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En Busca de los Sobresalientes Perdidos

Publicado por corcheita44 el 19/02/2014 · Categorías: Pensamientos, Cosas de clase, Creación, Libros, Sobre mí, Diversión a lo grande, Escuela, Cosas que me gustan, Cuentos, Historias

Este es el cuento que inventé para mi profesor de Lengua. Es un poco cachondo, bueno cuando leáis los nombres de los personajes ya sabréis a qué me refiero. Mi forma de escribir es más seria e.e  pero creo que me gusta hacer de todo. La gente adulta me felicita por mis historias, por la forma de expresarlas y por mi imaginación. Desde los 5 años escribo cuentos. Los profesores se quedaban a cuadros. Espero que os guste esa ¨historia¨ cómica que me invente en 20 min.  :)

EN BUSCA DE LOS SOBRESALIENTES PERDIDOS

Sucedió en un instituto. No en un ayuntamiento. No en la casa del gobernador, no. La tarde del veinte de junio doscientos años atrás. Los profesores del instituto La Alegría de la Huerta se reunieron para aprobar un tratado en el que se declaró que en nuestro instituto dejarían de existir los sobresalientes. Sí, esos preciosos nueves y dieces que le alegran a uno el día. En mi instituto no existen. Adiós felicidad, matrículas de honor y premios por tus buenas notas. El tratado está bien protegido en el despacho de la Directora Todorrectoybuenaletra. Es imposible tocarlo, solo puedes verlo brillante en su marco de platino colgado de la extensa pared blanca del agobiante despacho.

Hace unos años los alumnos del grupo A y el grupo B decidimos ir en busca de los sobresalientes. Para ello, creamos una logia cada grupo ya que no aguantamos estar juntos. El grupo A creó la Logia del Polideportivo, puesto que ellos se reunían al terminar las clases allí. Fueron más espabilados que nosotros y se quedaron con el mejor sitio posible. Sin embargo, los del grupo B, nos tuvimos que buscar otro sitio para que no nos encontrasen; así que decidimos ir al único sitio disponible: los baños. La segunda puerta empezando desde la derecha del baño de chicos. Nuestra logia se llamaría la Logia del Retrete. Vale, no es un nombre muy atractivo pero es lo que hay. Nuestra contraseña tenía que ser algo complicado, largo, que nadie se imaginase. A John Noquiero se le ocurrió la contraseña más larga que haya habido. Me cuesta memorizarla incluso a mí.

Hoy es jueves y acaban de terminar las clases. Cojo mi mochila y me dirijo al baño a encontrarme con los demás. Me aseguro de que no haya nadie y entro. Los chicos se aseguran por si descubren la logia, pero nosotras lo hacemos porque no está muy bien visto que una chica entre al baño de los chicos.

-Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso –digo la contraseña, recupero el aliento y me abren la puerta.

-Evelyn te estábamos esperando –dice Fernando.

Me informan de un posible modo de encontrar los sobresalientes. El grupo A ha intentado varias cosas pero todo en vano. Esta tarde, realizaremos una expedición en el despacho de la directora. Si nos pillan estamos muertos, literalmente, copiar al modo de la directora te mata.

Primero, José Nohaynimulanibuey distraerá a la directora con uno de sus fabulosos retratos en los muros del instituto. Después, María Dolores Agujetas, Pepe Quesitorroquefort, Juanillo Setasvenenosasigualabuenasalud y Evelyn Edison, yo, nos infiltraremos en su despacho en cuanto Darío Quememanchaslasgafas desactive las cámaras de seguridad, y así nos apoderaremos del tratado en busca de pistas.

Nos ponemos a ello y enseguida conseguimos tener el tratado en nuestras manos. Lo leemos. Lo releemos. Lo volvemos a leer. Nada.

-¡Esto no sirve para nada! –José pierde los nervios y sin querer tira la hoja del tratado al retrete. –Ups… ¡qué fallo!… -se intenta disculpar. Pero ya está todo hecho. Al final meto la mano y saco el papel arrugado. Me limpio en la camiseta de Darío y escondemos el papel tras los lavabos.

