Cibercorresponsales

Capítulo 1 (Fan Ficcion) Whispers in the shadows

Publicado por _dennaselen el 19/08/2015 · Categorías: Creación, Libros, lectura que me apasiona, novela, lo que me gusta, Lectura

Una mañana corriente de 1937. Tom se levantó gracias a los gritos de sus compañeros mientras aporreaban la puerta. Logró vestirse y recoger la habitación para bajar a desayunar cuando alguien le lanzó una almohada. Él ya estaba acostumbrado a si que decidió continuar bajando, sin detenerse. Tom era un niño con pelo negro y ojos verdes, muy inteligente y a su vez,  muy solitario. Esa misma mañana le darían la noticia que cambiaría su vida por completo. Terminando su bol con gachas, recogió la bandeja y volvió a subir a su habitación.
- ¿Qué tal, pequeño Tom? – dijo una voz en el umbral de la puerta.
Tom se giró y vio, a nadie menos que su mayor adversario, William. Pelo rizado, cabello rubio y ojos marrones.
- ¿Qué quieres William? – le pregunto Tom, con mirada de desprecio.
- Nada, realmente solo hablar. – le dijo, con una sonrisa malévola.
- Para ti, hablar es pelear, cada frase es una patada, cada letra es un puñetazo – le espetó Tom.
William titubeó. Tom le odiaba y él a Tom. No soportaba estar en una misma habitación con él a si que cuando decidió atacar, se cayó al suelo retorciéndose de dolor. Las matronas aparecieron por la puerta. Tom ni se inmutó.
-¿Qué ha pasado? – pregunto Martha, una de las matronas que más entendía a Tom.
- Le habrá dado un tirón – dijo Tom, muy serio.
Se lo llevaron a la enfermería y Tom continuó mirando por la ventana. Un día desapacible y desagradable, lluvioso y oscuro abarcaba la ciudad de Londres y junto con ella, el orfanato.
- ¿Qué es lo que ha ocurrido? – le preguntó Martha cuando se quedaron solos en la habitación.
- Yo no me he movido de mi sitio, él mismo se ha tirado el suelo, probablemente para echarme la culpa pero yo no he hecho nada – dijo Tom
- Hm… vale Tom, te creo, pero deberías intentar llevarte bien con William.
- No lo voy a intentar, no quiero.
- Tom – empezó la frase con ternura – no eres un mal chico, y eso de ser bueno o malo no repercute en hacer amistades. Deberías intentar hacer amigos.
- Soy solitario, nadie me entiende – dijo Tom, mirándola a los ojos.
-  Yo si, Tom – le dijo Martha
-  Lo dudo mucho – le espetó Tom antes de que saliera de la habitación.
La mañana continuó de la misma manera, cada vez que alguien se metía con Tom, pasaba algo: se caía por las escaleras, les sangraba alguna parte del cuerpo o se hacían daño al instante. Por la tarde la cosa cambió. Un señor de media edad (probablemente 47 años) caminaba por la solitaria y sinuosa calle. La gran barba caoba y sus atuendos de intento de parecer normal delataban que no era de la ciudad. Con un paraguas de color rojo carmesí y un llamativo amarillo cubría la silueta del hombre de la lluvia. Se dirigía con decisión, y a su vez con lentitud hacia el orfanato. El llamativo traje morado de terciopelo hacía que la gente que pasaba por allí cambiara de tema en las conversaciones y producía inquietud. La silueta del anciano se adentró en el orfanato y subió unas escaleras. Llamó y una joven, desaliñada con delantal le abrió la puerta.
- Buenas tardes. Tengo una reunión con la señora Cole, que según tengo entendido, es la directora de esta institución.
-  Oh!- exclamó la joven. No estaba acostumbrada a recibir ese tipo de visitas. – Un momento… ¡Señora Cole! – bramó la joven. El anciano oyó a alguien contestar.
-Pase, ahora viene – le dijo.
Él inclino la cabeza en forma de respeto y educación y entró. Una mujer algo más joven que el señor, flacucha y con aire antipático, balbuceaba frases que parecían instrucciones a seguir. Otra muchacha anotaba en una agenda lo que tenía que hacer y, cuando se fue, la señora Cole se paró en seco tras ver al anciano señor que se situaba delante de ella.
-  Buenas tardes – comenzó el señor- Me llamo Albus Dumbledore. Le envié una carta en la que solicitaba una vista con usted.
- Ah! Si, claro me acuerdo de usted, será mejor que vayamos a mi despacho – dijo la señora Cole que todavía no le parecía creíble.
