El reto de relajarse
Cerró los ojos. Solo se escuchaba el agradable ir y venir de las olas. Cuánto tiempo sin estar relajado... Ahora se sentía más libre. Tenía contracturas en la espalda por quedarse dormido en malas posturas, pero en ese momento no dolían. Bien embadurnado de crema solar, eso sí, era feliz. Respiraba despacio, el oxígeno llenaba con creces sus pulmones, y el dióxido de carbono salía lentamente. En un momento, la calma se vino abajo con la voz de su madre llamándole a comer. Quería responder, pero el estado de hibernación en el que estaba se lo impedía.
Había sido una temporada dura. Su paz mental se pausó por unos instantes, se incorporó de la toalla con rayas azules y rojas en la que estaba tumbado hasta las rodillas mientras sentía la arena en sus pies, y cogió su móvil, poniendo una canción de estilo tropical que daba aún más ambiente a la escena.
De nuevo, otra interrupción. A dos niños se les había escapado la pelota. Le dieron ganas de jugar con ellos, pero quedaría raro, y a lo mejor sus padres podían pensar mal de él. Así que se curó en salud: con una sonrisa, les devolvió el balón, y se quedó observándoles. Entonces recordó como no hacía tanto tiempo era él el que estaba jugando y los demás observándole, pero claro, había crecido...
Aun así, no podía dejar de sonreír. Para evitarse problemas, decidió levantarse, mirar hacia la terraza del piso que habían alquilado de vacaciones, en primera línea de playa, y hacerle un gesto a su madre, que había vuelto a salir para llamarle. A medio camino tuvo que regresar porque se había dejado olvidada la toalla, y para recuperar el tiempo invertido, se puso a correr aunque llevara chanclas. Ni sabía qué hora era. No le importaba.
La comida no era ideal, pero cogió un bote de kétchup en la nevera y se lo añadió a las verduras. "Todo con kétchup, excepto la coliflor, se puede comer" (uno de sus lemas en la vida)
Después de comer le entró el clásico sueñecito, y tenía una doble sensación: la de aprovechar al máximo el tiempo, y por otro lado la de quedarse tumbado. Entendió que descansar también es una forma aprovechar el tiempo, así que se echó una siesta de la que no se despertó hasta bien entrada la tarde. Poco a poco se empezó a sentir incómodo emocionalmente, algo no iba bien...
Volvió a bajar a la calle, esta vez acompañado por su familia. Nada ni nadie conseguiría detenerlo. Se sentía fuerte, enérgico, pero a la vez... algo raro. Miró a su hermana pequeña juguetear con las hormigas que había en el suelo mientras sus padres le decían que no se quedara atrás. Su hermano mayor hacía fotos al paisaje. Y allí estaba él, en medio de todo aquello.
Ensimismado en sus propios pensamientos, se había distanciado bastante de su familia. No literalmente, porque siempre estaban cerca, pero parecía tratarse de un mundo paralelo. Por eso, se esforzó por cambiar la situación: corrió hacia su hermanita para pegarle un susto y jugar con ella, a lo que ella respondió con un llanto interminable. No lo entendía, con lo que le gustaban las cosquillas... Pero el problema era que, con el ímpetu con el que corría, había matado a la hormiga que llevaba todo el camino tratando de coger. Aunque había un montón más, la niña se alejó corriendo y llorando.
Sus padres le regañaron. Lo bueno de ser familia numerosa es que hay hermanos para elegir. Así que se fue con su hermano mayor, que estaba demasiado ocupado como para prestarle atención. Por una vez, no era culpa suya, de forma consciente o no, ni su familia le hacía caso
Pensándolo bien, eran detalles sin importancia, o quizás con alguna pero no suficiente como para dedicarle más de unos pocos segundos. La tensión aumentaba. Empezó a pensar en todo lo que había salido mal estos meses. Cuando las cosas van bien parece que es lo normal, se dan por hecho, y a veces los logros pasan desapercibidos. O al menos eso le ocurría a él.
Rebuscando entre los arbustos, encontró una mariquita preciosa, que le dio a su hermana, para compensar. Y también pegó un fuerte empujón a su hermano.
- Pero, ¿qué haces? Déjame hacer fotos- dijo casi gritando.- Ahora me he movido y no sé ni dónde le he dado.
Su hermano estaba haciendo un curso de fotografía, y, no sé si el empujón había sido con ese propósito, pero fue una de las mejores fotos que hizo en toda la tarde.
- ¡Gracias! Qué fotaza- le dijo su hermano, emocionado.
En unos segundos, todo había cambiado. Sus padres se interesaron por él, y tuvo una conversación como la que no habían tenido hacía mucho tiempo. Se dio cuenta de la cantidad de días que habían pasado sin hablar: cosas que él daba por hecho que sabían pero de las que se acababan de enterar, del día en que perdió veinte euros por la calle o en el que se confundió de línea de metro e hizo un tour subterráneo por Madrid.
Al anochecer, volvieron a la playa. Los niños del principio seguían jugando con la pelota. Esta vez nuestro protagonista se puso a jugar con ellos y con sus hermanos.
No habían cambiado tantas cosas... pero esta vez, suspiró, aliviado. Esas pequeñas cosas, el accidente con la hormiga, y un empujón, al final habían servido para que su hermana cogiera una mariquita y su hermano hiciera una fotaza. Además, literalmente, porque había al lado un bar e hizo una foto a una taza. Fotaza.
A veces lo malo no es tan malo, o lo es, pero tiene su parte buena.
Y también aprendió que, al igual que estudiar, relajarse a veces también requiere un esfuerzo y concentración. Los pensamientos te atacan. Pero el esfuerzo merece la pena.
Y cuando toca trabajar, (y aquí viene otro chiste para despedir)hay que hacerlo como un electricista: sin tensión.




Comentarios
rulparty - hace más de 8 años
¡Qué malo el chiste de la taza...! jajajaaja Pero se te perdona por el resto del texto... Voy a relajarme un poquito, que es viernes... ;)
javiolonchelo13 - hace más de 7 años
Sí, cuánta paz transmite, relax para todos xD
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