Llego a casa a las seis de la tarde y me pongo a pensar en cómo encontrar los sobresalientes. Probamos de todo: cambiando las notas del cuaderno de los ¨profes¨, metiéndonos en sus ordenadores y poniéndonos las preciadas notas. ¡Incluso llegamos a sacarnos chuletillas del ordenador durante dos meses seguidos para un solo examen! Pero nada. El profesor nos puso de nota máxima un siete.

-¿¡Pero por qué, profe!? –Exclamamos todos.

-Porque está bien –nos dijo él con una sonrisa de ¨ ¡Muy bien chicos os lo habéis ganado! ¡Estoy muy feliz y contento por vuestras insuperables notas!¨

En fin. Estoy aburrida y cansada. Me apetece hacer algo distinto a lo que hago todos los días. Recorro mi casa de arriba abajo y llego a una habitación que ni sabía que existía hasta ahora. Creo que nunca he entrado aquí. Entro y se cierra la puerta tras de mí emitiendo un ruido desagradable y chirriante. Levanto la mirada y veo numerosas estanterías repletas de libros. Desde enciclopedias y diccionarios hasta los cómics más antiguos. Esbozo una pícara sonrisa y me apresuro a buscar información. Esto no es como Internet… Ni parecido. Tres horas después me llama mi madre para cenar. Estoy agotada, pero aún así después de cenar sigo buscando. Son las dos de la madrugada, decido que me tengo que ir a acostar pero cuando me levanto del sillón lo veo. Ahí está lo que buscaba. El libro es dorado, un tocho de los buenos. Me apresuro a cogerlo y leerlo. Esas páginas doradas, esa portada brillante… algo me dice que por fin encontraré a los sobresalientes. Cuando termino de estudiarlo a fondo –y no antes- me doy cuenta de que es una enciclopedia, como otra cualquiera, y encima me ha recordado que tenía que estudiar para el examen de historia. Pero ya es muy tarde y creo que la sesión de personajes históricos que me van a preguntar me la tengo más que sabida al leerme toda esa enciclopedia donde te viene de todo.

Al entrar al instituto me dirijo a clase a hacer mi examen. Estoy nerviosa. No he estudiado lo que debía del libro, sin embargo, sin inmutarme lo acabo en un abrir y cerrar de ojos. Se lo entrego al profesor y como acabé con tiempo de sobra el profesor me lo comienza a corregir. Noto que arquea las cejas, parece asombrado. Lo cierto es que yo también. Coge mi examen y me lleva con los demás profesores, y con la directora. No me entero de nada. ¿Qué está pasando? La Directora Todorrectoybuenaletra se acerca a mí.

-No me lo puedo creer. –Me suelta. Yo la sigo mirando con una cara de ¨ pero ¿qué? ¿Qué demonios hago aquí y qué narices me estás contando?¨ –Tienes un examen… -se piensa sus palabras, parece que le cuesta pronunciarlas.- Perfecto –dice al fin. –Esto no lo has sacado de Internet ¿verdad? –Normal que me lo pregunte. Todos nos estudiamos las cosas de la Web. –Ni de una enciclopedia cualquiera ¿verdad? No, claro que no.

La enciclopedia. Cuando me dejan irme corro hasta mi clase, saco la mochila y, por fin, lo entiendo todo. Esta es la enciclopedia de los sobresalientes. La tomo y me llevo conmigo a mis hermanos de la logia. Los del A se muestran interesados y nos siguen. Llegamos al despacho de la directora que, por suerte, no está. Seguirá traumatizada y absorta con mi supernota.

Vemos cómo el tratado comienza a brillar; un resplandor dorado y cegador sale del libro y en cuestión de segundos, solo segundos, ocurre. Millones de trocitos de papel se consumen en unas pequeñas llamas de color plata y desaparecen sin dejar rastro. El tratado está roto. En ese momento, llega la directora y pega un grito tan potente que Darío se tiene que quitar las gafas para no clavarse los cristales. Es entonces cuando la pared se quiebra y aparece una caja herméticamente cerrada. La cerradura se consume por una llamita y deja que salgan, que salgan todos los sobresalientes. Dieces y nueves nos rodean por todas partes flotando por la habitación. Hemos encontrado a los sobresalientes.

No en el ayuntamiento. No en la casa del gobernador, no. Sucedió en un instituto. Sucedió en mí instituto: La Alegría de la Huerta, que por fin vuelve a tener sus sobresalientes.