Votaciones Premios Watty
Buenas tardes.
Os preguntaréis el por qué de este post, la verdad es que no tengo demasiado tiempo para escribirlo ni tampoco quiero entreteneros demasiado, así que iré al grano.
En un desafío llamado "Pecados y Virtudes Watty", me quedé la primera finalista de mi grupo. Había dos grupos de catorce personas y los jueces eligieron a los tres mejores de cada uno.
Para elegir al ganador, la gente tiene que votar por su favorito y bueno, espero que no os moleste que os pida que me votéis. Me haría muchísima ilusión. Es un concurso bastante reconocido y he tenido que luchar bastante para estar ahí, así que espero que invirtáis ¿cuánto? ¿medio minuto? (aunque ese factor influya un poco de cómo os vaya el wifi xd) en votar mi historia, titulada "Escúchame".
Podría haceros una lista con todas las razones por las que me encantaría ganar, pero como dije antes, no tengo mucho tiempo y sobre todo pido disculpas por llevar bastante tiempo desaparecida. El instituto y las actividades me consumen, como a todos, supongo. Así que han llegado las vacaciones y le he hecho caso al libro de "Ética para Amador" (que os recomiendo, por cierto) y me he intentado dar la buena vida, haciendo un poco lo que yo quiera.
Espero volver pronto y subir algo que haya escrito, por ahora solo puedo dejaros la historia que escribí para el desafío. Como decía el título del mismo "Pecados y Virtudes Watty" nos asignaron un pecado y una virtud a cada participante para que escribiéramos sobre ella, y a mí me tocó la virtud "humildad".
Espero que os guste, podéis darme vuestra opinión, es más, lo agradecería.
ESCÚCHAME
El sol se esconde por el horizonte y la noche cubre con su oscuro velo la ciudad, el frío me cala los huesos e intento calentarme las manos, las cuales tengo entumecidas. Decido atravesar el parque para llegar antes a casa, aunque es un atajo algo peligroso teniendo en cuenta que el suelo está cubierto de hielo.
Mientras aparto algunos mechones castaños de mi rostro, recuerdo las palabras que mi abuela me ha dicho antes de irme: “Tienes un corazón humilde, nunca dejes que esa virtud desaparezca de tu interior. Aférrate a ella y enseña a los demás a respetar. Sólo cuando sepan quiénes son ellos mismos, podrán hablar de los otros”.
Pasé años buscando la forma de mejorar mis defectos o de ocultarlos para que nadie hablara de ellos, pero terminé por darme cuenta de que sin ellos no sería quien soy ahora. Puede que mi nariz no tenga esa forma ideal para hacerme un perfil bonito, o tal vez mis muñecas sean demasiado finas y esqueléticas, es cierto que mi cuerpo tiene una apariencia frágil y débil pero, ¿quién dice todo eso? Yo. Soy la única persona que puede juzgarme de esa forma, los demás no pueden. Primero deberían conocerse a sí mismos, para luego saber hablar sobre el resto. Sé que a nadie puede gustarle todo de sí mismo, pero sí puede aceptarse. Hay que aprender a amar esa sonrisa torcida pero sincera, esas piernas que tal vez no usen una talla 34 pero hacen una figura bonita en una mujer o incluso esa constitución delgada a la que desearías añadirle unos kilos de más.
Aunque los defectos no sólo los encontramos en nuestro físico, también en nuestra personalidad. Hay personas que se definen como débiles por el hecho de ser más sensibles que el resto, aunque yo a eso lo llamo tener sentimientos. ¿Quién no ha querido nunca tener un hombro sobre el que llorar o unas palabras de consuelo? Si los sentimientos son dictados por el corazón, ¿por qué bloquearlos en nuestras cabezas? ¿Por miedo al qué dirán? Me niego a llevar una máscara para ocultar mi verdadera “yo”, para conseguir que me acepten.
Unos gritos me despiertan de mis pensamientos y me quedo paralizada. Miro hacia todos lados en busca del origen de los quejidos. No muy lejos, sobre el césped helado, hay un chico que se intenta cubrir la cara mientras otros tres le dan patadas y puñetazos en los costados, las piernas y el estómago. Comienzo a temblar y mi cuerpo quiere huir de aquí, pero mi cabeza se niega. Cojo el móvil y le mando un breve mensaje a mi padre, con suerte, el coche de la policía estará aquí en menos de cinco minutos.