Dumbledore la siguió hasta un pequeño cuarto, destartalado y desordenado. Había una cama y un escritorio, hacia de habitación y de despacho.
-  Siéntese, por favor – le dijo la señora Cole, señalando una silla vieja y medio rota. Dumbledore se sentó y comenzó ha hablar.
- Bueno, como ya le expliqué, estoy aquí para hablar de Tom Riddle y de sus planes de futuro – expuso Dumbledore.
- ¿Es usted algún familiar de Tom? – preguntó la señora Cole.
- No, en realidad, yo soy profesor y he venido para ofrecerle una plaza en mi colegio
- ¿Tom, en su colegio? ¿Cómo es que le han dado una beca, si él no ha pedido ninguna?
Dumbledore hizo una mueca. Era una mujer muy espabilada pero decidió continuar:
-  Está inscrito en el colegio desde que nació.
- ¿Quién le inscribió, sus padres?- seguía preguntando la señora Cole
- Algo así – afirmó Dumbledore.
- ¿y por qué le interesa Tom? – murmuró la señora Cole
- Creemos que tiene las habilidades que buscamos.
- ¿Cuáles, pues? – preguntó.
La conversación había ido demasiado lejos y Dumbledore se inquietó. Sacó con disimulo la varita del abrigo de terciopelo y, mientras sostenía un papel en blanco, agito la varita y dijo:
- Tome, creo que esto se lo aclarará todo.
La señora Cole observó durante unos momentos el papel en blanco y luego al profesor.
- Parece que está todo en orden. ¿Quiere una copa de ginebra?- le preguntó.
-  Gracias, como no negarlo. – agradeció Dumbledore.
Tras llenarse la copa varias veces, el profesor Dumbledore aprovechó su ventaja y comenzó a preguntar:
-¿Podría hablarme del chico?
- Por supuesto, la madre del chico llego al orfanato es la Nochevieja del 26, la acogimos y, a la hora tuvo al pequeño.
-  ¿Dijo algo antes de morir? – preguntó el profesor
-  Si, dijo “Ojala se parezca a su padre” y entendí su esperanza porque ella no era ninguna belleza. Dijo que quería que le llamaran Tom como su padre y Sorvolo como el padre de ella. También que el apellido del pequeño era Riddle. Y la pobre muchacha falleció sin decir nada más. Pasaba el tiempo y ningún Tom, ni Sorvolo, ni Riddle apareció para recoger al pequeño. Se hizo mayor y, al final lo tuvimos que cuidar nosotros.
- ¿Alguna otra cosa que deba saber? – pregunto Dumbledore, intrigado por la historia del niño.
- ¿Seguro qué Tom está inscrito en ese colegio suyo?
- Segurísimo
-  ¿Y qué nada que le diga cambiará su parecer? – preguntó la señora Cole, susurrando
-  Nada de nada lo hará – dijo Dumbledore esperando con paciencia.
-  La actitud de Tom es muy rara, ha habido altercados con los otros niños, desagradables. En las excursiones los niños no vuelven a se como antes.
-  ¿A qué se refiere? – le preguntó el profesor Dumbledore.
- Que los niños vuelven muy raros, y los altercados también los son. El otro día Geane Smith se cayó por las escaleras tras una discusión con Tom. Bill Strubbs tenía un conejo… bueno, alguien lo colgó de una viga. Tom juró que no fue él y tampoco pudimos probarlo pero, al saber que discutieron el día anterior todos creyeron que fue él pero seamos realistas ¿un niño de once años puede subir solito hasta una viga de la azotea sin caerse por el borde? – preguntó la señora Cole
- No, claro que no – afirmó el profesor Dumbledore con mirada de obviedad.
-  Otra vez, fuimos de excursión y los niños entraron en la cueva sin adentrarse, pero tres de ellos sí lo hicieron: Amy Benson, Dennis Bishop y …
-  Tom Riddle – dijo el profesor, sin pestañear.
-Exacto, cuando salieron no volvieron a ser los mismos, Tom nos dijo que  solo fueron a explorar, pero sé que dentro de esa cueva pasó algo. Sucedieron cosas extrañas y raras. - La mirada de la señora Cole se volvió cristalina  pero encendida – no creo que alguien le eche en falta.
-  Ha de saber que solo se harán cargo de el en verano hasta que se haga mayor de edad y consiga trabajar.
-  Ah! Bueno, mejor eso que nada si le digo la verdad – dice la señora Cole, levantándose manteniendo la compostura incluso cuando se había bebido dos tercios de la botella de ginebra – querrá verlo, ¿no es así?
-  A ser posible, si desde luego – dijo Dumbledore, poniéndose en pie.