Cibercorresponsales

Demasiado tarde

Publicado por corcheita44 el 25/08/2015 · Categorías: Pensamientos, Creación, Historias

Puede que te llevase hasta allí un amigo, un conocido o, simplemente, lo encontraste tú solo. Pero el lugar es bonito, acogedor, parece tranquilo. Un lugar donde puedes liberar tu mente, dejar de pensar y olvidar las preocupaciones del día a día. Sabes que no deberías pero, oye, nadie te lo puede impedir. Además, no es tan profundo, podrías salir en cualquier momento y, ahí hay más gente. Puede que haya amigos, conocidos, o puede que al principio estés tú solo, pero tal vez no te importe. Solo quieres tranquilidad, porque sabes que te lo mereces. Que la vida es muy dura y que de vez en cuando necesitas abstraerte. Puede que sea por probar, por que te lo hayan recomendado, por que te hayan incitado a ello o, simplemente, por curiosidad. Sea cual sea la causa, decides saltar a ese pozo. Al principio resulta ser más frío e incómodo de lo que tú esperabas, pero poco a poco resulta agradable y reconfortante. Te relaja ese lugar, con sus aguas tranquilas, brisa fresca, radiante sol y arena fina. Poco a poco vas haciendo amigos allí abajo, y decides mantener tu pequeño paraíso en secreto. Pero no dura mucho tiempo. Se lo cuentas a un amigo, no le parece bien, dice que es peligroso y un día se enteran tus padres. Te regañan, te advierten. No debes bajar allí de nuevo. Pero tú no los escuchas, ellos no entienden que necesitas estar allí, que cuando te encuentras allí es tu pequeño momento de relax y que no quieres dejarlo. Te resulta reconfortante nadar en sus aguas, tumbarte sobre la arena mientras la brisa te acaricia o el calor del sol te adormece. Puede que les digas a tus padres y amigos que ya no vuelves, o puede que pases de ellos directamente, el caso es que no lo has dejado. Es un pozo profundo, pero desde el primer momento supiste que podrías salir de allí escalando sus rocosas paredes, además, tienen forma escalonada. Sin más, decides instalarte allí, junto con otras muchas personas. A algunas ni las hablas, con otras te llevas de maravilla. Pasan los días en tu paraíso y siempre ves a tus padres allí arriba, al borde del pozo. Te llaman, al principio a voces gritando y regañándote, más tarde te suplican por que salgas de allí. Ver a tus seres queridos sufriendo no te agrada. ¿Y si tienen razón? ¿Y si deberías salir de allí? Decides que puede que sea hora de abandonar tu paraíso, tal vez temporalmente. Solo quieres que se sientan bien. Te aproximas nadando hacia la pared rocosa, donde al principio estaba la escalera. Ahora ya no está tan definida. Subes el primer peldaño, pero el agua del pozo te hace resbalar y caes de nuevo. Cuando vuelves a intentarlo, pisas en una roca redondeada y suave, y vuelves a resbalar. Tus familiares y amigos gritan desde lo alto, te dan ánimos, y tú vuelves. Logras subir a duras penas el primer escalón, la fresca brisa tan reconfortante antaño ahora es un vendaval. Al pisar el segundo escalón resbalas de nuevo y quedas colgando. Los cálidos rayos del sol ahora queman la piedra obsidiana de la pared, la piel de tus dedos arde y te ves obligado a soltarte de nuevo. Tus amigos de abajo te dicen que no hay manera, que te quedes allí, con ellos, pero tus amigos de arriba siguen dándote ánimos para subir. Cuando te acercas de nuevo a la pared, esta es totalmente lisa y la piedra está perfectamente pulida. No hay lugar en el que agarrarse. Te quedas nadando y miras con desesperación a tus seres queridos, parecen estar tan lejos, mucho más altos que antes. Ellos tiran una cuerda, pero no es lo suficientemente larga, tú no puedes alcanzarla. Las olas empiezan a romperse contra la perfecta pared, te engullen. No ves el fondo, pues la arena de la playa lo ha embadurnado todo. El agua se hace más espesa y tú te sientes muy pesado, estiras los brazos, intentas nadar, pero te estás ahogando y nadie puede ayudarte.

Bajo el agua está todo tranquilo, el agua empieza a volverse cristalina de nuevo y, muy a lo lejos, divisas a tu familia, a tus amigos. Pero ya es tarde, ya no puedes subir a la superficie, tus músculos no responden y a ti no te queda más aire.