Es entonces cuando reconozco al chico, no sé cómo se llama, pero siempre que iba a la biblioteca del instituto él estaba allí, leyendo o buscando información en los ordenadores.
—¡Eh, vosotros, dejadle en paz! —grito, antes de pensar las terribles consecuencias que puede acarrearme.
Por un momento se giran y parecen reirse con la mirada de mí, pero acto seguido vuelven a concentrarse en el chico. Ahora uno de ellos ha cogido de su mochila un libro y está arrancándole hojas.
—Oh, mira lo que hago con tu querido libro —dice uno de pelo corto y negro—. Seguro que a... ¿cómo se llamaba? —Mira la portada y posa los dedos sobre el nombre del autor—. Ah, ya, Shakespeare. Seguro que le duele ver cómo tratas su libro. —Acto seguido arranca la portada—. ¿Cómo se te ocurre dejarlo en manos de alguien como...nosotros? —Otra hoja más cae al suelo—. Tienes que aprender mucho aún. ¿Es que tus libros no te enseñan a alejarte de gente como nosotros?
—Ningún escritor dedicaría su tiempo en escribir sobre algo tan despreciable —dice el chico con la voz ronca, mientras se limpia la sangre que le mana del labio.
Él sabe que no debería haber dicho eso, pero aun así lo ha hecho. Le vuelven a golpear en el estómago pero él se protege con ambos brazos. Entonces, entre un chico de cabello rizado y otro con un abrigo azul, le quitan la ropa de la parte de arriba, aunque reciben unos cuantos puñetazos y patadas del chico, que intenta resistirse. Después, lo toman por debajo de los hombros y lo colocan delante del de cabello corto y negro.
Sé lo que van a hacerle, así que casi sin pensar en lo que pueda ocurrirme, me coloco delante del chico que tirita de frío y extiendo ambos brazos para intentar protegerlo, aunque sea inútil, sólo necesito tiempo.
—La que faltaba —bufa y tira el libro al suelo con despreocupación—. Pensé que te habías ido. Aun así no tardarás mucho en hacerlo. Venga, yo no pego a niñitas que se quieren sentir valientes por un día, aunque si no tengo más remedio lo haré.
—No pienso irme —intento decir con firmeza, aunque no dejo de temblar.
—Vamos, ¿quién querría defender a un inútil como él? Si fueras lista, te irías —Clava sus oscuros ojos en mí—. A no ser que seas igual que él —Se encoge de hombros—. No me dejas otra opción, lo siento.
Cierro los ojos con fuerza y me cubro el rostro con mis temblorosos brazos, a la espera del dolor. Pero nunca llega. Oigo cómo maldicen su suerte a pleno pulmón mientras sus pisadas se alejan con urgencia. Me arrodillo en el suelo, derrotada, y arranco algunos trozos del maltratado césped, descargando la tensión. Abro los ojos y respiro profundamente. Mi padre acaba de salir del coche de policía y se acerca a nosotros con expresión preocupada. Se agacha junto a mí y me abraza con fuerza.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta.
—Sí, no han llegado a hacerme nada —musito, aún temblorosa.
Se separa del abrazo y se acerca al chico, que yace en el suelo, tiritando de frío y con el pelo pegado a la frente por el sudor. Recojo su ropa, su mochila y lo que queda de libro. Mi padre lo lleva al coche en brazos y noto por su seria mirada que puede ser más grave de lo que pensaba.
Cuando llevamos diez minutos en el coche, él abre los ojos. Tras darle unos segundos para ser consciente de dónde está, decido hablarle.
—Hola.
Me mira con unos ojos verdes inquietos y noto la duda en su rostro. Luego parece recordar algo y hace una mueca de dolor.
—¿Por qué lo has hecho? —murmura.
Su pregunta me descoloca un poco, en realidad no lo sé, simplemente no pensaba muy bien lo que hacía. Tal vez sólo quería ayudarle, no podía irme de allí sabiendo lo que podría ocurrirle. Me encojo de hombros y sonrío levemente. Él cierra los ojos y niega lentamente.
—Gracias.
Después, duerme hasta que llegamos al hospital.
