La última lágrima por Roma

-Eh tú, bizantino, aquí tienes tu comida – dijo el carcelero de la prisión.
-Ja, Ja – reí amargamente.
-¿De qué te ríes?
-De la ironía de la vida. Yo acostumbrado a compartir mesa con emperadores y nobles, y me veo ahora servido por un carcelero cualquiera. Si acaso supieras cómo fue aquella tragedia... si acaso, maldito carcelero, pudieras haber oído aquel infernal estruendo…
El carcelero se quedó inmóvil ante la puerta de la celda.
-Bizantino: cuéntame tu historia antes de que la muerte te visite al amanecer...
-¿Quieres conocerla? ¡De acuerdo!…
Hace unos días estaba paseando por las murallas exteriores de Bizancio y no pude evitar escuchar una conversación entre dos soldados hablando de las dimensiones de la “Gran Bombarda”

-Meses de asedio y el sultán otomano aún no ha hecho el más mínimo daño a nuestras murallas. Tenemos víveres para soportar años de asedio. Nuestro ejército tiene un líder por el que lucharían hasta el último aliento. ¿Por qué el sultán querrá Bizancio?-.
De pronto, un nuevo disparo de la gran bombarda me sacó de mis pensamientos y me detuve a observar el terrible espectáculo. He aquí a la monstruosa gran máquina de la muerte de más de nueve metros de longitud que necesita diez hombres para ser cargada, y que con uno de sus diabólicos disparos haría retumbar los cimientos del mismísimo Cielo.
Al punto, el jefe de la guardia nos hizo formar delante de la imponente Santa Sofía. Allí estaba congregada toda Constantinopla esperando a que apareciera el basileus Constantino, el undécimo de su nombre del noble linaje de los Palaiologos, Constantino Señor del Mundo... que impropios parecían esos títulos en esta hora de infortunio.
Apareció portando el “loros” imperial, sobre la dorada dalmática que utilizaba el Domingo de Resurrección. Con pasos lentos y solemnes iba recibiendo el homenaje de un millar de rodillas humillándose. En nada se parecía ese Emperador al esforzado soldado que en pocos minutos entraría en la batalla en la que el Cristianismo y el Islam se enfrentarían, una batalla que cambiaría el mundo... una batalla en la que el sol de Roma se vería eclipsado por la media luna del estandarte de Mehmet.
No recuerdo nada del discurso, no recuerdo si fue épico o triste, ni siquiera recuerdo el rostro del Emperador; tan solo quedó fijo en mi mente el estruendo provocado por las trompetas de plata al termino de sus palabras. Paso a vestirse con la armadura bajo el repique de campanas.
Ni siquiera el ensordecedor estruendo impidió que escucháramos el disparo de la gran bombarda acertando y derrumbando una parte de las Murallas Teodosianas.

Subí rápido a las almenas de la muralla. Contemplé con horror que las primeras líneas de los jenízaros marchaban hacia la Puerta Romana. Nuestro ejército aún no estaba preparado y estábamos indefensos ante un ataque inmisericorde.
Constantino, al ver que todo estaba perdido, se quitó las insignias imperiales y se lanzó a la defensa de la Puerta Romana, donde antes de morir dijo a su guardia varega: -¿No hay un solo cristiano aquí dispuesto a dar la vida?
Constantino, Señor del Mundo cayó muerto en la Puerta Romana, despojado de su gloria y de su cabeza. Yo, un simple guardia varego, no compartí el destino del basileus, y aquí me veo compartiendo esta charla contigo, mi gentil carcelero.
Qué cruel ironía que para contar la historia del último Emperador Romano, tenga que haber sobrevivido yo a mi propio destino. Qué cruel ironía tener que tragarme en esta cárcel mi última lágrima por Roma.
El Cañón de los Dardanelos, conocida como la “Gran Bombarda”, fue fundido en bronce en 1464 por Munir Ali con un peso de 16,8 toneladas y una longitud de 518 centímetros, siendo capaz de disparar balas de piedra de hasta 63 centímetros de diámetro. La cámara de pólvora y el barril se conectan por la forma de un mecanismo de tornillo, lo que facilita el transporte del equipo difícil de manejar. Como una bombarda de gran tamaño había sido empleado desde principios del siglo XV, y fueron introducidos en el ejército otomano en 1453 por el fundidor de armas de fuego húngaro Orbón con motivo del asedio de Constantinopla.



Comentarios
altair - hace más de 10 años
Muy buena historia, que refleja tu interés por conocer la caída de Constantinopla y los últimos momentos del imperio romano, y la llegada de la Edad Media, que estamos estudiando en clase. Enhorabuena, nola!!
nola12jimenez - hace más de 10 años
Muchas gracias don Juan José .... pero ¿podría cambiar la última foto por la primera? La del soldado ponerla en el lugar de la primera y al reves Muchas gracias
altair - hace más de 10 años
Hecho!
partysummer - hace más de 10 años
Fantástico relato. Felicidades!
partyflipa - hace más de 10 años
IM-PRE-SIO-NAN-TE. Me has dejado sorprendida con la documentación histórica pero también por la pasión que le has puesto al relato. Al final, esas cosas se notan. Felicidades.
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