Cibercorresponsales

No les empujes.

Publicado por flashali el 15/10/2014 · Categorías: Pensamientos, Sociedad

Abres los ojos. No sabes cuánto tiempo ha pasado desde ese golpe que te hundió el corazón hasta aplastarlo y que te hizo caer en la oscura fosa de la desesperación, que hace que te tires de los pelos, llorar de rabia y confusión, no saber qué hacer, y gritar sabiendo que nadie va a oírte y, mucho menos, escucharte. Lo peor es que sigues oyendo los gritos y las voces de los que se quedaron arriba, viendo el golpe, echando piedras al profundo agujero en el que ellos mismos te metieron. Y se ríen, y te siguen lanzando las piedras.

Tienes que ser fuerte, te dices. Decides resguardarte bajo un pequeño saliente. Piensas que estás a salvo, tienes que ser fuerte, allí estás a salvo de las piedras. Les sigues oyendo, pero ya no es lo mismo.

Pues no, no eres fuerte. Te has resguardado de los golpes más dañinos, bien... Pero, ¿piensas quedarte allí para siempre? No, no puedes, aunque si sales lo más probable es que sigan haciéndote daño, no van a dejarte en paz.

Sabes que si te quedas allí, a esperar, no servirá de nada, ya que los secos y esqueléticos brazos de la soledad te rodearán hasta que desaparezcas.

Han pasado días ya. Sigues bajo ese pequeño saliente de esperanza mientras los otros se aseguran de que ese día dormirán bien, descansando de las toneladas de piedras que te echan a diario. ¿Cómo pueden dormir bien? ¿Por qué no paran? ¿Es que acaso no les duelen ni un poco los músculos después de hacer tal brutalidad a diario? A mi no me preguntes, yo no lo sé. Ahora no tienes a nadie contigo, recuerda. Ten en cuenta, también, que ese saliente que te mantiene con vida no es eterno, nada lo es, así que piensa cuál será tu próximo movimiento.

Piensas qué es lo que puedes hacer. Piensas que al final tendrás que sucumbir, ellos son más fuertes y acabarán aplastándote. O bien puedes morir de hambre de compañía y de sed de cariño. Qué más da, ¿no? Todos los ríos llevan al mar.

Excepto uno. ¿Ves ese riachuelo de allí? Es pequeño, pero seguro que se va ensanchando. Te inspira confianza, ahora eres más fuerte que ellos, corre cuando estén desprevenidos y llega hasta él, síguelo.

Cada vez te llegan menos piedras, las voces son menos fuertes, y tú te sigues alejando de ese oscuro lugar en el que te metieron. En ese oscuro lugar donde te convenciste de que no había nada. Ahora ves que sí, que aún había esperanza.

Llevas días andando y, mira, has vuelto a la cima del precipicio, donde todo comenzó. La diferencia es que ellos siguen mirando hacia abajo, esperando que sigas allí, y tu estás a sus espaldas. Ahora puedes empujarles, ahora que están desprevenidos, que no te esperan allí.

No, mejor salúdales, diles que has salido, que no sigan lanzando piedras al vacío, a un lugar ya olvidado. Diles que no merece la pena que lo vuelvan a intentar, que el agua del riachuelo te ha hecho más fuerte, y diles que te vas, pero que no te escondes, que sigues viviendo al lado de sus casas. Diles que así pueden ir a visitarte y que les abrirás la puerta, pero que no rompan las ventanas cuando ésta esté cerrada. Que solo tienen que llamar al timbre.

Date la vuelta con una sonrisa, una sonrisa grande, una sonrisa que no vuelva a borrarse de tu rostro. Dile a tu sonrisa que ya no se tendrá que marchar más.