Marionetas de un mismo maestro.
(Escuchando Ludovico Einaudi)
Una noche fría y oscura, ella paseaba por las calles, mirando los adoquines cubiertos por la lluvia, y viendo la luz de la luna, reflejándose sobre ellos. había perdido la gracia, el caminar sin pisar las lineas, el girar entorno a una farola con bombilla titilante. Había perdido la gracia el mantener la mirada fija en el agua, viendo como las gotas hacían círculos sobre esta de manera divertida y juguetona cuando los ángeles decidían llorar. Simplemente, aquella noche, sus zapatos resonaban contra el bordillo de la acera, siguiendo una línea recta, como aquella que todos seguimos a diario. La misma rutina, acompañada de silencio, de dolor, de angustia y de pura calma en un estado intransitivo de emociones en las que, el callejon sin salida era la meta más próxima. Ella se paraba a pensar a menudo en qué había sido del color de las calles, de las sonrisas de la gente que caminaba a su alrededor. Ella se paraba a pensar en aquellas pequeñas cosas, como la luz del sol sobre una hierba verde y recien cortada, como las risas de los niños en una tarde de primavera, como las mil y una cosas que ella había tenido en su vida, que había visto, pero que nunca se había percatado de ellas de verdad. Buscaba esa sensación de respirar profundamente y que el aire frio la despertase de su propia realidad, de aquella que ya estaba obligada a vivir.
Miedo, soledad, silencio.
Porque la ciudad ya había muerto. Y esas tres palabras acompañaban a la joven por los callejones de la ciudad. Ni siquiera el titilar de las bombillas podía oirse. Simplemente todo se había abandonado a si mismo, se habían quedado mudos, invisibles, sin tener su derecho a brillar, a ser puro esplendor. Sin más, habían desaparecido en si mismos, perdiéndose en el limbo del ser sin ser, del oscurecer en la oscuridad, del desaparecer cuando ya nadie puede verte más.
La joven se acercó al puente, mirando la oscura ciudad a su espalda. La gente ya no existía. Ni siquiera ella misma lo hacía. Ya ni siquiera podía hablar en voz alta. Ella misma se había quedado muda en su intento de aguantar en un sitio donde, nadie escuchaba, nadie miraba, nadie veía, ya nadie respiraba su mismo aire. Ya todo tenía un color demasiado oscuro. Y entonces pensó de nuevo en cómo debió haber sido su vida antes. Cómo debió haber dicho cuando todo el mundo callaba, cómo por muy insegura que estuviese, su mérito debió haber sido el escuchar, el reir, el entender y el vivir sin pensar en lo que pudiera venir después. En reir girando en una farola por la noche, en saltar en los charcos y en correr libres mientras otros, deseosos de hacer lo mismo, pudieran salvarse, respirando por fin, abriendo los ojos y sintiéndose vivos. Cada una de las partículas de su cuerpo en pleno movimiento, su mente pensando, recordando, viviendo como nadie lo hacía, encontrándose en un camino donde ya no hubiera espinas ni oscuridad.
Pero al final, abrió de nuevo los ojos, mirando el rio. El agua se movía en una sola dirección. El aire era frío, y su piel pálida aferraba la baranda del puente con fuerza. No notó cómo una lágrima caía por su mejilla hasta que el propio viento la congeló en su piel. Ni siquiera sabía cuando lloraba. Ni cuando estaba triste. Porque el bucle se había basado en eso. Estar triste, vacía, perdida. Sin rumbo en una marea que nunca amainaba, en un huracán que nunca iba a desaparecer. Ya nada volvía a ser cómo antes. E incluso, en el más profundo de sus pensamientos, aquellos en los que los deseos y los sueños se habían vuelto, simplemente, sueños, nada tenía sentido.
Nadie en aquella pequeña ciudad, luchaba por nada. Esperaba ansiosos la llegada del final, siguiendo una linea recta, sin mirar las farolas, sin reir, sin vivir. Siendo robots, marionetas en mano de un solo titiritero hasta la llegada de la noche más profunda. Y ella lo sabía. No se dio cuenta de que había empezado a andar de nuevo, con la firmeza de los pasos sobre los adoquines, fríos y empapados, bajo la luna, contra el frio aire que la congelaba. Con la cabeza gacha, los hombros bajados y con la mirada perdida, dejó de imaginar. Siguió su camino ya sin pensar en el pasado, en lo que pudo ser y nunca fue, en el agua de una sola dirección del río. En el hecho de haber perdido su vida a manos del tiempo, que con frecuencia hacía avisar de su llegada con una oscuridad nueva, más profunda que la anterior.
Ella misma, en silencio, siguió su camino, sabiendo al mismo tiempo que el mañana estaba cerca, pero sin sol con el que brillar, sin aire que respirar. Sin colores ni sonrisas. Tiempo muerto que arrastraba como un gran huracán a todo aquél que se dignase meramente a existir. Ya no era tan solo el ver como él, deseoso de acabar con la más profunda realidad, sino que acababa hasta con el alma más inocente de todas las que allí habitaban.
Y la muerte, esperaba entre las sombras como buena titiritera, hasta que el reloj cantase la hora, y simplemente, otro muriera a manos de si mismo. Una pérdida más que nadie lamentaba. Que nadie vivía.
Ella sabía que estaba muerta de por si. Siguió caminando, cabizbaja, mientras la oscuridad se tragaba la ciudad. Puesto que por mucho que se imaginase, la vida ya había perdido valor.
Porque nadie luchó, todo el mundo se calló mientras el color desaparecía.
Y ella misma, quedó en silencio, mientras vio de reojo como todo, al final y gracias al tiempo, moría con ella.
Y asi desaparecemos.
Porque somos notas y silencios de una misma partitura.
Personajes de un mismo cuento.
Segundos de un mismo tiempo.
Porque al fin y al cabo, somos muchas marionetas dirigidas por un solo maestro.

(HolAAAAA Volví con un texto para demostrarles que me acuerdo de ustedes y que sigo viva, más o menos. 2o de Bachilerato me está matando pero oye, al menos puedo seguir escribiendo. Volveré pronto, lo prometo. Os dejo esto para que me comentéis que os ha trasmitido. Saludos y besos de Denna)



Comentarios
rulparty - hace más de 6 años
¡Bien! Has vuelto... ¡y con fuerza!
- hace más de 6 años
Ay ay ay por favor, dónde has estado todo este tiempo que yo no te había conocido hasta ahora 😭😭
Me encanta, o sea, los últimos versos me han dejado la piel de gallina, ay ay ay me encantaa (Y encima TE GUSTA LUDOVICO, que yo estoy enamoradísima de él). Y tía, aquí tienes otra compañera en segundo de bach, te sigo de cerca en esta odisea, mucha suerte.
_dennaselen - hace más de 6 años
Jolines muchas gracias por esto. ¡Nos vemos pronto!
pat&co.gam - hace más de 6 años
Tu texto tiene algunas imágenes muy poderosas. Me hace pensar en maltrato y en depresión, como si todo el relato fuese en sí mismo una metáfora. Me trae algunos recuerdos dolorosos... Literatura es la que remueve, al fin y al cabo ^^'