Susurros que deberían haber sido gritos (ULSF/Temp.5/Cap.6)

"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor."
— Desmond Tutu
¡Hola a todxs!
¿Cómo estáis?
He decidido volver a escribir y ahora que llega la Semana Santa y tengo más “tiempo libre” me gustaría escribir bastantes post para ir publicándolos. Tanto de “Una lucha sin fin” como de “El ocio también enseña”. Hoy vengo con un post de ULSF, la serie en la que hablo sobre cosas que me parecen injustas de la sociedad. En este artículo voy a hablar sobre un caso que seguramente conoceréis, pues es bastante reciente. Así que sin nada más que decir, comienzo.
Esta semana, nuestro país se ha estremecido con una noticia que duele más de lo habitual: cuatro trabajadoras de una guardería han sido detenidas por presuntos maltratos físicos y psicológicos a niños de entre 0 y 3 años. Las denuncias de los padres comenzaron a aparecer tras la publicación de un video de una chica de prácticas en el que se ve a una educadora pegando y gritándole a una niña. Seguramente muchxs hayáis visto estas imágenes, unas imágenes desgarradoras y violentas. Un video que hace que nos preguntemos qué estamos haciendo mal y cómo algo así ha podido pasar y no nos hemos dado cuenta hasta ahora. Porque esto no es de ahora, es algo que lleva pasando meses. Pero más allá de los horrores que ha provocado este caso, quiero ir más allá y enfocarme en dos elementos: en la confianza y en el hecho de mirar hacia otro lado.
La infancia es una etapa sagrada en la que, más que nunca, todxs deberíamos sentirnos segurxs. Pues somos más vulnerables que el resto. Cuando los padres dejan a un niño en una guardería, no solo dejan a su hijo para ir a trabajar, sino también su confianza en esos profesionales y en la propia guardería. Las instituciones dedicadas a la infancia, como las guarderías, representan un servicio mucho más amplio del que parece. Es el compromiso de la sociedad con la protección, el bienestar y el buen desarrollo de aquellas personas más vulnerables. Por eso, cuando tenemos un caso similar al de la guardería de Torrejón, no tenemos que verlo como un acto individual, sino hacer una visión amplia y poner en duda el sistema que hay. Una guardería, un colegio, un instituto, un hospital, un cuartel de policía… son instituciones donde más se debe demostrar que la confianza que se le atribuye es correcta. La confianza es un valor fundamental que permite que nuestras relaciones sociales funcionen. En el contexto educativo, y especialmente cuando hablamos de los primeros años de vida, esa confianza se vuelve aún más delicada y esencial. Las familias dejan a sus hijos e hijas en manos de profesionales esperando no solo que se les cuide de forma adecuada en términos físicos, sino también que se respete su desarrollo emocional, cognitivo y psicológico. En esta etapa temprana, cada experiencia puede tener un impacto duradero en su formación como personas. Al final, hablar de guarderías y colegios es hablar del futuro de nuestra sociedad. Si no somos capaces de proteger adecuadamente a quienes están dando sus primeros pasos en el mundo, estamos fallando como comunidad. Y eso, más allá de las noticias puntuales, debería movernos a una reflexión profunda y colectiva sobre el tipo de sociedad que queremos construir.
También quiero hablar sobre una cosa que me da mucha impotencia. Aquellas trabajadoras que no eran agresoras directas, pero sabían en todo momento qué estaba haciendo su compañera y aun así decidieron mirar hacia otro lado. Esta pasividad de las trabajadoras es, probablemente, lo más impactante del caso. En estos casos de violencia, la culpa no sólo la tiene la persona que ejerce dicha violencia, sino que también tienen la culpa todas aquellas personas que miran hacia otro lado y no hacen nada para detener al agresor. Son monstruos que deciden ignorar y no ayudar, simplemente pasar. Algo que les hace ser cómplices. Lo que llevo días preguntándome es qué hubiera pasado si esa chica que estaba en prácticas, y que fue la que grabó todo, no hubiera estado en esa guardería. Si esa chica hubiese ido a otra guardería y nadie hubiese hecho prácticas ahí, esto seguiría. El infierno de esos niños tan pequeños seguiría. Porque hasta ahora nadie había hecho nada. Probablemente, es lo que más me duele y lo que más me hace replantearme en la sociedad en la que vivimos. Una sociedad llena de ignorantes, una sociedad en la que preferimos mirar hacia otro lado antes que actuar aunque lo que esté pasando no esté bien.
Esto no debe caer en el olvido. Tenemos que parar y darnos cuenta qué estamos haciendo. Replantearnos muchas cosas y decidir qué sociedad queremos tener y cómo queremos que sea la educación de los que vienen. La confianza se gana y se cuida. Y cuando se traiciona, no basta con castigar: hay que aprender y pararnos a pensar. Porque el mal no siempre se grita, a veces susurra y solo lo oye quien se atreve a escuchar.
Espero que os haya gustado, nos vemos en el siguiente post.
Un abrazo, Didi💜



Comentarios
rulparty - hace 5 meses
¡Me ha encantado! A pesar de lo desgarrador que resultan estos temas...
Disculpas por llegar un poco tarde, pero había mucho acumulado...
Siempre atinada en tus publicaciones, con un enfoque que remueve conciencias.
Gracias didi2008, por tanto.
Espero que haya más...
clara stark - hace 5 meses
Tía, como siempre tienes más razón que un santo!
Te va a encantar Hanna Arendt