La siguiente vez que le veo es en la biblioteca del instituto, dos semanas más tarde. Está sentado al fondo de la sala, junto a la ventana, envuelto en la magia de un libro cuyo título no alcanzo a leer. Me acerco lentamente y él alza la cabeza, su pelo castaño oscuro cae de forma desordenada sobre su rostro, ocultando levemente sus ojos verdes, que parecen iluminarse por un momento. Le saludo con la mano y sonrío con timidez.
—¿Al final qué pasó con el libro? —pregunto.
—Tuve que pagarlo —responde con resignación—. Estaba inservible.
—Lo siento —me disculpo, aunque no sé muy bien por qué— ¿Nos sentamos? —digo, señalando un banco cercano bajo un árbol que se mece al viento.
—Claro —Se cierra el abrigo—. Pero no tienes que disculparte por nada. Te debo una.
—No me debes nada —Noto cómo mis mejillas se colorean de rojo—, de verdad.
—Eso ya se verá —Me mira y sonríe—. Aunque no tengo tanto valor como tú.
—¿Quién dice eso? —pregunto y frunzo el ceño.
—Todos. —Suspira, parece cansado.
—¿Y qué más da lo que digan los demás? Tú no tienes por qué ser como ellos.
—Ese es el problema, no soy como ellos —Se encoge de hombros—. Me refugio en la lectura para intentar olvidar mis problemas —Cierra los puños con fuerza—. Sólo me engaño a mí mismo, maldito cobarde.
Un helado silencio parece querer separarnos, pero mi cabeza no se calla. Él hunde la cabeza entre sus manos y las aprieta con rabia.
—Escúchame, por favor —Trato de llamar su atención—. No sé qué problemas tendrás, ni siquiera sé tu nombre...
—Iván.
—Vale, Iván, escúchame —le suplico—. Tienes que olvidarte de los demás, ellos no pueden definirte. Eres tú el único que puede hacerlo. Con tus palabras, con tus actos...
Él levanta la mirada y parpadea varias veces para espantar las lágrimas.
—Tal vez no te guste todo de ti, pero eres así y no puedes cambiarlo —continúo—. Pero sí puedes aceptarte y mejorar, aunque eso no lo conseguirás si sigues escuchándoles. Sólo quieren hundirte, ¿no te das cuenta?
—¿El tuyo cuál es? —pregunta de repente.
—No te entiendo —respondo, desconcertada.
—Tu nombre —musita.
—Victoria.
—Gracias, Victoria —Sonríe y la tristeza parece desaparecer por un momento de su rostro—. No sé por qué me intentas ayudar, pero gracias. Tal vez los libros no sean ahora los únicos que me escuchen.
—Claro que no son los únicos —Le abrazo, indecisa, pero cuando noto sus brazos rodearme, me siento más segura—. Yo también escucho tu voz.
Aquí os dejo el link donde podéis votar:
http://lospremioswatty.weebly.com/desafiacuteos/votacion-desafio-pecados-y-virtudes-watty
Recordad que las votaciones terminan el 7 de abril, o sea, en nada de tiempo. Sé que debí haber escrito esto antes, pero qué se le va a hacer, estoy muy solicitada (?)
Bueno, solo me queda deciros: ¡Muchísimas gracias! Tanto a los que me votéis como a los que no, al menos, si habéis llegado hasta aquí, lo considero un gran esfuerzo para el poco tiempo que queda de vacaciones :c (Sí, sed realistas. Dos días nada más. Al menos ya es el último trimestre y el calor queráis o no, anima a cualquiera)
Un abrazo virtual (?)
Alba.




Comentarios
prisionera de la ωeb - hace más de 10 años
¡¡Me va el wifi para votar!! :''D No he leído las otras historias de tus compañeros, pero no me hace falta, ya que solo tengo un intento de voto, y claramente no se lo voy a dar a alguien que no conozco x) Además, aparte del favoritismo hacia ti (obviamente), no sé sacarle ningún fallo a esta bonita historia. Felicidades! Espero que ganes :3
nayeli - hace más de 10 años
Oh, muchas gracias :3 Por ahora voy la tercera y al final las votaciones terminan el 11, así que hay tiempo :D
partyflipa - hace más de 10 años
¿Al final cómo quedaste?
nayeli - hace más de 10 años
Me quedé la segunda, con un 29% de los votos :)
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