Sus ojos dejarían de llorar
Ella estaba llorando. Ella no sabía qué hacer.
Y entonces ella escribió en su diario:
"Ha llegado un momento en mi vida en el que, a pesar de las supuestas expectativas que me había llegado a plantear, he visto que la historia que he estado viviendo se ha basado en capítulos que debía ir cerrando a medida que el tiempo pasaba. Los días, los meses, mis recuerdos crecían, mi mente vagaba perdida por escenas que al final no iban a ser más que un recuerdo del pasado, firmado como sentencia sobre un para siempre del que solo me libraría cuando llegase el olvido. Las personas que vivimos en el pasado podemos afirmar que el mayor error que se puede cometer es creer que se puede cambiar. Que tus actos son como desesperadas intenciones por cambiar el final de un libro, que has leido varias veces, tratando de comprender por qué el final no ha sido distinto. Por qué en aquel momento, no fuimos capaces de ser lo que se supone que debimos haber sido.
Esperanzas nulas, o al menos eso creía yo. Yo misma he estado pensando en la cantidad de posibilidades de vivir que perdí en su momento. La cantidad de sentimientos que aún quedaban por ver, por expresar...incluso en este momento, en el que estoy cerrando un capítulo de mi vida en el que, a medida que esos minutos y horas que pasan, lo hacen doler menos. Pensar que todo pudo haber sido diferente pero, que al mismo tiempo eso no iba a cambiar nada. Que los errores que cometí fueron cometidos, que nada de lo que se dijo pudo ser verdaderamente rectificado. Que aquel silencio que busqué ya había sido acallado hace muchísimo tiempo. Y cuando abrí los ojos, ni siquiera supe cómo encontrarme a mi misma. Estaba perdida, casi ahogada por la negatividad, el aire que conseguía que mis pulmones funcionaran se había ido. Y yo ahí estaba, tratando de salvarme de mi propia marea, con el salvavidas de mi propia oportunidad por ser feliz en mis hombros. ¿Qué iba a pasar en aquel entonces?
Puede que hubiese llegado el momento de soltar todo lo reprimido, y eso hice. Simplemente lloré, grité, me liberé yo misma de aquello que me había destruido hace mucho tiempo. Lo envié lejos, para poder ser capaz de reconstruir mis propios pedazos en un camino algo mejor para seguirlo. Para afianzar la posibilidad de que la felicidad siempre acompaña a todo ser humano, para simplemente intentar.
Esa sensación que se tiene cuando no sabes dónde vas a acabar. Esa sensación que te demuestra que puedes estar aún mucho más perdido de lo que lo has estado durante este tiempo. Al final, después de tanto tiempo, ese bloqueo que tenías se ha liberado. Ese dibujo que tanto te gustaba ha sido terminado, por la variedad de colores que querías, de la forma que querías. Esa canción tiene las palabras perfectas, los acordes necesarios, tiene el sentimiento que quisiste haberle puesto desde el principio. Ese libro que querías escribir, ya tiene el número perfecto de páginas, la historia completa, los personajes que siempre quisiste ver. El titulo y la portada que siempre quisiste tener en tu mente.
Y ahora, cuando todo comienza a tener sentido miras hacia atrás, miras hacia el lejano pasado que se ha vuelto una huella en tu memoria y en tu corazón. Que se ha vuelto aquello que pasó y que no puedes remediar ni cambiar porque no se puede volver atrás. Ahora mismo estoy en el proceso de conocerme a mi misma. De esperar poder levantarme, aun necesitando un abrazo de alguien y un "todo va a ir bien" aunque no sepa si va a ser verdad. Ahora mismo estoy en proceso de tener la esperanza de creer que todo va a ir mejor. Que el futuro es algo desconocido, pero que el sentimiento de estar perdida puede cambiar si sigo el camino que yo misma voy a crear, y en el que voy a confiar. Porque a pesar de la imperfección, va a ser el reto que me vaya a ayudar a cerrar el capítulo, a cambiar el libro, a terminar ese dibujo, a componer mi propia canción.
A saber qué personaje debe ir en qué libro, qué palabra debe formar cada poema. Qué debo ser para ser mejor. Y cuando mire atrás, sabré que lo que me marcó en su momento, ahora no está del todo presente. Y que si hay algo que debo hacer, a pesar de que odie las despedidas, es saber decir adiós".
La chica posó el bolígrafo junto al diario. Lo cerró y se lo llevó al pecho. Dolía, pero sabía que cada palabra que escribía merecía la pena. Y sería leída en algún momento por una "ella" muy diferente. Lo dejó en la mesilla de noche y apagó la luz de la habitación. Cerró los ojos y las lágrimas caían por sus ojos.
Pero tenía esperanza de que mañana, al igual que la canción, que el libro, que el adiós, el dolor de aquello se iría. Que todo pasaría. Y que sus ojos dejarían de llorar.






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