado cisne mueve su esbelto cuerpo, como poseído por la música, que parece inundarlo todo. Sus oídos parecen sordos a su llamada, tan sólo pueden oír la voz de unas bellas notas que danzan entre sus brazos, y le hacen cosquillas en la yema de los dedos.

A lo lejos, la oscuridad del bosque parece acercase hacia ella, para hacerla desaparecer, y borrar todo su dolor.

El viento aúlla su nombre, y porta su olor. Lágrimas silenciosas resbalan por sus mejillas, ardientes de ira.

Sus pies laten de dolor, pero no se derrumba, y trata de sostener una vez más su delicado cuerpo sobre la punta de sus dedos.

La música la atrapa una vez más. Su corazón parece alterarse, a la vez que las notas parecen haber salido de otro pentagrama. Ella puede notar como poco a poco la coraza que lo cubre se esfuma, haciéndola vulnerable. Sus bellas plumas blancas caen, y se pierden en la negrura. La oscuridad se cierne sobre ella. Lucha por ocultarse, por ocultar un plumaje negro como la noche. Aunque eso no la detiene. Ella continúa moviendo su sutil cuerpo, con la intención de deshacerse de la oscuridad que inunda su corazón, expuesto a cualquier daño.

Nuevamente, lágrimas resbalan por sus delicadas mejillas. Los dedos de sus pies sangran por el esfuerzo, pero ella no se detiene. Necesita que el viento arrastre su dolor, sus lágrimas… Para alcanzar la belleza y perfección del cisne. Pero su corazón es demasiado vulnerable ahora y el viento en vez de llevarse su dolor, vuelve a impactarla nuevamente con su nombre, el motivo de su delirio.

Intenta escuchar solamente la melodía de la música que parece estar llegando a su fin, pero es incapaz. No, no puede huir de él. Pero si ahora no lo hace, nunca más podrá. No puede dejarse raptar, convertirse en un ser sumiso ante su efecto.

Un manto de plumas blancas como la nieve la rodean, y ahora su plumaje es completamente oscuro.

¿Es esto a lo que llaman amor? ¿Sufrimiento? ¿Desesperación? Sí, eso es lo que corre por sus venas cuando las últimas notas indican el fin de la canción. La voz del piano se apaga. Su lado bello y perfecto se hunde, dejando florecer la negrura del alma.

Debe elegir. Belleza y perfección o vulnerabilidad y oscuridad. Parece sencillo, ¿no? Pero todos tenemos ese lado que desea la oscuridad, el delirio… ese lado que sirve de pago a una felicidad un tanto efímera, aquella que está controlada por el capricho del amor. Arriesgar es lo único que nos hace darnos cuenta de los errores, y de que lo que elegimos nos dejó en manos de algo un tanto caprichoso. Le vendimos nuestra alma, se quedó con ella y no nos la devolvió jamás.

¿Merece la pena arriesgarnos, para una felicidad efímera? Tal vez, pues casi todos lo escogemos, en vez de darlo todo por perdido antes de intentarlo. Preferimos buscar la forma difícil de hacer las cosas, para así; tal vez, obtener aquello que más deseamos de la forma más fácil. Pero eso no ocurre así, y todos nos equivocamos, y tropezamos sobre la misma piedra infinidad de veces. El amor nos engaña, nos ciega, y nos impide ver bien el camino. ¿O acaso nadie nunca ha probado su veneno? Entonces, nos aleja de nuestro prototipo de belleza y perfección buscada, y nos hace caminar a tientas, clavándonos las piedras del camino en la planta de los pies.

¿Y la meta? Supongo que la felicidad debe alcanzarse en algún momento, aunque para cuando hemos llegado, son tantas nuestras heridas que acabamos rendidos en el suelo antes de poder disfrutarla.

Pero el baile lento del cisne, esa perfección y belleza buscada, nunca termina. Pues el cisne se tropieza en la danza de unas notas que la llevan por un camino nada fácil, perdiendo toda su belleza, sus plumas blancas se manchan de un tinte oscuro, y al final de la canción, el cisne siempre acaba con una flecha clavada en el corazón.

Nayeli.